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🐶

Yo sé que Jimmy no quiere pelear conmigo, porque me subestima.

Sí, es un león.

Sí, pesa como 200 kilos más que yo.

¿Y?

¿Eso me hace incapaz de ganarle en una pelea?

O sea sí, pero no me gusta que crea que no puedo.

Ese idiota egocéntrico.

Quiero ignorar su existencia, pero es imposible, porque nunca se calla en clases.

Es el típico lamepatas de los profesores, siempre levantando la mano para demostrar que es mejor que el resto.

Bueno, quizás lo es.

Quizás es ligeramente más listo que el resto, más atractivo, más carismático, más imponente, más gracioso, más culto, más sensible, más fuerte, más seguro de sí mismo, más ingenioso, más...

Me cae mal.

Mi karma es que estamos en la misma facultad.

No tengo que llevar solamente los cursos generales con él, paso los días completos viéndolo.

Hoy el profesor de bioquímica me ha pedido que limpie, antes de irme.

Cuando entro al laboratorio, voy a cerrar la puerta, pero Jimmy se mete.

—Salte, pesado —le digo intentando empujarlo, pero me detiene con un dedo en mi frente y me empuja a mí.

Es mucho más fuerte.

—Te voy a ayudar —responde apoyándome en la mesa— se dice gracias.

Bajo la mirada, porque su cuerpo está pegado al mío.

¿Los leones pasan su vida en el gimnasio o algo así?

—Puedo solo.

—No puedes, pequeñito.

Miro sus labios, porque sonríe, y le volteo la cara.

Soy un Cavalier King Charles Spaniel, no soy pequeñito.

Agarro un trapo resignado, a que va a quedarse ahí.

Cuando me acerco a limpiar, lo siento de nuevo detrás de mí.

Pone las manos a ambos lados de mi cuerpo y me siento cazado.

Giro, subiendo mis ojos por su cuerpo, y termino en su cara.

—¿Qué quieres? —le pregunto intentando mantenerle la mirada.

—Me estaba preguntando... la razón por la que me odias.

—Porque no eres para tanto —respondo cruzando los brazos— estás sobrevalorado, narcisista desagradable.

—No puedes llamar sobrevalorada a esta cara —dice acercándola a mí— soy perfecto.

Creo que voy a derretirme porque sonríe, cerrando sus ojos.

—No —suelto con firmeza y hace un puchero.

—Bueno, yo creo que eres lindo.

Ah.

Mi corazón se para por un momento, y me pongo nervioso.

Muy nervioso.

Es como si mi boca, por primera vez, no estuviera funcionando.

Siempre tengo una respuesta para todo, pero me ha dejado sin palabras.

Miro sus labios otra vez, porque siento su aliento mezclándose con el mío.

No puedo creer lo rápido que se me ha caído la dignidad.

—¿Y por qué me importaría a mí? —le pregunto desviando la mirada— ¿Estás invitándome a salir?

—No, yo no hago eso, creo que es una pérdida de tiempo.

Quiero preguntarle más, pero me besa y mi cerebro se apaga de nuevo.

Es algo corto, un pico, ni siquiera me da el tiempo para reaccionar.

Va a alejarse, pero agarro su brazo y sonríe, mirándome.

—¿Es un sí? —me pregunta acercándose otra vez a mi boca, porque asiento.

Me estremezco porque me carga rápido a la mesa para que me siente, y me besa, metiendo su lengua en mi boca.

Intento mantener mi estabilidad correspondiéndole, pero estoy abrumado.

—Tienes suerte —dice quitándome la camiseta.

—¿Qué?

—Mírame —responde acariciando mi cintura— soy un premio.

Es insoportable.

Gimo, cuando pasa la mano izquierda por mi entrepierna y busca en su bolsillo con la derecha.

—¿Sí? —me pregunta mostrándome los condones que tiene y yo muevo rápido mi cabeza afirmativamente.

Animales || OhmnanonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora