Capítulo XVII: Parque

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—Lo siento mucho, querida —dijo la señora Matsuda con gesto acongojado, parecía que había envejecido desde que escuchó la noticia de que su hijo había tenido un accidente laboral que le fracturó una pierna—. Me encantaría poder dejarte algo para que comas, pero...

—¡No se preocupe! —negó con una sonrisa comprensiva—. Prefiero que vaya a cuidar de su hijo en el hospital. ¡Por mi lado, tendré la casa impecable!

—Aun así, el trabajo de los chicos es estudiar, no preocuparse por qué comerán...

—Pues... —La muchacha desvió la mirada—. Tengo una amiga que con gusto podría encargarse de mi comida. De hecho, ya se ofreció para hacerlo.

—Aun así... —suspiró—. Solo quiero que te cuides.

—No se preocupe. Estaré bien.

—Bueno... —Su expresión se iluminó un poco—. Podré estar segura de eso, considerando que ese jovencito te ha estado trayendo varios días hasta acá.

La aludida se encendió, creyendo que la señora Matsuda no se había percatado de ello.

Después de todo, Manjiro había estado acompañándola la mayoría de los días que coincidían en el dojo en sus prácticas. Simplemente se había unido a su caminata cuando regresaba al ocaso, sin ofrecerse ni preguntarle a ella, pero tenían tanto por hablar que a ninguno realmente le importaba cuando el consentimiento era tácito.

—N-no es nada de lo que se imagina —negó.

—¿Y qué me imagino?

La chica se sonrojó aún más y la señora Matsuda se rio.

—Está bien ser joven. Disfrútalo como más quieras. Solo no lastimes a los demás ni a quienes te importan.

A la chica le pareció que hablaba por experiencia, pero decidió no mencionar nada y guardarse el consejo en el fondo del pecho. Al final, ambas llegaron a un acuerdo respecto a sus comidas y sus prácticas en el dojo de los Sano para que la consciencia de la señora Matsuda pudiera estar tranquila y no sumar más arrugas a su rostro.

Era sábado por la tarde y se probaba diferentes conjuntos frente al espejo, indecisa del mejor estilo para la salida improvisada que había organizado Emma con ella y Hina, con la advertencia de que "los chicos" también podrían aparecerse. No entendía a quien se refería por chicos, pero supuso que se trataba de Draken, Mikey y Takemichi.

Suspiró con frustración y se decantó por un pantalón de mezclilla con una camiseta de su color favorito, prefiriendo la comodidad y aprovechando que el día estaba peculiarmente cálido para ser inicios de otoño. Aparte, tampoco tenía demasiada ropa porque la mayoría se había quedado en su país.

Quedaron en verse en un parque cercano a la casa de Hina, ese donde había avisado a Mikey y a Draken que estaban haciendo peleas callejeras sin sentido —o moliendo a golpes a Takemichi, aún no estaba segura—. Recordó que justo después de ese evento, por la noche, había tenido el extraño sueño profético pseudo-viaje-al-futuro, y vio tras sus párpados, con mayor nitidez, el bar y a Mikey, con su expresión taciturna. Un escalofrío la recorrió. Definitivamente, no quería ver a Manjiro en ese estado, pero no tenía ni idea de qué podía hacer ella por él, o si siquiera era capaz de ocuparse de los problemas ajenos.

—Uhm... ¿Hola?

Parpadeó, alejándose un poco al encontrarse con la mano de Hina frente a su cara. La chica la veía con preocupación.

—Estabas perdida en tus pensamientos —esclareció.

—¿En serio? No es algo que suela pasarme —susurró, de repente apabullada porque no conocía bien a Hina, tan solo había escuchado hablar de ella por Emma y se habían conocido en las condiciones más raras posibles: en el preludio de un pelea callejera, solo por no agregar su encuentro con la Hina del futuro.

Destino fortuito || Manjiro Sano x ReaderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora