Capítulo XLIV: Cita (II)

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La cafetería tenía un aire rústico por los muebles de madera y la iluminación amarilla, las paredes estaban cubiertas de tapiz que daban la impresión de estar hechas de ladrillo, y la música que se escuchaba era un rock japonés moderno. El ambiente era cálido y no estaba tan lleno porque ya había pasado la hora del almuerzo —y Manjiro estaba de un poquito mal humor cuando se dio cuenta—.

Una mesera les dio la bienvenida y los llevó a una mesa esquinera con vista hacia el cruce de Chiba para después darles el menú. La leyeron en silencio un par de minutos.

—Muero de hambre y todo se ve muy bueno —exclamó Mikey con hastío.

—Es cierto. ¿Quieres que vayamos a mitades?

—¿Podemos?

—Bueno, nadie puede detenernos. —Ella se encogió de hombros y su corazón dio un vuelco cuando Manjiro le obsequió una sonrisa gigantesca.

—¿Qué te parece si pedimos esto? —Le señaló dos platos del menú—. Y yo quiero un capuchino.

—¡Bien, y para mí una limonada! Pide eso mientras yo voy al baño. Y tú deberías lavarte las manos después.

Mikey parpadeó, sorprendido, pero no tardó en armarse con una sonrisa. No estaba seguro de lo que había hecho para conseguirse una novia tan linda y que se preocupara por él. Estaba seguro de que ella escucharía cualquier cosa que le dijera y opinaría sin miedo, aun cuando era algo tan sacado de la nada como los motivadores de todo el asunto con Tenjiku.

Cuando la mesera se acercó, ordenó todo y esperó a que su novia regresara, orgulloso de haber pedido su comida sin ayuda. No estaba seguro de cómo sacar el tema a colación, pero algo se le ocurriría.

—Es tu turno.

Mikey fingió quejarse, pero fue al baño cuando ella se lo pidió. No podía quejarse demasiado cuando sus manos eran un incordio de lo sucias que estaban. Se reprendió por haber pensado en tocarla con esas manos.

Regresó a la mesa con una expresión contrariada. Al parecer, ya habían llevado sus bebidas y su novia pensó conveniente probar su café.

—¿Qué tal está?

Rio cuando ella respingó y dejó la taza a un lado.

—Lo siento, tenía muy buena pinta...

Manjiro negó y agarró el vaso con limonada y se lo llevó a los labios.

—Estamos a mano. ¡También está bien! Creo que tiene hierbabuena. —Se dejó caer en el asiento, observando el tenue sonrojo en las mejillas de su novia—. Nos hemos besado muchas veces, no debería avergonzarte un beso indirecto.

Manjiro se sorprendió cuando le atinó una patada por debajo de la mesa, pero se rio. En serio, creía que no dejaba de enamorarse más y más de ella.

—¿Y bien? ¿Qué era eso de lo que querías hablar?

Mikey probó el café y arrugó la nariz. Le faltaba azúcar.

—Pues... Al parecer, tengo un hermano.

—¿... Shinichiro?

—No, no, otro. —Rompió un segundo sobrecito de azúcar y lo vertió para después removerlo—. Al parecer, mi hermano se escribía cartas con él y...

—Espera, no entiendo. ¿Un hermano de dónde? A ver, Shinichiro y tú son hermanos y con Emma son medios hermanos. Entonces... ¿Él es otro medio hermano?

—Ah... Pues no estoy seguro, no sé por dónde pudo haber salido, creo que es hermano completo de Emma... Aunque parece que estaba celoso de mí porque Shinichiro hablaba mucho de mí en sus cartas.

Destino fortuito || Manjiro Sano x ReaderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora