Capítulo XLII: Fantasía

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Debía ser un sueño.

A Manjiro no lo avergonzaba admitir que soñaba con su novia con frecuencia. La escuchaba hablar y reír, y a veces lo tocaba como si temiera que se esfumara en el aire cuando era ella la que se recreaba en su imaginación. Le gustaba imaginar que ambos se encontraban en ese plano y prolongaban el tiempo que les corría a contrarreloj. Y, muy en el fondo, también agradecía que los sueños con su hermano hubieran disminuido.

Ahora, este sueño era un poco más nítido de lo normal. Su novia había ido a despertarlo y él la había halado para que terminara en sus brazos mientras le pedía cinco minutos más. Era uno de sus sueños recurrentes porque lo que más anhelaba era despertar a su lado. Sin embargo, en sus sueños, ella no se ponía tensa ni su corazón latía de tal modo que, bajo la calidez de las sábanas, podía escucharlo.

La tenía apresada con los brazos y las piernas rodeando las piernas de ella. Y quería quedarse así por una eternidad. Se removió y hundió la nariz en la base de su cuello, extasiándose por el ligero aroma frutal y por cómo encogió el hombro y le dijo que le hacía cosquillas. Se preguntó qué debía hacer para que ese instante se repitiera todas sus mañanas en el futuro, qué pasos eran los adecuados para asegurarse de que, a largo plazo, no terminaría arruinándolo.

La tomó por la cintura para posicionarse sobre ella. Quería besarla y olvidarse de sus problemas, dejar que se esfumaran por un segundo para volver a experimentar cualquier indicio de dicha.

Sin dudarlo, se inclinó hacia ella, pero se sorprendió cuando la chica se cubrió los labios, sus mejillas arreboladas.

—¡Tienes que cepillarte primero!

—¿Eh?

—¡Nada de «¿eh?», Manjiro! Llevo como diez minutos intentando despertarte y tú me haces esto... Es que debí hacerle caso a Draken cuando me preguntó como tres veces si estaba segura de querer encargarme de ti...

—¿No estoy soñando?

—¿Qué? ¡No! ¡¿Qué rayos sueñas?! —exclamó, avergonzada, pero no pudo reclamarle más cuando Manjiro le obsequió la sonrisa más cálida que le había visto.

—Es un sueño hecho realidad, entonces. —Él sonrió otro poco más y volvió a abrazarla—. No pensé que vendrías tan pronto.

—Son más de las diez.

Manjiro disfrutó de cómo ella le correspondió el abrazo. Se vio muy tentado a dejar caer de nuevo los párpados y quedarse así. Pero recordó que tenían una cita y esa idea también lo entusiasmaba, así que, pese a que el cuerpo le pesaba como una tonelada, se irguió. Le echó un rápido vistazo a su novia y su vientre se retorció y la respiración se le entrecortó al descubrir la imagen de la chica tendida sobre su cama, con el cabello contrastando en la almohada, el rostro sonrojado y sus ojos observándolo con un brillo indescifrable.

Antes de cometer una estupidez, se paró y fue corriendo al baño. Debía despejar la mente y empezar a usar la cabeza. Pero no era su culpa que su novia fuera tan sexy y él estuviera empecinado en tocarla, a sabiendas de que ella era el pudor personificado y probablemente le reclamaría. Aun así, creía que podía excusar sus sentimientos desenfrenados a su inexperiencia y a lo joven que era, pero si en serio se concentraba en usar la cabeza, creía que podría controlarse.

Se lavó la cara y se cepilló, considerando los posibles siguientes escenarios. El peor posible era que (T/N)cchi siguiera en su cama porque estaba seguro de que, entonces, tendrían que cambiar su cita a una en su habitación para monopolizarla. Aunque también temía que se hubiera molestado con él, aunque lo dudaba.

Sin embargo, para cuando salió del baño, aún un poco amodorrado y arrastrando los pies, se la encontró parada frente al estante donde tenía sus revistas y ojeaba una con cuidado.

Destino fortuito || Manjiro Sano x ReaderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora