Extra X

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Llevaban casi un año y medio comprometidos y ninguno había hecho planes para casarse. No tenían recinto de bodas, ni modelos de invitaciones, ni habían elegido los trajes, ni siquiera estaban seguros de qué querían comer ese día. Ambos estaban ocupados con sus trabajos y preferían disfrutar el poco tiempo juntos en otras actividades.

Sin embargo, (T/N) se sorprendió cuando Manjiro, mientras lavaba los platos, le dijo:

—¿Qué te parece si nos casamos el 28 de marzo? Leí que los cerezos estarán en flor para esa fecha el año que viene.

La joven alzó la mirada de los trabajos que calificaba para observar su espalda. Tenía los hombros relajados, un poco más anchos que en la juventud por el entrenamiento. Lucía tan tranquilo, que asintió sin darse cuenta, su lengua adelantándose a su cerebro:

—Me parece bien. Yo... No lo había pensado.

—Yo tampoco. —Manjiro ladeó el rostro con una de sus sonrisas de chiquillo y agregó—: Kenchin fue el que me lo dijo muy sutilmente.

—¿Muy sutilmente? —se burló ella—. Si tú eres denso para ese tipo de indirectas.

Manjiro le sacó la lengua y se secó las manos para luego irse a reunir con ella en el kotatsu. Su mirada divagó por la sala unos segundos y se posó sobre ella de nuevo, que continuó calificando las evaluaciones distraídamente.

—Tenemos menos de medio año para organizarlo —dijo ella, golpeteando el bolígrafo contra su barbilla—. Las bodas de Hina y Emma fueron...

—No quiero que sea algo grande. ¿Tú?

—Uhm... Tampoco, no quiero terminar exhausta. —Agitó la cabeza y le sonrió—. Manjiro, ¿te parece si hacemos algo un poco más privado? ¿Algunos de nuestros amigos y familiares?

—Estaría bien. No tienes por qué invitar a tu mamá —agregó como quien tantea el terreno.

—¿Para que nos asesine? —Ella se echó a reír—. No te odia, Manjiro.

—Solo no soy el novio que se merece su hija...

—Pues eso lo decido yo.

—Lo que me consuela —suspiró Manjiro, como evocando todas las miradas reprobatorias que le había dedicado su suegra—. Pero sí, podríamos alquilar un área del parque por unas cuantas horas.

—Tendríamos que hacerlo desde ya. —Ella asintió—. Nunca se me había pasado por la cabeza casarme al aire libre. —Rio entre dientes, sus mejillas calentándose ante sus fantasías—. Bueno, de pequeña pensaba que lo haría en una iglesia, en mi país, con alguien de mi nacionalidad... Pero me alegra que seas tú.

—A mí también me alegra que, pese a todo, aún me hayas elegido. —Manjiro tomó su mano y curvó los labios—. ¿Sabes? Creo que también tengo a quien puede oficiar la boda.

—¿Quién?

—Será una sorpresa.

(T/N) puso los ojos en blanco, pero lo dejó ganar.

—Mitsuya ha estado enviándome bocetos para mi vestido, así que escogeré uno y...

—¡Yo también quiero ayudarte a escogerlo!

—¿Qué? No, no puedes.

—¿Por qué no?

—Es tradición de donde vengo, dicen que es de mala suerte que el novio vea a la novia con el vestido de bodas, así que no puedes.

Manjiro hizo un puchero y apretó su mano, haciendo que ella le pellizcara el dorso.

—De acuerdo, ¡yo también elegiré mi traje y no te diré nada!

Destino fortuito || Manjiro Sano x ReaderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora