Laguna negra |Scarzzie|

54°

Scarlett.

-¿Qué tal ha estado la escuela, cariño? -preguntó mamá. Elliot se llevó una gran parte de su ensalada a la boca.

-Bien -contestó luego de tragar. Rose mantenía la mirada en su abuelo.

Mi pequeña parece haber olvidado el berrinche sobre su padre y se desenvuelve con tranquilidad mientras está cerca del hombre que me dio la vida. No sé qué sentir respecto a eso, lo que tengo claro es que papá ayuda a que mi hija no me odie, y eso es más que todo, lo importante.

-¿Madrid trata bien a mi pequeñín? -mamá insistió besando su mejilla y dejando más ensalada en su plato.

-No me gusta Madrid -dijo Elliot observando el pollo cerca suyo.

-¿Una alita, amor? -pregunté y observó algo curioso.

-Mejor come ensalada, cariño. Te hará bien, estás en desarrollo -insistió mamá.

No dije nada, sin embargo creo que la mirada que le di fue suficiente como para que papá inteviniera acercando la comida a mi pequeño quien en un inicio dudó en consumirlo.

-Adelante, Elliot. Debes crecer grande y fuerte... -papá rió y el pequeño pareció relajado.

No he hablado de su insistencia con bajar de peso, debo mencionarlo con su terapeuta en cuanto lo lleve a eso.

-Y además, este pollo es increíble dije yo.

Él asintió tomando sus utensilios y comenzando a comer sin preocuparse por no mancharse. Mi madre me observó un par de segundos antes de preguntar.

-¿Qué tal el internado?

Elizabeth. Su nombre fue lo primero en mi mente, y en total honestidad aseguro que sería también lo último hoy por la noche.

El pensamiento de la rubia ha sido menos insistente en el último tiempo, y eso me trae paz. No exagero.

Incluso no digo que es malo o desagradable sentir algo por ella, pero creo que estoy más tranquila sin preocuparme por aquello, o sin tenerla en mi mente todo el día, porque eso significaba cargar con más cosas de las que podía. Pero hoy que mamá habla del internado pareciera que su recuerdo vuelve y no creo que sea fácil dejarlo desvanecer otra vez.

-Es lindo, no son muchos estudiantes. Tomaba cursos de diferentes edades, todos relacionados con literatura, pero de diferentes tipos. Es un buen espacio, te da paz. Incluso me llevaría a los muchachos allí si no fuese tan costoso.

-¿Qué tan costoso?-papá habló.

-No lo sé realmente, pero la paga es buena, y todos parecen niños ricos.

-¿Qué edades?

-De todo un poco, desde doce en adelante, separados por niveles de edad y cursos.

-Eso suena bien -insistió -. Podríamos hacer un esfuerzo si crees que es un buen lugar para ellos.

-Depende de ellos -murmuré.

-No creo que sea buena idea -mamá habló -. Es lejos y ya tuviste tu experiencia, ¿no te bastó con dejarlos por casi seis meses?

Mamá me juzgaba.

¿Es acaso eso lo que ganamos las madres que no sentimos la maternidad como la gloria total? Es decir, mis hijos son... Increíbles, son mi perfección absoluta, las obras completas de mis escritos, claro que sí. Pero no me veo siendo madre eternamente y hasta la muerte.

-No, mamá. Estaba trabajando, por ellos y por mí. Deseaba ampliar mi currículo y lo he logrado, es una escuela prestigiosa, donde solo lo mejor de la élite ingresa, ¿crees que fue divertido tenerlos lejos? Debía correr diario para poder enviar mensajes, sin saber cuanto tardaría en saber algo de ellos y sin saber si... -me detuve al ver a mis pequeños. No hablaría de Ryan y sus encuentros ilícitos -. No discutiré esto, porque ellos creen que hago un buen trabajo.