Capítulo XLVIII: Confidente

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No estaba segura de en qué punto de la madrugada, Manjiro había rodado hasta el futón. Se habían quedado dormidos después de una sesión de besos que la hacía sonrojarse de solo recordarla. Pero agradeció su sensatez por una vez. Lo dejó dormir y se fue a acicalar en el baño para luego sentarse a adelantar algunas tareas. El sol apenas empezaba a salir y le gustaba estudiar con la mente despejada.

Estaba haciendo los ejercicios de química inorgánica, algo sobre configuración electrónica que sabía cómo realizar, pero a lo que no le hallaba lógica. En algún punto, la señora Matsuda le había dado los buenos días y había ido a preparar el desayuno después de insistirle que se quedara estudiando. Empezó a tararear la música que provenía de la cocina, apenas llegaban algunos acordes, pero reconocía la melodía porque la señora Matsuda había empezado a escuchar música en español para hacerla sentir más en casa.

—"Te amo. Desde el primer momento en que te vi. Y defino lo que siento con estas palabras. Te amo"

Tamben ti amo.

La chica reprimió el grito que quiso escaparse de su garganta cuando Manjiro la rodeó por la espalda, adormilado, y le habló en un español pedorro, pero que a ella le pareció el mejor acento del mundo. Enrojeció y su corazón se puso como loco, pero no le importó. Ese instante valía oro.

—He estado intentando practicar con mi abuelo... —susurró Manjiro, separándose de a poco mientras se frotaba un ojo y sostenía una de las esquinas de la sabana del futón—. Pero el español es muy difícil... Y me escucho raro.

—Puedes mejorar, pero gracias.

—Es mi regalo de San Valentín adelantado...

—¡Te luciste! —Ella lo abrazó y Manjiro parpadeó, al principio, confundido y luego convencido de que no estaba soñando—. Me vas a dejar sin aire si me aprietas así.

Manjiro no la escuchó y la alzó para hacerla dar vueltas por la habitación. Ella se rio, aferrándose a él hasta pedirle que se detuviera porque se estaba mareando. La dejó con suavidad y la sostuvo de los brazos para que no perdiera el equilibrio.

—Ya pedí una cita al médico. Es mañana en la tarde después de clases y así podremos quedarnos tranquilos.

—Gracias.

—No es nada. Ahora, ve al baño, cámbiate y desayunemos.

Manjiro parpadeó, lento, pero asintió y empezó a caminar en modo automático al baño. Esperaba que estuviera bien.

Por su parte, ella se preguntó si sería buena idea hablar con Draken ese mismo día. Aunque no quería que Manjiro lo supiera porque ya no podía usar la excusa de San Valentín, pero, al mismo tiempo, no quería mentirle.

—Venía a ayudarte con el futón, pero ya lo guardaste... —Pese a sus buenas intenciones, Manjiro se arrojó sobre la cama recién tendida—. Tenía mucho tiempo que no dormía así de bien.

—Me alegra, pero debemos ir a desayunar. Tengo tareas que hacer todavía y...

—¿Y? —Manjiro curvó una ceja y ella suspiró, derrotada.

—Quisiera hablar algo con Draken.

—¿Con Kenchin? Quieres que te lleve y...

—No, necesito hablar con él a...

—¿A solas? —Mikey apretó los labios—. ¿Hay algo que no puedes decirme? ¿Por eso necesitas hablarlo con Takemicchi y Kenchin?

—N-no es eso.

—Ah, eres muy mala mintiendo, (T/N)cchi. —Se puso a mirar el techo, taciturno—. En serio puedes decirme lo que sea.

Por un segundo, un ínfimo instante, ella realmente consideró contarle todo. A él, en quien confiaba de un modo que se escapaba de su comprensión. Pero no fue capaz, no quería que Manjiro se enterara del potencial que tenía para arruinarse la vida por sus decisiones.

Destino fortuito || Manjiro Sano x ReaderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora