Capítulo XXVII: Palabras

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—El muy idiota seguro que lo hizo porque mi papá le dijo algo. —Hina se limpiaba las lágrimas con enojo—. ¡No puedo creer que de solo recordarlo me ponga a llorar de nuevo!

—Es normal. Se te nota que lo quieres mucho. —Emma la rodeaba con un brazo y le daba palmaditas.

(T/N), por su parte, estaba sentada en la silla frente al escritorio de la habitación de Hina. No la sorprendía la delicadeza que exhibía cada detalle de la habitación. Era un reflejo perfecto de Hina y su sutileza. Todo estaba organizado y en la cama había un peluche de un delfín gigante.

—¿Pero te gustaría volver a hablar con él? —cuestionó (T/N), a lo que Emma le lanzó una mirada precavida.

—Claro que sí —dijo Hina—. ¡Quiero volver a golpearlo!

—La paz nunca fue una opción contigo, Hina. —Rio Emma—. Pero, en serio, ¿no quisieras ver si pueden resolverlo?

—Pues... Es que... —Se sonrojó—. Es que a veces es difícil hablar de ese tipo de cosas. Y cuando Takemichi se comporta así, tan responsable y maduro, me siento como una niña.

—¿Responsable? —Curvó una ceja (T/N), recordando muchas de las anécdotas que Manjiro le había contado sobre el chico.

—¿Maduro? —dijo Emma, divertida—. Pero solo es cuestión de abrir el corazón. Se supone que eso se puede hacer con un novio, ¿no, (T/N)?

—P-pues... —La aludida se sonrojó al tener la mirada fija de ambas sobre ella. Habían tenido esa conversación antes, cuando intentaban sacarle datos sobre su relación con Manjiro porque era reacia a explayarse del mismo modo en el que lo hacía Hina. Suspiró—: Con Manjiro hablamos de muchos temas. Es difícil porque tu hermano es un necio, Emma, pero a pesar de que tenemos opiniones distintas muchas veces, logramos encontrar un punto medio y empezar por allí.

—Suena a que hablan de cosas profundas —dijo Hina, admirada.

—Yo solo los he escuchado discutir porque una nube le parecía a uno un dinosaurio y a la otra una iguana... —murmuró Emma, a lo que (T/N) le lanzó un cojín en forma de corazón a la cara.

—Ya te dije que Manjiro y yo hablamos de muchas cosas más. Pero ese no es el punto, sino que, Hina, no debes dejar tus sentimientos atrapados en tu corazón porque luego te arrepentirás.

—Pero seguro Takemichi no está evitándome porque lo conozco. ¡Aunque yo sí! Tengo muchas cosas que decirle y más después de que hablé con mi papá.

—Comenzando con que no debería rendirse tan fácilmente, por ejemplo —dijo Emma con entusiasmo—. Quiero decir, no creo que alguien como él vuelva a conseguirse a una chica tan linda como tú.

Hina se rio un poco, apenada. Por su lado, (T/N) parpadeó ante el estamento. Se preguntaba qué había sido de Takemichi en doce años y quizás nunca lo descubriría porque habían pasado varias semanas desde la última vez que estuvo en el futuro. Aunque una parte de ella aún seguía escéptica al respecto.

—Entonces, solucionemos eso. —(T/N) le dirigió una mirada conspiradora a Emma mientras agitaba su celular—. Aunque iré al baño y a tomar agua.

Emma y Hina se quedaron atrás, riendo por un comentario que le hizo Emma para después contarle el plan que había trazado con la otra chica. La joven salió de la habitación y fue primero al baño, recordando el tour inicial que les había dado Hina. Después, cuando se dirigió a la cocina para tomar agua, se sorprendió al encontrarse con un niño que recién llegaba de la calle.

—Hola... Debes ser una de las amigas de mi hermana, ¿verdad?

—¡Hola! ¿Y tú debes ser Naoto?

El niño asintió con una sonrisa cordial. Sin querer, ella recordó su versión más adulta y halló las semejanzas. Mientras el del futuro tenía cierta dureza en la mirada, el pequeño la observaba con curiosidad.

Destino fortuito || Manjiro Sano x ReaderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora