61°

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Scarlett.

En cuanto oí que tocaron la puerta, una sonrisa se dibujó en mis labios. Dejé el cabello de mi pequeña y besé su frente antes de escabullirme fuera de la habitación.

Ambos se han dormido esperando la visita de Elizabeth, pero ella ha llegado un poco más tarde.

Salí al pasillo y la vi allí, esperando apoyada en la pared de color oscuro. Trae una camiseta de colores y unos jeans gastados, me gusta la forma en que se ve.

—Hola...

—Maestra...

Sonreí. Ella también. Ninguna se atrevía a dar otro paso. Ambas firmamos un pacto sin poner la pluma en una hoja, solo en el corazón, y sabíamos que lo que seguía era concretar nuestro contrato con la huella de nuestros labios cansados de extrañar la boca de la otra.

—Ven aquí... —susurré. Ella movió un pie y luego el otro casi como una coreografía de las más lentas, yo copié sus movimientos sabiendo que esta ansiedad me consumía como si fuese una chiquilla.

Ella se acercó a mi cuerpo, me rodeó con sus brazos y yo la rodeé con los míos. No dijimos nada, pero ese abrazo tenía todo lo que habíamos charlado estos días de ausencia y reencuentro.

—No dejé de pensar en ti durante estos dos días... —susurré y ella escondió su rostro contra mi cabello.

El aroma de aceite de coco acompañado de un perfume dulce que desprendía la piel de su cuello parecía dejarme en un trance.

—Me parece una linda manera de recibirme... —mencioné yo. Ella bajó la mirada y sus ojos se encontraron con los míos.

—¿Con un abrazo? —preguntó y sonreí —. Tengo más de esos...

—Quiero muchos... No quiero que dejes de abrazarme —confesé.

Elizabeth no dijo nada sobre eso, sin embargo mantuvo su agarre en mi cuerpo, me hacía sentir tan cerca de ella que incluso sentía que de forma exagerada... Nos fusionabamos.

La oía respirar en mucha tranquilidad, su pecho subía y bajaba, yo quería esconder mi rostro allí. Deseaba perderme entre su piel.

Cerré los ojos.

No sentía que alguien me protegiera tanto desde que le di el último abrazo a papá antes de retornar al internado.

—¿Día agotador? —preguntó tomando mi mano con una de las suyas. La seguí.

Elizabeth y yo nos sentamos en el pasillo, pegadas a la pared y con la oscuridad de testigo. La luz se activaba con el movimiento, y ambas solo nos sentamos agarradas de las manos a charlar con la luna siendo nuestra única iluminación.

—Pues... Ellos estuvieron ocupados, no me agoté tanto como ayer por la tarde. Vi a Andrew y charlamos.

—¿Qué tal eso? —preguntó sin verme a los ojos. Observé su perfil.

Me gusta la manera en que algunas pecas claras adornan su rostro delicado, tiene una nariz pequeña y un mentón delgado, sin embargo su mandíbula es cuadrada y se marca cada vez que la veo respirar profundo.

—Sé que aún le gusto —mencioné. Sus ojos se cruzaron con los míos —. Pero  a mí me gustas tú... Tanto —susurré llevando mi mano hasta su mejilla.

La luz se encendió. Ambas levantamos la mirada. Traté de alejarme un poco, siento que estoy invadiendo su espacio cada que intento hacer movimientos para acercarnos...

—También me gustas... —sonrió —. Y me alegra oír que ahora no tendré que verte elegir entre uno u otro...

Sonreí.

Laguna negra |Scarzzie|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora