Después de unos días, llegó el día de la boda de Archie y Verónica. Pero además de eso, Betty y Jughead iban a saber el género de su segundo bebé y eso los tenía tan emocionados que no cabían de la felicidad.
Tenían que ir a la cita con la obstetra temprano para poder hacer todo lo que estaban planeando. Por eso, era temprano aún cuando los dos junto a su hija estaban terminando de desayunar para ir al hospital para aquella cita tan esperada.
—Una cucharada más mi niña— Le dijo Betty a su hija mientras le daba su avena como desayuno.
Emma se tomó su última cucharada de avena con una pequeña sonrisa y Betty la felicitó.
—Esa es mi niña. Tómate tu chocolate, ya nos vamos a saber el género de tu hermanito— Animó Betty a la niña, pasándole su chocolate a su hija.
—¿Crees que sea buena idea llevarla?— Le preguntó Jughead a su esposa, acercándose detrás de ella para dejar un beso en su mejilla.
Betty se giró hasta encontrarse con su mirada y sonrió, besando sus labios. —Claro que sí. ¿Por qué no sería buena idea? Nuestra nena es traviesa, pero así la queremos—
—Lo sé, pero me siento mal por haberla despertado tan temprano— Admitió Jughead, divertido.
—Mami, ya— Avisó Emma, con una sonrisa desde su asiento en el comedor.
Jughead se le acercó y tomó el vaso infantil en el que su hija se tomó el chocolate, con una sonrisa. —Qué niña tan buena. Ahora sí, vámonos—
Los tres subieron al auto después de salir de la casa; Jughead al volante, Betty de copiloto y la pequeña Emma detrás, en su mundo infantil con un cachorro de peluche en mano.
Llegaron al hospital y los atendieron de inmediato, porque la cita estaba programada a una hora específica. Le hicieron algunas preguntas a la rubia mayor para después acostarla en aquella camilla, pasando aquel aparato sobre su abultado vientre.
Jughead permanecía sentado a su lado y con la pequeña en su regazo, mientras con su mano libre tomaba la de su esposa para darle ese apoyo y seguridad que siempre le daba.
—El bebé está sano y perfecto, felicidades— Los felicitó la doctora, con una sonrisa, mirando especialmente a la niña. —Recuerdo que apenas ayer yo hacía exactamente esto con la niña. Cómo pasa el tiempo...
—Si, crecen demasiado rápido— Admitió Betty, con una sonrisa nostálgica.
—Ya para de crecer— Le pidió Jughead a su hija, divertido.
—¿Ven al bebé?— Les preguntó la doctora, señalando la pantalla.
—Yo lo estoy viendo. Mi bebé...— Murmuró Betty, con una sonrisa.
—Yo también lo veo— Avisó Jughead, emocionado, mirando a su hija. —¿Lo ves, chiquita? Es un bebé, tu hermanito o hermanita—
Emma miró la pantalla con la imagen del bebé y la señaló. —Bebé—
—¿Listos para saber su sexo?— Les preguntó la doctora.
—Por favor— Pidió Jughead, ansioso.
—Estamos listos— Aseguró Betty.
—Si— Afirmó Emma, sonriente.
—Pues felicidades. Es un niño, tendrán un varón— Anunció la doctora.
Betty sonrió y miró a su esposo. —Juggie... Un niño. Vamos a tener un hijo—
Jughead no cabía de tanta felicidad, y se notaba en su rostro. —¡Tendremos niño, amor!— Chilló, llenándole la cara de besos a su esposa y luego a su hija. —¡Un niño! ¡Tendremos un hombrecito! ¡Tú tendrás un hermanito, hija!—
—Bebé— Habló Emma, feliz.
Betty reía y hasta lloraba un poco de la felicidad. Iban a tener un segundo bebé y lo esperaban con el mismo amor con el que esperaron a Emma.
Estaban formando una hermosa familia, y por el momento era todo lo que les importaba.
En la tarde, había mucho qué hacer; Betty y Jughead debían apoyar a Archie y Verónica, ya que éstos se iban a casar y los nervios estaban en el aire.
La boda de los mejores amigos de la rubia y el pelinegro se llevó a cabo en la propiedad de los padres de Verónica, que estaba también en los Ángeles.
Verónica estaba en una habitación, casi lista para encontrarse con su esposo, pero estaba tremendamente nerviosa. Betty, Cheryl y Verónica estaban ahí para calmarla.
—Dios... Qué tensa estás, tranquila— Le dijo Cheryl, dándole un masaje en los hombros a la morocha.
—Vas a casarte, Vero. No a que te maten— Habló Toni, divertida, retocandole el maquillaje.
Betty suspiró y se acercó a Verónica, mirándola. —V... Ya pasé por esto y te entiendo. Incluso cuando me casé yo no quería. Sólo que en ese momento no sabía que me estaba casando con el amor de mi vida— Admitió, divertida. —Todo estará bien —
—Tia— Le habló Emma, acercándose con una sonrisa. Ella traía un vestido blanco, su cabello rubio suelto y una hermosa diadema de flores en la cabeza. —Linda—
Verónica sonrió, mirando a la pequeña y besando su frente. —Tú también estás linda, princesa— Miró a sus amigas. —No sé qué haría sin ustedes, son las mejores—
Mientras tanto, del otro lado el novio junto a su padre y mejor amigo, ya estaba esperando a la novia en el altar, y estaba un poco nervioso.
De hecho, muy nervioso.
—Jug...— Lo llamó en voz baja, acercándose. —¿Es normal que tarden tanto?—
Jughead asintió. —Se ponen terriblemente nerviosas. Pero tranquilo, si la mía salió bien, la tuya saldrá mejor—
Archie sonrió, y en ese momento entró la novia; Verónica apareció con sus amigas tras ella, acompañándola, y la morocha se acercó a su novio con su vestido blanco, su pelo negro como la noche recogido en un hermoso moño con mechones de cabello cayendo a los lados de su cara y flores en su cabeza.
Archie casi lloró cuando la vió. La ceremonia fue perfecta. Los novios citaron sus votos matrimoniales, Emma fue quien llevó los anillos y los padres de la pareja de recién casados estaban contentos y orgullosos.
Y Betty, ya sea por la emoción o por las hormonas de su embarazo, estaba tan emocionada que lloró durante casi toda la boda. Emma jugaba con otros niños que estaban en la boda, y Betty y Jughead estaban abrazados, viendo a la pareja bailar.
—Cielos nena... Cálmate— Le pidió Jughead, divertido, abrazándola y besando su cabeza. —Te amo—
—Te amo, Jug— Contestó Betty, dejando un pequeño beso en sus labios.
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