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Scarlett.

—Buenas noches, amor...

Cerré la puerta del cuarto de mi hijo y tomé el monitor, bajé las enormes escaleras y llegué hasta el salón.

Estoy cansada, pero no tengo sueño. Honestamente solo me siento algo agotada de esta rutina. Estoy en casa, esperando que Ryan regrese para firmar el acuerdo de divorcio. Si desea la casa, los autos y la compañía, no me interesa, solo quiero estar desligada de este matrimonio, quiero encontrar un sentido a todo lo que hago y... Buscar un empleo pronto.

En la cocina se encontraban algunas botellas de vino, no tan caro como el que Ryan se jactaba de degustar siempre en sus reuniones sociales, pero lo suficientemente bueno como para quitarme el sabor a soledad de los labios y dibujarme una sonrisa.

Descorchando uno, la copa en mano, un cigarrillo en la otra. Una mujer en mente. O tal vez dos.

Tal vez no solo era Elizabeth, sino yo misma existiendo en un mundo que no comprendo, porque en serio no lo hago, ¿merecía esto?

Subí al ático, me encontré con muchas cosas, una de esas las guitarras de Ryan, su colección adorada de guitarras que se vio en la obligación de esconder desde que Rose aprendió a caminar. Las cámaras de vídeo viejas y las fotos reveladas en una sola caja que elegí bajar para torturarme hasta que el sueño me hiciera compañía.

Me senté en el piano del salón.

¿Esta casa siempre fue tan grande? Parece que no. Creo que cuando elegía los muebles con la tarjeta de mi esposo y sus brazos rodeándome no se veía tan vacía, y las medidas por metro cuadrado no gritaban a mis espaldas que soy ridícula.

—Este cumpleaños fue horrible —murmuré viendo como Ryan tomaba mi cintura y yo trataba de apartarlo con disimulo.

¡Un beso a la novia! —gritó Hunter, mi esposo ebrio se acercó. Me besó muchas veces con el whisky y la cerveza marcadas en su aliento.

He encontrado mensajes en su móvil, no estuve buscando nada. Estaba revisando los correos de la compañía, luego de eso ha caído una notificación de alguien. La curiosidad mató al gato.

Entre los flashes aparté a mi esposo, sonreí, avancé a la cocina y mi madre me siguió.

¿Qué ocurre?

Creo que Ryan me engaña.

Ella no dijo nada. Observó mi abdomen abultado y suspiré. Sé que me he descuidado un poco. Lo sé, pero luego de Elliot es difícil mantener la línea, mi pequeño es aún un bebé. No puedo volver al deporte.

Sonreí viendo a mi pequeño en la siguiente foto. El desayuno por mi cumpleaños, pero al día siguiente, creía que no era posible que Ryan me engañara, de todas maneras... ¿Quién se levantaría temprano y con resaca a preparar el desayuno de una mujer a la que no ama? Yo no.

Elliot a mi lado, el café en la bandeja de madera, tostadas... Y una rosa.

Cerré los ojos disfrutando de mi copa de vino, Elliot realmente había hecho más llevaderas las tardes sin Ryan.

Él jamás fue demasiado insistente con verme, pero luego de casarnos eso no me molestaba, pues compartíamos un hogar. El problema real vino cuando quedamos embarazados, mi abdomen creció y él comenzó a trabajar el doble con la excusa de tener que pagar por los gastos, llamadas nocturnas, desvelos, no vernos mucho, la forma en la que huía y el sexo menos frecuente, pues yo me sentía mal por los mareos y él simplemente no tenía ganas de hacerme el amor, ¿dejó de desearme o simplemente tenía a alguien más desde aquél momento?

Laguna negra |Scarzzie|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora