Extra VII

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A Manjiro lo fascinaba cómo la mano de su novia encajaba entre la suya, cómo buscaba refugio contra su piel. En esa línea de tiempo, se estaban tomando las cosas mucho más despacio, pese a que él se moría por tenerla cerca y poderla besar.

Se habían tardado un poco más en hacerse novios y su vientre aún se llenaba de mariposas al recordar cómo ella se lo había pedido; sin embargo, continuaba tomándoselo con calma, al punto en el que, pese a que ya habían dejado atrás el Año Nuevo, tampoco la había besado. En su fuero interno, lo asustaba que lo rechazara porque no existían eventos claves entre ellos como antaño. Aun así, quería creer que no se estaba imaginando la forma en la que lo miraba, las sonrisas compartidas y las confidencias susurradas.

En esa ocasión, ascendían por las escaleras al templo Musashi en silencio. Había veces en las que ella se quedaba callada, como si contemplara una memoria lejana. Apretó su mano y Manjiro se detuvo para prestarle atención.

—¿Podemos regresar? —preguntó ella, lanzándole una mirada dubitativa al resto de peldaños que faltaban por subir.

—Si tú quieres... Pero llevas postergando conocer a mis chicos por un tiempo —dijo Manjiro con suavidad—. Y conoces a Kenchin y a Chifuyu, a Baji y a Takemicchi, no vas a estar sola. No te voy a dejar sola si así lo quieres.

—N-no estoy lista para ver de nuevo a Kisaki y a Sanzu —farfulló, nerviosa—. Dios mío, no sé qué haré cuando Izana...

Estás hablando español —susurró Manjiro en su español chapurreado—. ¡Estarás bien! En serio no dejaré que nadie te haga daño. Además, han cambiado de las versiones que están en tus memorias.

—Sí, bueno... —Ella suspiró y se mordió el labio inferior para después forzar una sonrisa—. Estoy con el Gran Manjiro, ¿no? Aunque es normal que me ponga nerviosa.

—Así es, estás conmigo y también es normal que te sientas así, pero en serio quiero que los conozcas. Sé que tú y Kisaki se llevarán bien.

(T/N) soltó una risita sardónica, pero asintió. Se aferró un poco más a su mano y avanzaron. Manjiro empezó a balancear sus manos y ladeó el rostro cuando ella habló:

—¿Cómo te fue en tu terapia?

—¡Bien! Extendieron el tiempo entre sesiones, así que estaré medio año sin mi psicóloga. —Manjiro curvó los labios hacia el cielo degrado en tonos violeta por el crepúsculo—. Me he esforzado mucho, deberías felicitarme.

—Manjiro, sé que lo has hecho. —Ella le sonrió con suavidad—. Y más que felicitarte, estoy orgullosa de ti. A veces siento que me hubiera gustado estar para ti más antes.

A Manjiro le ardió la sonrisa en el rostro con alborozo, le dio un apretón efusivo a su mano y dijo:

—Eso no importa, me importa que estés aquí, ahora, y en el futuro.

(T/N) apretó los labios y bajó la mirada, azorada. Pese a que a veces la abrumaba todo el cariño que Manjiro le profesaba, también le encantaba saber que alguien podía llegar a quererla así, a pesar de que no se consideraba excepcional.

Ella se abrazó de su brazo mientras recorrían los últimos peldaños. Por el acortamiento de la distancia, Manjiro podía sentir su corazón latiendo, tan acelerado como el de él. Y también percibió su ligera tensión cuando divisaron al grupo de chicos reunidos en las inmediaciones del templo.

El que estaba más próximo era Mitsuya, que hablaba, recostado de su moto, con Hakkai. Mitsuya alzó una mano de forma casual y curvó los labios cuando se percató de la figura que acompañaba a su amigo.

Destino fortuito || Manjiro Sano x ReaderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora