Capítulo LXII: Distancia

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Para Emma era difícil el nuevo estilo de vida al que debía acostumbrarse. Sin embargo, intentaba dar lo mejor de sí misma para no preocupar a nadie, ni deprimirse aún más. Su abuelo la había animado a fortalecer sus brazos para mejorar su movilidad, después de todo, no podía depender de su hermano ni de Ken para siempre para movilizarse de un lado a otro. Así que se pasaba el tiempo libre haciendo ejercicios y las tareas que le enviaban del colegio. Llegar a un acuerdo con el colegio había sido horrible porque querían que fuera a clases en el segundo piso y no tenía medios para subir. Además, le costaba imaginarse su vida escolar sin su mejor amiga. No quería regresar a los interminables minutos de receso en total silencio.

Había descubierto que las personas no eran amables con alguien en silla de ruedas. Cuando iban por la calle, Ken y Mikey se habían peleado con más de uno porque tropezaban con ella y le echaban la culpa por "estar estorbando en la vía". Era difícil, pero debía mantenerse optimista.

Al menos aún podía escribirse correos con (T/N), y Yuzuha y Hina la visitaban con frecuencia. También en algunas ocasiones iba Takemichi, pero, tal y como Hina siempre lo decía, actuaba un poco diferente, aunque no tardó en acostumbrarse.

En ese momento, iba a hablar con Mikey sobre dejarla intentar hacer el almuerzo ella sola, pero no lo encontró en su habitación, ni en la sala, ni en ninguno de los otros sitios que solía frecuentar. Ni siquiera estaba en el dojo. Iba a salir a buscarlo cuando se percató de que tampoco estaba su motocicleta, así que se dio por vencida. Iba a dar media vuelta, cuando Draken se asomó por el pórtico.

—Emma. —Le sonrió y agitó un par de bolsas—. Me encontré con Mikey en el supermercado y me dijo que viniera a hacer el almuerzo.

—¿Y a dónde se metió el?

—Me dijo que iría a pasear con Babbu. —Se encogió de hombros y le sonrió—. ¿Te parece si cocinamos juntos?

Emma aceptó con una sonrisa, pero su mente estaba con su hermano. Últimamente se desaparecía sin decir nada más y lo sentía un poco distante. El hecho de que (T/N) se hubiera ido hacía tres meses, parecía haberle afectado más de lo que quería dejar aparentar. Y la preocupaba. Era su hermano y siempre lo apoyaría, ¿pero qué podía hacer cuando él no se lo permitía? Nada, porque así era Mikey, siempre estoico e inalcanzable.

—¿Quieres que yo...? —ofreció Draken, señalando un espacio de la cocina para que se quedara allí.

—No. Yo quiero intentar cocinar —atajó ella, alzando la mirada hasta la de él—. Puedo cortar los vegetales y la carne, tú puedes cocinarla.

Draken parpadeó, estupefacto, pero aceptó. Sabía que ella quería recuperar su independencia, pero al estar tan cerca de perderla, no podía culparlo por preocuparse. Era difícil ser permisivo, pero podía hacerlo por ella. Podían trabajar juntos, al punto de que sentía que eran mucho más unidos desde el accidente. Le había prometido a Mikey, en uno de sus últimos paseos, que permanecería junto a Emma, y cumpliría su palabra porque la quería y la atesoraba. No volvería a dejarla sola ni a arriesgar su integridad de ese modo. Que estuviera a su lado ya de por sí era un milagro, así que no quería arriesgarse.

 Que estuviera a su lado ya de por sí era un milagro, así que no quería arriesgarse

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Destino fortuito || Manjiro Sano x ReaderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora