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Lizzie.

—¡Asamblea! —gritó alguien golpeando la puerta por fuera.

Los gritos se mantuvieron por todo el piso, podía sentir el ajetreo. Me giré para observar el techo.

Froté mis manos sobre mi rostro y dejé ir un suspiro. Estoy cansada.

No he dormido demasiado bien. Soñé con la maestra Johansson llorando mientras mi mano le acariciaba el cabello.

—Como si te importara. — susurré poniéndome de pie.

Avancé hasta la ducha. Me di la ducha más corta pero relajante de toda mi vida... Eso hasta que escuché los pasos de Johansson en su baño, luego de eso, decidí salir de allí.

No quería que el agua comenzara a caer fría.

Elegí algo simple, porque comenzaba a sentir que mi nariz se congestionaba, por lo que realmente no tenía ganas de preocuparme por combinar algo, no más allá de, "todo esto es ropa oscura", y ya.

Salí del cuarto con el cabello húmedo y mientras cerraba con la llave, oí el mismo procedimiento a mi lado.

—Buenos días, maestra. — murmuré y ella me sonrió.

—Hola, ¿cómo estás?

La vi cerrar su abrigo mientras parecía esperar mi respuesta.

—Bien, gracias.

Comenzamos a avanzar, ella unos pasos más allá. Recordé mi sueño y la forma en que su llanto había calado hasta la profundidad de mi inconsciente...

Avancé un poco más y la vi leer un libro de portada oscura. Llegamos hasta el ascensor, ella se metió dentro y yo también.

—¿Vas a la asamblea? — preguntó y asentí.

Quería hablarle, pero me auto-saboteaba porque temía. ¿A qué específicamente? A todo. A charlar más con ella y darme cuenta de lo interesante que puede ser sucumbir por... "Los placeres carnales".

Suspiré. Ya pasaron varios segundos. Giré mi rostro y la vi centrarse en el libro.

—¿Qué lee? — pregunté por impulso.

—Oh, es un... Libro viejo. — se encogió de hombros.— Ana Karerina, de León Tolstói. Date una oportunidad de leerlo, es un buen libro... — sonrió y yo correspondí su sonrisa.  Me quedé en silencio otra vez. Joder. — "Todas las familias felices se parecen unas a otras, pero cada familia infeliz lo es a su manera" — mencionó sin apartar la mirada de su libro.

Mi corazón se aceleró un poco.

¿Ella acaba de recitar algo?

—Ha de ser el inicio o el final...

—El inicio del libro. — contestó sonriente.

—Es un clásico, es importante memorizar los inicios o finales de los clásicos.  — mencioné yo recordando lo que mi hermana solía repetir.

Debo admitir que es gracias a ella que mi amor literario creció alguna vez...

—Nunca se sabe cuando...

—Podría necesitarse. — completé su idea.

Ella asintió observándome fijamente. ¿Es idea mía o en este ascensor hace demasiada calor?

—¿Cómo se encuentra? — pregunté rápidamente.

¡Mierda, Elizabeth!

La pregunta pareció sacarla de su zona de confort.

Laguna negra |Scarzzie|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora