Capítulo LXXIV: Tiempo

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Era difícil.

Manjiro había pensado mucho en todo lo que implicaba viajar en el tiempo si tuviera ese poder, pero el poder era de Takemicchi y él solo era su detonante. Entonces, tuvieron que establecer varias reglas: la más importante era que, por nada del mundo, podían estrechar las manos. En el futuro no había un Mikey para regresar al pasado, y Manjiro no se creía capaz de soportar esa carga solo. Con Takemicchi todo era mucho más fácil, parecía tener las respuestas y habían trazado un plan infalible.

Habían viajado a 1998 y cambiaban pequeñas cosas que, en palabras de Takemicchi, tenían un efecto mariposa impresionante. Sin embargo, a Manjiro a veces lo desesperaba no estar seguro de si realmente estaban consiguiendo algo.

Al menos, el rostro de Haruchiyo seguía intacto, aunque a Manjiro le había costado de nuevo controlarse. Por supuesto, con la madurez mental de alguien con veinte años, se había conformado con darle un buen puñetazo en el rostro a Haruchiyo después de aceptar la culpa de Senju por haber roto su avión a escala y todas las cosas crueles que le había dicho después, como si estuviera desahogándose por lo mal amigo que era Manjiro. Porque, en retrospectiva, Manjiro aceptaba que era un mal amigo, demasiado brusco, egoísta, posesivo, y, quizás, aterrorizaba a todos.

Aunque a Baji parecía no importarle. Atesoraba cada instante a su lado, recordando que, antes de que ocurriera el incidente con Shinichiro, pasaban horas hablando, jugando y bromeando. Su amistad era distinta a la que tendría con Kenchin, porque con Kenchin podía hablar de temas serios y de las consecuencias de sus actos, era su compás moral. Pero lo que tenía con Baji llenaba su corazón y sanaba heridas que no sabía que tenía ahí, y si a eso le sumaba la presencia de Takemicchi, podía admitir que nunca se había divertido tanto.

En 1998, su mamá aún seguía viva, aunque estaba en el hospital. La visitaba todos los días, hablaban de todo lo que habían hablado antes, pero ahora Manjiro tenía el valor de conversar sobre temas más profundos, de pedirle que, por favor, dejara de mentirle y de desperdiciar el tiempo asegurándole que estaría bien cuando ambos sabían que no era así. Fue duro ver llorando a su mamá, pero su relación se estrechó aún más. Le contó sobre su salto en el tiempo y se sorprendió al descubrir que ella le creía porque cómo no le iba a creer a su niño. Así que pudo disfrutar de su compañía hasta que tuvieron que partir de nuevo, ahora en mejores términos.

Manjiro no sabía cómo hacía Takemicchi para no dejarse afectar por todo lo que había vivido, porque había días en los que para Manjiro era inevitable repasar sus errores, dejarse llevar por la nostalgia, por la desesperación de que el tiempo no pasaba lo suficientemente rápido.

Sin embargo, la carga disminuyó significativamente cuando conoció a Kenchin, a quien no dudó en volver a deslumbrar con sus habilidades para pelear. Luego, Kazutora y Mitsuya se unieron a su grupo de amigos y todo empezó a tener sentido de nuevo.

Le gustaría saltarse la parte en la que se echó a llorar cuando vio a su hermano de nuevo, cómo, pese a no ser asiduo a las demostraciones de afecto con él, lo había abrazado. Sin embargo, que Shinichiro estuviera a su lado le recordaba que todo estaría bien, que había oportunidad de enmendarlo todo.

Emma lo miró como si hubiera perdido la cabeza cuando les dijo que quería aprender español.

—Pero si ni siquiera sabes hablar bien japonés —dijo ella, estupefacta.

Aun así, su abuelo le buscó un tutor y Shinichiro lo ayudaba a repasar mientras estaban en su tienda de motocicletas. Allí también conoció a Inupi, quien lo miraba con un poco de superioridad por ser mayor. Sin embargo, Manjiro se felicitó por no haberle demostrado a puñetazos que él era mejor, se conformó con no caer en sus provocaciones.

Destino fortuito || Manjiro Sano x ReaderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora