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Scarlett.

—Jamás imaginé unas navidades tan silenciosas... —dije mientras mecía la copa con vino en mi mano.

—Ni yo —admitió mi novia desde atrás.

Giré mi rostro un poco para verle. Ella trae un lindo suéter de navidad que mi madre le ha comprado, pues no dejaba de quejarse sobre uno que ella no ha querido dejarle.

—Pero no me quejo, tú y yo por navidad, juntas... Me gusta.

Elizabeth me dedicó una sonrisa.

—Yo tampoco puedo quejarme, es lindo estar a tu lado, amor. Disfruto de nuestro tiempo de calidad juntas, sé que puede ser difícil estar sin tus hijos, pero...

—No, el silencio es agradable —dije rápidamente y ella hizo un puchero.

—Me refería a que es difícil para mí...

—Amor... —dije enternecida por sus ojos cristalizados —. Los llamaremos temprano, ellos están bien, te extrañan tanto como tú a ellos, pero eso no les impide disfrutar. Hazlo tú también.

—Los extraño... Es raro no estar con ellos, ¿sabes? En un inicio no imaginé que sería tan simple adaptarme a la vida en pareja con una mujer que tenía dos niños, y de pronto estaba haciendo una maqueta del sistema solar, leyendo cuentos infantiles, pregúntandoles sobre esos cuentos... Amándolos con locura —dijo ella observando el fondo de su móvil donde estaban mis hijos, su cachorro y yo en una foto familiar.

Sonreí. Aquel día el calor de Los Ángeles era una locura, me dejé un vestido blanco y mis pequeños huyeron en ropa interior al jardín, en donde el pequeño cachorro, como cómplice de sus travesuras, los siguió.

—Me encanta tu faceta maternal, y me vuelve loca saber que los amas... —admití antes de beber de mi copa —.  Hemos vivido unos buenos cuatro años en pareja, y más que eso, en familia... No creí que encontraría a alguien si me divorciaba, y míranos...

—Cuatro años... —repitió ella viendo la nada —. Parece menos.

—A tu lado todo tiempo es poco —dije yo y ella me dedicó una sonrisa de aquellas —. Cállate, no me refiero a eso...

Ella río.

—Es bueno saberlo. No me gustaría enterarme de que mi futura esposa está insatisfecha antes de la boda...

Negué mientras veía sus labios con deseo.

—Estoy bastante satisfecha si se trata del sexo —susurré con coquetería.

Me besó lentamente. Cerré los ojos mientras nos deleitabamos con Bob Dylan de fondo y nuestros besos parecían tener un sabor añejado por varios años en una buena cosecha de viñedos.

Las luces del árbol se reflejaba en la pared y podía sentir el calor de la chimenea. Ambas planeamos ver una película navideña y esperar la hora con un buen vino, pero la música y un libro nos asaltó como propuesta, no pudimos detenerlo.

—Te amo... Te amo, te amo —dijo ella sin dejar de dar besos cortos contra mi boca.

—Yo a ti, yo mucho más...

No dijimos nada más por unos minutos, nuestros ojos permanecían analizando la habitación decorada por mis hijos y ambas. A Elliot le fascina la navidad, a Rose no demasiado, aunque adora los bastoncillos de caramelo.

—¿Sabes, Scarlett? Quiero que me digas si es absurdo o no hablar sobre esto ahora, porque me parece necesario... —dijo ella y acaricié su rostro.

—Adelante.

Laguna negra |Scarzzie|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora