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Chimon pasa la toalla por mi cara, ahora que está limpia, y se apoya en el lavabo, mirándose al espejo.

—Quiero venganza —dice de la nada y niego con la cabeza.

—No tuve cuidado, él tiene razón.

Realmente no quiero tener más problemas.

Estoy fallando en mi misión de ser invisible.

—¿Por qué tienes tanto miedo? —me pregunta confundido y yo suspiro.

Me transformo y vuelvo a mi forma humana rápido, porque es más fácil mostrarlo.

—No necesita disculparse conmigo, fue mi culpa por existir.

—Ya sabía que eres un roedor.

—Sí, pero no soy una linda ardilla, un útil castor o un tierno hámster —respondo mirándolo— cuando eres como yo, ser ignorado es lo único a lo que puedes aspirar.

—El problema no eres tú, el problema es la gente idiota.

Me serviría pensar como él, supongo, pero no es así.

Realmente odio ser yo.

Cuando era niño, mi papá se fue de casa, dejó a mi otro papá conmigo, porque yo lo avergonzaba.

Entiendo que la genética cuando hay cruce de razas puede ser inesperada, pero yo era considerado un accidente terrible para él.

Al crecer solo buscaba agujeros para esconderme, y mi ansiedad se elevó con los años.

Mi corazón es una máquina que pierde el control, incluso con los ruidos altos, porque le temo a todo.

Es hasta molesto relacionarse conmigo.

Llega a ser insoportable estar con alguien que todo el tiempo se siente menos que los demás.

—Ya me voy —le dijo bajito y él me mira preocupado.

—¿Quieres que te acompañe a casa?

Niego rápido con la cabeza.

—Gracias, Chimon.

Agarro mi mochila para salir, y voy por el pasillo, luchando con lo incómodo que es para mí ser tan grande.

Cuando soy pequeño puedo esconderme mejor, nadie me ve, y es como me gusta.

Ni siquiera me importa el asco o miedo que me tienen, porque puedo evitarlos.

No quería llamar la atención hoy y media universidad debe saber lo que pasó.

Yo no le importo a nadie, pero claro que les importa Ohm.

Y lo entiendo.

Tiene el tamaño, la cara, el cuerpo y la actitud de alguien que nadie puede ignorar.

Cuando me miró a los ojos, quise arrodillarme para pedirle disculpas por respirar cerca de él.

He visto a otros depredadores en mi vida, pero los leones son particulares.

No hay manadas grandes de ellos, como los comunes lobos, ni son generalmente extrovertidos como los tigres.

Los leones son escasos, existen para gobernar, y es complicado saber más de lo que puede verse de forma superficial.

—No me agradas.

Volteo a mi lado asustado, y veo a Ohm, mirando su teléfono.

—P-Perdón —respondo bajando la cabeza.

—Si tu amigo, el perro de niña, vuelve a meterse conmigo, voy a desquitarme contigo también.

Me detengo porque pone el brazo izquierdo frente a mí, y me acorrala hacia los casilleros.

—¿Qué eres? —pregunta oliéndome— ¿Soy tu cazador natural?

No respondo, y él insiste.

—¿Cebra? ¿Gacela?

Cierro los ojos porque se acerca más, y ya estoy temblando.

—Ratón —susurro encogiéndome más en mi lugar.

Ya no siento su respiración en mi cara, porque se aleja, y me mira analizándome.

—¿Por qué estás preocupado entonces? —me pregunta agarrándome el rostro para que lo mire directamente— jamás me comería algo tan asqueroso.

Lo miro en silencio y comprendo.

Debe ser desagradable para él, convivir con animales como yo.

Animales || OhmnanonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora