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Volteo a mi lado en la biblioteca, porque Ohm se sienta a mi lado.

He buscado un espacio al fondo para estar solo, pero él me ha encontrado.

Sé porqué está acá.

—Hola —balbuceo asustado mirándolo y él acerca su cara.

—¿Vas a llorarle a tu amigo siempre, idiota?

—No —respondo negando con la cabeza.

Mi respiración se corta en seco, porque coloca una de sus manos en mi cuello, sin presionarla.

Siento su respiración en mi piel, totalmente acorralado.

Lo tengo tan cerca, que mi corazón está loco.

Debe ser increíble verse así de bien.

Es tan atractivo.

Agarro despacio mi mochila y saco el pin, para levantarlo a su altura.

Él me suelta, por fin.

—¿Puedes cuidarlo? —le pregunto cerrando los ojos, porque probablemente va a burlarse.

—¿Qué?

—Puedes llevártelo, pero es especial para mí.

—¿Y no crees que es ridículo pensar que este gato feo es especial? —me pregunta mirándolo y yo hago un puchero inconsciente.

No es feo, solo está un poco viejo.

—Para mí —repito jugando con mis dedos— es que es...

—¿Te pregunté?

—No, lo siento —susurro haciendo una reverencia.

—No me digas que hacer, ratón.

Escucho sus pasos alejándose, con un nudo en mi garganta.

Él parece una pared con la que no se puede conversar.

Suspiro, antes de levantarme también, porque es tarde.

No tengo tiempo para echarme a llorar ahora.

Papá trabaja durante la noche a veces y hoy tiene turno.

Quiero cenar con él, antes de que se vaya.

Paso por el baño como siempre, antes de irme, y veo a Jimmy de nuevo ahí, cuando abro la puerta.

Quita las manos del agua rápido y sé que espera que me vaya, pero ya me di cuenta.

—¿Es una costumbre tuya aparecer cuando quiero estar solo?

Abro mi mochila en silencio y saco las pastillas que tengo adelante.

—Cuando no estás medicado, es complicado, yo uso estas porque me ayudan a controlarla, es un complemento para tu alimentación, no necesitas que te la dé el doctor.

—¿Qué es?

—Tengo ansiedad desde que soy un niño —le digo aún con la cabeza abajo— lamento si lo noté y si te incomoda que lo sepa, mis ataques eran más frecuentes antes, y sé lo que haces con las manos.

No sé qué tan cómodo puede sentirse un león con esto.

Pienso que quizás va a botarme, pero agarra la caja, y se sienta junto al lavabo.

—Papá siempre dice que es porque no sirvo para nada —me cuenta apoyando la cabeza en la pared y puedo mirarlo con más confianza— por eso nunca puedo decirle lo que ocurre.

—¿Te pasa seguido? —le pregunto acercándome y él asiente.

—¿Es ridículo que un león tenga este problema?

—Eres una persona, nada puede quitarte el derecho de tener debilidades, y estas no te hacen menos león.

Lo veo agarrar la botella de agua y saca una pastilla, así que retrocedo.

Quiero dejarlo solo, no debe ser sencillo para él.

—Oye, Nanon —dice cuando muevo la manija.

—¿Sí?

—Gracias.

Animales || OhmnanonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora