92°

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Lizzie.

—¡Está casi listo! —dije.

Salí de la cocina de mi novia, y me encontré con Scarlett narrando una historia a sus pequeños.

Ella sostenía un cuento entre sus manos, y con una entonación mágica, contaba a los pequeños lo que en el libro acontecía.

—¿Entonces que ocurrió con aquella sirena? ¿Dejó de serlo?

Sonreí.

—Ella estaba enamorada, y por eso deseaba dejar de ser una sirena. Para estar con su enamorado.

—¡Ah, no, eso no! —se quejó Rose —¿Por qué cambiar para que te amen? No me gusta.

—¡Es cierto, eso es feo y malvado!

—¡Sí!

—Amores, es un cuento... Es ficción.

—¿Y qué es eso? —dijo Elliot.

Scarlett mordió su labio inferior y bajó la mirada a la alfombra para volver a levantarla.

—¿Saben qué? ¿Recuerdan algo sobre su vocabulario en español? —preguntó. Ambos niños asintieron —. Pues, veremos una película en español mientras esperamos a Lizzie, para recordar y practicar el idioma.

—¡Genial!

Observé a los pequeños y mi mirada volvió sobre la cocina, pues el tiempo de cocción ya estaba. Me mantuve entre la puerta y la pizza.

—No comiencen sin mí, necesito unas clases —dije sincera.

—¡Es muy súper fácil! —dijo Elliot sonriente.

—Eso es nuevo, eh —dije yo.

Scarlett sonrió y los vi ponerse manos a ello.

Es lindo verla convivir con sus hijos.

Incluso cuando los pequeños me vuelven loca. No sabía que los niños pequeños eran capaces de recibir tanta información y distribuirla de formas tan rápidas.

Me acerqué hacía ellos con la pizza, y de pronto vi a mi prometida apartar a su hijo.

—No, es mío —dijo arrebatando el trozo de pizza que él eligió, la vi morder como si no importara.

—¡Mami, eso es trampa!

—Hey, soy tu madre. Te di la vida —bromeó ella y volvió a morder manchando su mentón con salsa de tomate.

—¡Mami, estás manchada! —dijo Rose.

Ella buscó las servilletas, le acerqué una, nuestros ojos se cruzaron.

—Gracias, amor —dijo sonriente.

Ella está comiendo, sin preocupaciones por eso, simplemente comiendo.

—Okay...

Ambas sonreímos, sin embargo creo que ella no entendió lo importante que era esto, y tampoco quise poner presión al asunto. Estaba emocionada, y debía dejarlo estar para evitar que ella se altere, pero no podía apartar mi mirada de su rostro.

—¿Ya te limpiaste? —preguntó Elliot.

—Ya —contestó ella enseñándole.

—Genial, mami.

—¿Saben? —hablé rápidamente —. Estuve viendo lugares en Los Ángeles y creo que encontré el adecuado.

—¿Ah, sí? ¿Cuál?

—Quiero que viajemos. Ustedes, Piolín y yo, nos quedaremos en una cabaña y aprovecharemos de ver ese u otros sitios, una semana, nada más, ¿les interesa?

Laguna negra |Scarzzie|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora