Capítulo XXXIII: Futuro (IV)

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Cuando abrió los ojos y parpadeó, se encontró con un día despejado en mitad de una calle por donde apenas transitaban dos personas más. Su mano reaccionó al peso del celular y sus piernas la mantuvieron en su sitio al reparar en que, una vez más, estaba en el futuro o en sus sueños proféticos, aún no lo sabía.

Miró la pantalla del celular que tenía un mapa abierto con indicaciones. Se percató de que vestía un blazer, pantalones de tela, y unos tacones con los que ni siquiera supo cómo podía caminar, todos negros. ¿Sería el funeral de alguien? Su corazón dio un vuelco al recordar a Chifuyu. Apretó el paso con la respiración agitada. No quería ese futuro donde sus amigos estaban muertos sin razón aparente.

Cuando llegó a su destino, cada vez más agitada al ver las lápidas enfiladas con distintos nombres, se encontró con dos mujeres de apariencia similar. La forma de sus ojos y sus cejas le resultaron familiares. Una de ellas, la que se veía mayor, se acercó y dijo:

-Muchas gracias por venir. Tú debes ser (T/N), ¿no? Nuestro hermano nos habló de ti.

-S-sí -repuso ella, sin saber qué hacer.

-Sé que a él le hubiera gustado que estuvieras en su velorio, pero también apreciará que vengas a visitarlo. Tuvimos que alquilar un nicho porque... -A la chica se le quebró la voz, sus ojeras demostrando lo duros que habían sido esos últimos días.

-Está bien -interrumpió (T/N), posando la mano en su hombro a modo de consuelo.

-Lo siento. -La mujer se hizo a un lado y se cubrió el rostro mientras su hermana se adelantaba.

-Puedes seguir por ahí -le indicó la otra chica, que se apresuró a consolar a su hermana.

(T/N) asintió con el corazón en un puño y ascendió por los peldaños que llevaban a un área techada para los nichos y osarios. Pese a estar abrigada, el frío le caló hasta los huesos. Leyó los epitafios uno a uno, aliviada de no encontrar ningún nombre conocido, hasta que leyó los kanjis grabados de una. Quiso creer que era ella confundiendo las lecturas on y kun, pero tuvo que contener un sollozo al ver la foto enmarcada de un sonriente Mitsuya.

En un instante, recordó sus palabras honestas, la calidez de su mirada, que hacía un par de horas habían estado jugando y que fue uno de los pocos en la cancha que no la subestimó al inicio. Recordó cuando la había rodeado por los hombros y lo mucho que deseó que él fuera su hermano mayor. Mitsuya era refrescante y genial y no entendía cómo...

-¿Qué diablos está pasando, Mitsuya? -dijo con la voz estrangulada-. Si este es el futuro, no quiero...

La chica respingó cuando se percató de una figura ataviada en un traje oscuro. Ladeó el rostro, procurando no verse tan patética, y frunció el entrecejo al reconocer los ojos oscuros que la contemplaban con estupefacción.

-¿Qué dijiste...?

-Disculpa, yo no...

-Dijiste algo del futuro. -El hombre disminuyó la distancia entre ambos con dos zancadas-. Espera... ¡Tú eres la amiga de mi hermana!

-Y tú eres Naoto, ¿no? -repuso ella, agitada por la forma en la que el la miraba-. ¿Hina está bien?

Naoto apretó los labios y agitó la cabeza, pero continuó observándola con suspicacia.

-Murió en un atentado -le explicó de forma escueta, la expresión de la chica descomponiéndose aún más.

La joven se presionó las cuencas de los ojos para intentar controlar las lágrimas, pero no podía contenerse. El panorama era horrible de todos los modos posibles y no entendía qué pudo haber pasado como para que el futuro se hubiera torcido de ese modo.

Destino fortuito || Manjiro Sano x ReaderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora