38°

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Scarlett.

—¿Mami? ¿A dónde vamos?

—Les enseñaré la escuela.

—¡Wow, es fantástico! — chilló Elliot — ¿A qué sí, Rosie?

—¡Astico! — imitó mi pequeña mientras llevaba una galleta a su boca.

—¿De dónde han sacado eso? — pregunté. Rose la acercó hasta mi boca permitiendo morder un poco —. Mhm, gracias, amor.

Ella sonrió acabando lo que restaba se galleta. Son de chocolate y chispas del mismo, pero blanco. Mi favorito.

—¡El señor James! Ha pedido unas cuantas al señor Tom, quién no ha podido negarse, pues se quieren mucho.

Sonreí.

El hermano de Lizzie ha sido... Hostil, pero amable, no ha dejado que el cuestionamiento llegue tranquilo, sino que ha decidido intervenir, lo agradezco de cierta manera, pero en cierta otra creo que no soy de su agrado.

No lo culpo, Elizabeth es su hermana pequeña. Yo también intentaría cuidarla muchísimo. También me gustaría cuidarla, lo merece...

Elizabeth no merece nada malo, y de hecho creo que es por eso que no puedo arrancarla de mi cabeza desde... Siempre. Me parece una gran persona, pero hoy... que estoy comenzando a descubrir mis sentimientos por ella, me parece más que solo una gran chica, es realmente un alma noble.

—¿Mami, a dónde vamos primero?

—¿Quieren conocer la aula de maestros?

—¡Maeto! ¿Mami maeta? — preguntó Rosie. Acerqué mi rostro al suyo rozando mi nariz con la suya mientras avanzábamos. Ella iba en mis brazos y Elliot de mi mano.

—Mami es maestra, Rose. Ella es una gran maestra.

Sonreí. Mi pequeño era mucho mejor hombre que su padre, y eso es algo que agradecía. No se parecía a él en lo absoluto, pero seguramente es porque Ryan es en serio un buen padre. Incluso aunque no admita que hay comportamientos que no debería tener, sabe que no debe tenerlos delante de nuestros niños.

Algo es algo.

Avanzamos hasta los salones, ambos niños estaban interesados en todo. Elliot más que Rose. Óscar habló con ellos, fue agradable.

—¿Te gusta esto? Es una guitarra. Tu madre ha dicho que eres fan de la música antigua.

—¡Que sí, que sí! Me gusta mucho oír a papá tocar guitarra por casa, mami canta lindo.

Sonreí.

—Eh, Johansson, lo tenías escondido, ¿algo de teatro musical por allí? — preguntó Óscar.

—Oh, soy una caja de sorpresas — reí y de pronto vi a Andrew entrar en el salón. No dijo nada, nos observamos por un microsegundo, él buscó su bolso y salió de allí.

—No saludan, eh — dijo Óscar juguetón y yo negué indicando que no siguiera por allí —. En fin, niños, ¿qué les parece si los llevo a conocer el anfiteatro y cantan un poco con su madre?

—¡Que sí, que sí queremos!

Mi pequeño se bajó emocionado de la silla.

—¡Pero vamos, ya mismo!

Óscar rió y se acercó a mí.

—Lamento lo de Andrew, espero que... sepas que puedes contar para lo que sea conmigo.

Su mano acarició mi hombro hasta llegar a mi antebrazo. Sonreí algo incómoda.

No necesito su apoyo, de la forma en que lo propone, no.

Laguna negra |Scarzzie|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora