Capítulo III: Amistad

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Algo que había contribuido a ser una completa inepta social en su nuevo entorno educativo era el desfase en el inicio del año escolar entre su país y Japón. Había llegado dos meses después de inicio del año lectivo, cuando las amistades ya estaban forjadas y los grupos no aceptaban nuevos miembros. Al principio, mostraron interés por sus rasgos extranjeros, adularon su japonés bien pulido por su arduo trabajo estudiándolo, pero pronto los residuos de conversaciones se redujeron a memorias efímeras, a simples saludos matutinos, a mantener la cordialidad por encima de la disonancia de que no era bien recibida.

Un suspiro surcó sus labios cuando estuvo frente a la puerta del instituto, parecido a la escuela Tomoeda con sus amplios jardines y el edificio enorme, aunque no le pasaba nada remotamente interesante como a Sakura Kinomoto. Atravesó el patio principal, ignorando cómo unos estudiantes se acercaban para susurrarse cosas mientras ella pasaba. Se cambió los zapatos y trazó el mismo trayecto de todas las mañanas, aunque esta vez se detuvo por el club de arte, prometiéndose preguntar esta vez por consejos para iniciarse en el mundo de las acuarelas, pero no tuvo el valor de entrar, no cuando una sinfonía de Beethoven convertía el hierático espacio en tierra sagrada y temía perturbar el ambiente.

En el salón de clases, saludó a algunas chicas, quienes le sonrieron con deferencia para seguir hablando entre ellas sobre lo que habían hecho en el fin de semana. Tomó asiento en el escritorio doble, fijándose en el lado izquierdo, próximo a la ventana, que siempre estaba vacío. Nadie le había querido dar razones sobre la persona que se suponía que lo ocupaba. Sin embargo, escuchó lo que conversaban los dos chicos de adelante: Narita y Haida.

—Parece que hoy va a regresar —dijo Haida con el entusiasmo que generaba el chisme.

—¿Eh? ¿En serio? —Narita alzó las cejas y giró un poco la cabeza, sonriéndole a (T/N) al notar que le estaba prestando atención—. Tu compañera de mesa parece que vendrá hoy.

—Tengo... —carraspeó cuando la voz le sonó extraña—. ¿Tengo compañera?

—¿No lo sabías? —Se rio Haida, pero asintió—. La suspendieron un tiempo porque...

—No suele juntarse con gente limpia —susurró Narita como si evocar a las personas que frecuentaba le diera miedo.

—No soy quién para decirte quién te conviene —dijo Haida—, pero lo mejor es no juntarse con ella.

Dicho eso, ambos amigos regresaron la mirada al frente para hablar de la nueva entrega de la Shonen Jump y que el autor de Hunter x Hunter se estaba tomando varios descansos. Por su parte, ella no sabía si fiarse de esos rumores. Debían decirlo por alguna razón, pero no le parecía correcto ignorar a su compañera, considerando que estarían juntas por varios meses. A pesar de que no quería dejarse dominar por los prejuicios, no podía negar la aprensión en su pecho. Tal vez era una matona, aunque la imagen sobre pandilleros y matones había sido purificada por Manjiro, o quizás se sorprendería cuando resultara que era una chica tan normal como ella a la que le hacían bullying de la forma tan peculiar que tenían los japoneses.

Sin embargo, no se esperó a la persona que dejó el maletín de cuero sobre el escritorio de forma tan imperceptible que no se hubiera dado cuenta de no estar viendo por la ventana, buscando formas quiméricas en la nubes. Era una chica esbelta de cabello de oro y piel nívea, las mangas del uniforme de verano dejaban entrever que estaba bronceada. Lo que llamó su atención, aparte de las proporciones de su cuerpo, fue la forma redondeada de sus ojos, la línea sobre el párpado, sus facciones mestizas, y todo aquello que la alertaba sobre los rumores probablemente infundados de sus compañeros de clases. Solo era diferente y se sentía capaz de aceptar a alguien diferente.

La joven se acomodó a su lado con la misma presencia fantasmagórica, como ella misma lo hizo en su primer día de clases cuando se le ocurrió la brillante idea de llegar más temprano que su tutor para que la presentara. Nerviosa, habló:

Destino fortuito || Manjiro Sano x ReaderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora