Capítulo XLVI: Confesión

237 31 6
                                    

No estaba seguro de lo que ocurrió primero, si el grito o el empujón. Sin embargo, se maldijo por haberla soltado.

(T/N) cayó al suelo, agitada, desorientada, y a Mikey le pareció que estaba aterrada.

—Estás bien. Soy yo... —Manjiro se acuclilló frente a ella sin importarle que estuvieran llamando la atención de los pocos transeúntes.

—Manjiro... —Se llevó la mano al cuello, recordando que hacía unos segundos se lo atenazaban con una inquina sin límites.

—¿Estás bien? —Hina fue la siguiente en ponerse a su altura y le tendió una mano.

—¿Qué pasó?

—Te desmayaste —dijo Takemichi, nervioso—. Estábamos yendo al hospital porque llamamos a emergencia y dijeron que no había unidades disponibles.

—¿Cuánto tiempo...? —Se sacudió la ropa, después de recuperarse de un breve mareo, y se apresuró a tomar la mano de Mikey, que estaba pálido.

—¿Unos quince minutos? —calculó Hina—. Aun así, creo que deberías chequearte en el médico para descartar...

—Estoy bien —aseguró—. Solo quiero ir a casa. Llévame a casa, Manjiro.

—Pero...

—Estoy bien —repitió, enfrentándose a la mirada de Hina que parecía la única a la que no podría convencer.

Sin embargo, la sorprendió cuando Hina le echó un rápido vistazo a Takemichi y luego a ella, para después arrugar el entrecejo solo un poco. Tomó sus manos con cuidado y dijo con seriedad:

—De acuerdo, pero si te sientes así sea un poquito mal, tienes que ir al hospital.

—Gracias, Hina.

—¡Bien! Los dejamos, entonces. Takemichi, tengo algunas preguntas para ti.

—¿Eh? ¿Para mí? —El chico se señaló a sí mismo y, antes de que su novia lo atajara por el brazo para halarlo, le lanzó una mirada a su amiga, quien solo le indicó que hablarían luego.

La otra pareja se quedó sola. Manjiro no podía creer todo lo que había ocurrido, y tampoco lo pasmado que se había quedado al principio, cuando su novia se desplomó en sus brazos. Si no hubiera estado Hina para tener el aplomo de tomarle los signos vitales, dudaba que habría tenido la capacidad para hacer algo. Lo había aterrado perderla, porque ese tipo de situaciones siempre llevaba a eso cuando se trataba de él. Así mismo había sido con su madre y no quería pasar por eso de nuevo.

—Manjiro, respira.

—¿Eh?

—Vamos, respira profundo.

Mikey apenas en ese momento se percató de su respiración agitada, del tremor en sus manos y de la pátina de sudor empapando su cuello. ¡Que patético! ¿Cómo podía actuar así si era ella quien lo necesitaba?

—¿Te sientes bien? —se atrevió a preguntar, para luego respirar profundo—. Deberíamos ir al hospital.

—Solo quiero ir a casa, Manjiro... Solo eso. En serio estoy bien. No estoy enferma ni me va a pasar nada.

—Pero te desmayaste.

—No sé qué pasó. Quizás es un error en la matrix.

—¿Qué demonios dices? —replicó él sin entender cómo podía estar tan tranquila—. Por un momento, temí lo peor.

—Estoy bien, Manjiro. En serio. —Lo tomó por ambas manos—. Hagamos esto: llévame a casa y te prometo que pediré una cita para el médico.

—¿Segura? Tienes que jurarlo.

Destino fortuito || Manjiro Sano x ReaderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora