Los meses pasaron, y la espera se volvía cada vez más larga por los deseos que Betty y Jughead tenían de acoger a su bebé en brazos por fin. Durante esos cuatro meses, hubo fotos del embarazo para las revistas, ya que tanto Betty como Jughead eran figuras públicas. La pareja se mantuvo asistiendo a todas las citas con la obstetra, y Jughead se mantuvo encima de su esposa siempre que podía, sólo para asegurarse de que ella se cuidara.
Ya en cualquier momento la pequeña de Betty y Jughead podría nacer, y eso los tenía ansiosos a todos.
En casa, Jughead ya iba a salir para asuntos de trabajo y antes de irse quería hablarle a su bebé y pasar tiempo con su mujer también, porque ella últimamente estaba trabajando más tiempo desde casa. Lo que su enorme panza le permitía.
—Vas a ser una bebé muy buena y no vas a tener novio hasta los cuarenta— Le habló Jughead al vientre de su esposa, depositando pequeños besos en éste.
—Juggie... Escuché eso— Se quejó la rubia, mirándolo, divertida.
Jughead rió y se levantó de dónde estaba. Betty estaba sobre la cama y él se levantó ya para irse.
—Jughead...— Lo llamó ella.
—¿Si, mi reina?— Contestó, mirándola.
—Quiero ir contigo— Le pidió, poniéndole ojitos.
—No— Negó Jughead, firme. —Estás al final del embarazo y apenas puedes siquiera respirar con esa panza tan hermosa que tienes mi amor. Quédate aquí y descansa. Yo tengo todo bajo control—
—Es que no me gusta hacer nada. Por favor...— Suplicó Betty, juntando ambas manos en súplica.
—No, bebé— Negó Jughead, dejando repetidos besos en el rostro de su esposa. —Mira... Yo volveré rápido, lo prometo. Mientras tanto quédate tranquila y descansa. Cualquier cosa sólo llámame—
Betty asintió, algo decepcionada. —Está bien, Juggie. Te amo—
—Te amo. Por favor no des a luz si no estoy cerca— Suplicó Jughead, divertido, dejando un último beso sobre los labios de su mujer para después darle la espalda e irse.
Si se quedaba un rato más, no iba a ser capaz de irse. No quería dejarla, mucho menos ahora cuando estaba casi de parto. Pero lo necesitaban a él en la empresa.
Así que con una presión en su pecho, subió a su auto y empezó a conducir a la empresa, sin muchas ganas de ir. Le gustaba a lo que se dedicaba, pero este caso era especial.
Su esposa estaba a nada de tener al primer hijo de ambos.
Llegó a la empresa, y aunque él no lo planeó, mucho trabajo lo esperaba; Inmediatamente los empleados, periodistas, inversionistas y demás lo atacaron con entrevistas, preguntas, consultas y firmas.
Mientras tanto, Betty había recibido la visita de sus padres Hall y Alice Cooper. La visitaban y le daban seguimiento con frecuencia por su embarazo. Éstos conversaban con su hija, todos reunidos en la sala, sobre los sofás.
—Jughead es el mejor. Nos llamó para que viniéramos más temprano y que no te quedaras aquí sola mi amor— Dijo Alice.
—Ese muchacho te cuida más que a su propia vida hija. Estoy seguro de que eso hará también cuando mi nieta nazca— Aseguró Hall, contento.
Betty sonrió, soltando un suspiro. —Si... Pero no saben lo sobreprotector que está últimamente, se los juro—
—Es que el te quiere Elizabeth. Ya sabes de lo que puede ser capaz un hombre enamorado. Pregúntale a tu padre— Habló Alice, mirando a Hall con una sonrisa.
—Un hombre enamorado hace locuras— Admitió Hall, besando la mejilla de Alice.
Betty tuvo una infancia y adolescencia feliz, sobre todo por criarse en un espacio lleno de unión, amor y comunicación entre su familia.
Ella sonrió, mirando a sus padres, y luego se puso de pie, con dificultad por su embarazo de ya nueve meses.
—No te levantes mi vida. Si quieres algo dímelo y te lo traigo— Le pidió Alice, poniéndose de pie y acercándose, con intenciones de ayudarla a sentarse de nuevo.
—Nosotros estamos y estaremos aquí para eso, hija. Tú quédate tranquila pequeña— Le dijo Hall, sonriéndole, también poniéndose de pie.
Betty negó. —Está bien. Yo sólo quiero ir al...
Ella dejó de hablar cuando un líquido empezó a bajar por sus piernas y un intenso dolor se acumuló en su vientre, en la parte baja.
—Por Dios hija... ¿Rompiste fuente?— Le preguntó Alice, acariciando su espalda.
Betty asintió, soltando un suspiro de dolor mientras se sujetaba el vientre. —Mamá... Creo que ya...
—Tranquila cariño— Le habló Hall, acercándose y tomando su mano, besándola. —Vamos al hospital, yo llamaré a Jughead ahora mismo—
Jughead estaba en medio de una junta en el salón principal de la empresa. Él no estaba muy concentrado. En su mente sólo estaban su esposa e hija que venía en camino.
—Señor Jones... ¿Escuchó lo que dije?— Le preguntó un señor mayor, bastante alto, serio.
Jughead lo miró y suspiró. —Si, si escuché. Perdón... Tengo a mi esposa embarazada lejos de mi y está cerca de dar a luz—
El hombre mayor asintió, acomodándose los anteojos que tenía. —Muy bien, entendí. Ahora hablemos de los informes de éste mes—
Jughead abrió su boca para responder, hasta que su celular sonó con una llamada de su suegro Hall. Como él había llamado a los padres de Betty para que estuvieran con ella, asumió que se trataba de ella.
—Señor Jones... No es adecuado usar los celulares aquí en esta junta— Reprochó el señor.
—Lo sé, señor Wesley. Pero debo recordarle que soy el jefe de ésta cadena de empresas y tengo a mi esposa embarazada en casa. Así que tengo que atender— Sentenció el ojiazul menor, tomando el celular.
En la llamada....
—Hola Hall. ¿Qué ocurre?— Le preguntó Jughead, algo ansioso. —¿Betty está bien?—
—Hola Jughead— Respondió Hall. —Betty entró en labor cuando Alice y yo estábamos en casa con ella. En este momento estamos en el hospital con ella—
El corazón del ojiazul latió con fuerza al saber que ya su bebé iba a nacer, y no le importó estar ante personas importantes y con muchas responsabilidades encima.
A él sólo le importaba la familia que estaba formando con Betty.
—Está bien, voy para allá en este mismo momento— Aseguró Jughead, firme, colgando la llamada.
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