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No culpo a Ohm de como me puedo sentir, porque tiene razón.

Es normal que otras personas sientan ese rechazo y soy yo el que debe aprender a convivir con eso.

Sin embargo, siempre es duro escucharlo y quiero llorar.

Abro la puerta del baño para esconderme y veo a Jimmy mirando el agua de la llave corriendo.

No la está tocando, porque está apoyado en sus manos, para sostenerse.

Me acerco rápido y agarro su mano derecha, para ponerla en el agua.

Me mira a mí cuando la siente, y noto la desesperación con la que intenta respirar.

Respiro yo, profundamente, para que me siga el ritmo.

—Estás haciéndolo bien —digo un par de minutos después, al ver que está calmándose un poco— siempre lo haces bien, ya va a pasar.

Noto el sudor de frente, y me calma ver que por fin se concentra en su mano.

Las personas tienen formas diversas de autorregularse, y sé que a Jimmy le sirve el tacto con el agua para mantenerse enfocado.

No quiero agobiarlo, intento darle espacio, pero no quiero que se sienta solo.

—Todo está bien, Jimmy —susurro pasando mi mano por su espalda, despacio— nada va a pasarte, estoy contigo.

Él se agacha más y vomita, y yo odio no haber traído mi mochila.

Tengo una farmacia ahí.

Volteo por inercia a la puerta, y veo que Ohm está parado junto a la puerta, mirándome.

Supongo que no se acerca, porque esto no es nuevo para él.

Es obvio que sabe que esto le pasa.

—Voy a buscar unas pastillas, te sentirás mejor —le aviso despacio, pero agarra fuerte mi mano, y entiendo que no quiere que me vaya— está bien, acá estoy, me voy a quedar.

Como si lo entendiera, Ohm sale de ahí y regresa pronto, con mi mochila.

Está agitado, claramente corrió, pero no quiere acercarse.

Cuando Jimmy se pone derecho de nuevo, luego de pasar el agua fría por su rostro y lavarse la boca, agarro la toalla para secarlo, ayudándole a sentarse en el piso, porque es lo que quiere.

Continúo respirando fuerte, para que no pierda el ritmo mientras lo seco y él me mira.

—Gracias —susurra apoyando su cabeza en la pared y le sonrío.

—No tienes que agradecerme, soy tu amigo.

Al levantarme, Ohm estira la mochila hacia mí en silencio, y se sienta por fin en el piso al lado de su hermano.

Está muy preocupado, tocándolo para medir su temperatura.

Coloco las pastillas al lado del lavabo y voy a salir por una botella de agua, ahora que no tiene que quedarse solo.

—Oye —dice Ohm alcanzándome cuando ya estoy en el pasillo.

—¿Sí?

Noto como sus labios se mueven, pero no dice nada, y sacude la cabeza finalmente.

—No le cuentes a nadie, ¿bien?

—No lo haré —respondo bajando la cabeza.

Me incomoda que crea que yo haría algo así.

—No quiero que la gente sepa una mierda de esto.

—Solo voy por agua, no te preocupes —digo ya ofendido antes de darme la vuelta, para ir rápido.

Animales || OhmnanonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora