Capítulo XXXIV: Películas

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Mikey tenía casi una semana que no veía a su novia. La última vez que lo había hecho fue cuando ella estaba hablando con Takemicchi, haciendo aspavientos, exasperada. Sin embargo, antes de poder hablar con ella, se marchó a paso rápido.

Le preguntó a Takemicchi qué había ocurrido, pero no entendió ni una sola palabra porque su novia, para comenzar, no había dicho nada coherente. Luego de eso, Emma le dijo que no había ido al colegio, que al parecer estaba enferma. Pese a las veces que le escribió y la llamó, no le respondió. Y Mikey empezaba a molestarse.

Intentó ser racional e ir a visitarla, pero la señora Matsuda le pidió que se retirara con una expresión acongojada. Esa fue la gota que derramó el vaso, porque Manjiro no estaba acostumbrado a pedir permiso para hacer las cosas.

Solo lo hacía.

Excepto con su novia. Cuando se trataba de ella, intentaba ser cuidadoso porque quería que su relación fuera recíproca. Sin embargo, en ese momento lo estaba obligando a tomar medidas extremas e ir a derrumbar los muros que la chica había construido de la noche a la mañana y sin ninguna razón.

Por supuesto, primero le solicitó permiso a la señora Matsuda para irrumpir en su casa. Aunque renuente al inicio, Mikey le explicó su plan y no tuvo más remedio que aceptar. Luego, les pidió ayuda a sus amigos, teniendo especial cuidado en hacerlo con aquellos con los que él había notado que su novia se llevaba mejor.

Así que, después del visto bueno de Emma y Hina, Manjiro ejecutó su plan un sábado por la tarde. Así ella lo rechazara, él no cedería. Se lo había dicho en varias ocasiones: podía hacerle todo, menos dejarlo.

 Se lo había dicho en varias ocasiones: podía hacerle todo, menos dejarlo

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(T/N) era atosigada por pesadillas de lo que había visto en ese futuro. A veces se despertaba empapada en sudor, con las lágrimas secas sobre sus mejillas y el corazón acelerado, le faltaba el aire y no podía parar de preguntarse qué demonios podía hacer. ¿Qué podía hacer para no perder a Manjiro? ¿Qué podía hacer para verlo de nuevo sin recordar todas las emociones contradictorias que le generaba la reminiscencia del otro Manjiro y todo lo que hizo?

No sabía qué pensar, no sabía qué hacer y, maldita sea, solo tenía quince años. El destino le estaba jugando una broma demasiado pesada si esperaba que ella pudiera cambiar algo. No se sentía capaz hacerlo, era algo que la superaba en todos los aspectos.

Así que prefería alejarse del mundo para tener tiempo para ella. Quizás de tanto pensarlo daría con una solución, pero ¿de qué servía pensarlo cuando no actuaba?

Respingó cuando la ventana de la habitación se abrió de par en par. Quizás había sido el viento. Ya había perdido la esperanza de que Manjiro la fuera a buscar después de rechazarlo las tres veces que fue a visitarla y de que no respondiera sus mensajes, además, él no le había vuelto a escribir desde hacía tres días.

Lo extrañaba, pero tenía miedo de verlo a la cara y que sus sentimientos mutaran a una forma extraña, rayana en grotesca.

Lo único que la mantenía distraída eran los deberes que Emma llevaba todos los días, casi de forma religiosa, a su casa, a pesar de que estaba siendo una pésima y patética amiga.

Destino fortuito || Manjiro Sano x ReaderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora