Extra V

182 19 2
                                    

Advertencias: Suicidio y otras cosas jaja 

A veces, cuando miraba al cielo tendido sobre los barrotes de un juego infantil, se cuestionaba en qué momento todo se había torcido, pese a conocer la respuesta

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

A veces, cuando miraba al cielo tendido sobre los barrotes de un juego infantil, se cuestionaba en qué momento todo se había torcido, pese a conocer la respuesta. Quizás si hubiera hecho las cosas diferente, quizás si pudiera regresar el tiempo y enderezar sus pasos...

Pero no le gustaba vivir de quizás, a pesar de que era lo que su mente traía a flote más veces de lo que debería permitirse. Sabía que desde la muerte de Emma todo no había hecho más que empeorar, desde su amistad con Kenchin hasta él mismo. No se sentía orgulloso de su mentalidad retorcida, de lo fácil que le resultaba resolver todo asesinando a las personas, pero eso era mejor a vivir en las constante tortura de qué pasaría si alguien usaba a sus amigos para vengarse, qué pasaría con él si le arrebataban a alguien más.

Y también estaba la relación tumultuosa con (T/N). A veces corría a él y le susurraba que lo necesitaba, y otras veces lo repudiaba y le decía que lo odiaba. Y ni siquiera podía culparla, porque él era el responsable de que su relación se hubiera trastocado de ese modo. Por la muerte de Emma. Por creer que podía llorar junto a ella cuando ella estaba igual de destrozada. Por quitarle más que ofrecerle. Por dejarla ir. Por aceptarla cada vez que lo buscaba para lastimarlos.

Aún recordaba los pocos meses que estuvieron juntos después de febrero del 2006. Cómo ella era incapaz de verlo a los ojos, cómo se suspendían en prolongados silencios incómodos, con el recuerdo de Emma viviendo entre ellos. Aún paladeaba los besos por inercia, amargos, en ocasiones insípidos. Aún calaba en su pecho cómo ella, de un día para otro, le dijo que regresaría a su país porque no podía soportarlo, y nunca supo si se refería a él, al fantasma de Emma impregnado en todos los lugares, a ambos o a algo que se escapaba de su comprensión.

Se despidieron sin ánimo, casi como agradeciendo la distancia para darse un respiro, creyendo que quizás así lograrían pegotear los fragmentos de sus almas destruidas. Sin embargo, los años venideros tan solo los vapulearon más.

Cuando se volvieron a encontrar en 2010, a Mikey le costó un poco reconocerla por el vestido corto, las botas altas, el rojo tiñendo sus labios e impregnándose en el bordillo de la copa de champán. Sus labios enmarcaban una sonrisa, pero no tenía el mismo candor de antaño, lucía casi depredadora. Cuando sus miradas se encontraron a través de la multitud del bar, Mikey sintió un chispazo recorrerle la espalda mientras las mejillas se le calentaban y su vientre revoloteaba. Creyó que todo estaría bien —de nuevo— cuando ella se acercó a él y lo saludó con un efusivo beso en la mejilla, embriagada. Lo invitó a bailar y supo lo que pretendía por cómo lo tocaba, fue cuestión de minutos para que ella lo besara y para que él decidiera llevársela a un sitio más privado.

Terminaron en un motel cercano donde, si bien a Mikey le hubiera gustado tomarse su tiempo para descubrir cada resquicio de su piel, el ímpetu de ella fue lo que imperó, sin permitirle embotarse en la calidez de su piel, de un amor artificial. El mismo escenario empezó a repetirse con afluencia, algunas veces ella lloraba y le reclamaba, otras se hacían daño con uñas y dientes, otras veces se dejaban llevar por la monotonía de sus encuentros sexuales, otras Mikey le susurraba con descaro sus fantasías, disfrutando de cómo se corría entre sus manos.

Destino fortuito || Manjiro Sano x ReaderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora