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Nanon camina unos pasos delante de mí, al salir de la heladería y bajo la dirección de mi mirada a la mano que tiene libre.

Volteo a ver a mi alrededor y la calle está vacía.

—¿Puedo tomar tu mano? —me atrevo a preguntarle y él se sonroja.

La levanta y yo aclaro mi garganta, tomándola.

Es un claro sí.

Sus deditos se entrelazan con los míos y me mira, haciendo una mueca.

—¿Seguro?

—Sí —respondo relajándome.

Bajo mi boca al cono que tiene en la otra mano y pruebo de su helado.

—¿Por qué no pediste uno si querías? —me pregunta alejándolo de mí y yo hago un puchero.

—Eres un ratón egoísta.

—Si soy.

Me río acomodando su cabello con la otra mano y noto que está mirando mis labios.

—¿Qué pasó?

—Te manchaste —responde acercando su boca a mi labio superior y me roza despacio.

Agarro su mejilla y lo atraigo más a mí, para darle un beso.

Me gusta sentir a mi corazón saltando todo el tiempo por él.

Baja la mirada, cuando me alejo, y sé que es porque todavía no se acostumbra a esto, pero tendrá que hacerlo, porque no tengo planes de terminarlo.

Yo ya sé lo que tengo que hacer.

Cruzamos la calle y nos detenemos frente a la farmacia, porque a eso vinimos.

—Tú solo —dice soltándose de mí y yo abro la boca ofendido.

—Te compré el helado a cambio de que entres tú.

—No recuerdo —dice disimulando y le quito el cono.

Agradezco que sea pequeño.

Lo despego del piso, colocándolo adentro y la señora que atiende nos mira, porque suena la campanita.

Nanon hace una reverencia nervioso y voltea, mirándome mal.

—¿Puedo ayudarte? —le pregunta amable, así que tiene que acercarse.

—Sí —dice apoyándose en el mostrador— me da eso, eso y eso.

Suelta señalando cosas al azar.

Quiero reírme.

—Y esos —agrega rápido, señalando los condones.

Ella asiente sacando lo que le ha pedido, y se detiene al final.

—¿Cuáles? —le pregunta girando y Nanon señala dos cajas, sin mirar.

Ella teclea en la máquina y yo suelto una tos fingida, porque lo está olvidando.

Queremos algo en específico.

—Pa-Pastillas de emergencia —dice nervioso y ella lo mira.

—¿Para cuántas tomas?

—Una —responde bajito.

Me apoyo en la puerta viéndolo pagar, y sale rápido, luego de darle las gracias.

—Me caes mal —dice dándome la bolsa y me río, caminando detrás de él.

—No puedes hablarme así, soy tu novio.

—Eres un novio tonto —responde cruzándo los brazos y yo le devuelvo el helado.

—¿Mejor?

—No, cómprame otro.

Suspiro, porque es muy lindo.

Me asusta un poco volverme un adicto a pasar los días con él, incluso haciendo nada, soy más feliz cuando está cerca.

Animales || OhmnanonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora