Capítulo XXII: Petición

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—¡Ah! —(T/N) se aferró a su cintura, sus manos sudorosas—. Ve más despacio, por favor.

Sin embargo, Manjiro solo rio entre dientes, sin disminuir la velocidad, una de sus manos posándose sobre el brazo de ella.

—Estamos en la autopista, si conduzco más lento, podría ocurrir un accidente.

Ella masculló algo, pero empezó a relajarse de a poco. Era temprano y casi nadie había salido a las calles, así que podía estar tranquila. Además, confiaba en Manjiro.

Manejaron por varios minutos hasta que ella empezó a reconocer el paisaje, los colores vívidos y el aroma marino. Quiso reírse, pero solo lo pinchó en la costilla y sintió cómo reía. Frenó en el estacionamiento y esperó a que ella se bajara para hacerlo él y estabilizar la motocicleta.

—Te debo unas fotos, ¿no? —Manjiro curvó los labios, dirigiéndole una mirada afectuosa.

—No pensaba que aún lo recordabas —repuso ella, exultante.

Manjiro le había ido contando detalles de la muerte de Baji, de sus sentimientos y del pasado. Lo había acompañado al funeral, pese a que Manjiro fue incapaz de acercarse, aun cuando la madre de Baji fue a saludarlos con dulzura. Mitsuya y Chifuyu se hicieron cargo de lo que Mikey había temido en un inicio, pero parecía que aún lo carcomía el remordimiento, la duda de si alguna vez existió un camino distinto con un mejor final. 

Así que ambos fingían que todo estaba bien, hasta que él se desbordaba y ella lo escuchaba, manteniéndolo atado al presente. El proceso se repetía una y otra vez hasta que se espaciaba de a poco, y, con el transcurso de los días, Mikey sobrellevaba cada vez mejor la pérdida. Pese a ello, Mikey había empezado a llevar la foto de los fundadores de ToMan en un amuleto, colgada al cuello, como recordatorio sobre lo que era realmente importante.

—Pero no traje mi cámara —dijo ella mientras tendía un mantel sobre la arena.

—Tu celular tiene una, ¿no?

—Sí, pero la resolución no es muy buena. No voy a poder captar toda tu...

—¿Mi qué? —Manjiro se desplomó sobre la tela.

—Olvídalo.

(T/N) se ruborizó, agradeciendo que hubiera conseguido morderse la lengua antes de soltar un comentario imprudente. Aun así, no pasó por alto la ligera sonrisa sardónica de Manjiro.

—Hay algo relajante en escuchar las olas romper en la costa —susurró Mikey, su piel de alabastro parecía brillar a la tenue luz del sol—. Y mira, hoy hay tantas nubes que podría pasar todo el día contándolas y hallando formas.

La chica se acostó a su lado, apenas consciente de cómo sus brazos se rozaban y cómo Manjiro tamborileaba los dedos con la excusa de rozar su mano. Pasaron varios minutos comentando las formas de las nubes e interrumpiendo la actividad solo para contarle al otro algo interesante o divertido que les había ocurrido a lo largo de la semana. En esa ocasión, fue ella quien habló más mientras Manjiro escuchaba, intentando encontrar alguna anécdota divertida. Para Mikey los últimos días habían sido una tragedia, apenas iluminados por la compañía incondicional de ella.

—¡Ah! —Manjiro ladeó el rostro para verla, embebiéndose unos segundos de cómo el sol delineaba su perfil—. Te he hablado de la mayoría de mis amigos, pero no te había mencionado a Kisaki.

—¿Es nuevo?

—No es tan nuevo. Tuvimos algunos problemas con su banda, pero terminó uniéndose a nosotros. Es un tipo interesante.

—¿Interesante cómo?

—No como tú. —Le dedicó una sonrisa ligera, disfrutando del rubor que florecía en sus mejillas—. Me gusta que hable con lógica, aunque a veces siento que es demasiado astuto y calculador. A veces creo que sería bueno acercarme más a él, pero tengo suficiente con mis chicos.

Destino fortuito || Manjiro Sano x ReaderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora