Capítulo XXIX: Charla

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Una voz familiar llamando su nombre la hizo abrir los ojos de par en par. La luz del alba se colaba por la ventana y apenas reparó en la figura borrosa de Manjiro.

—¡No te voy a dejar! Tranquila. —Manjiro terminó de saltar por el borde del alféizar de la ventana y se acercó a ella.

Mikey no recordaba haberla visto llorar de ese modo y por un instante no supo qué hacer, pero sintió cómo todo fluía cuando ella pateó las cobijas de la cama y se arrojó a sus brazos, empujándolo sobre el colchón.

—No me dejes, por favor.

—No... No lo haré —musitó Manjiro, acariciando su espalda, a pesar de que ella le estaba hincando la barbilla en el pecho y le dolía un poco—. ¿Qué estabas soñando?

—Solo no te vayas —susurró.

A medida que pasaban los minutos, Manjiro se las ingenió para buscar una posición más cómoda y acunarla entre sus piernas. No recordaba que hubieran estado así de cerca antes y disfrutó de lo íntimo que le parecía. Cuando se calmó, ella alzó el rostro, ruborizado, y le dio la espalda para acomodarse mejor contra su pecho.

—Lo siento... Te debí haber asustado. ¿Aunque por qué rayos volviste a entrar por la ventana?

—No quería importunar a la señora Matsuda. Además, no podía quedarme quieto después de escucharte. ¿Estabas soñando que me iba?

—Y no regresabas siquiera a verme. Te veías triste y yo no podía hacer nada.

—A tu lado me siento bien, así que no me apartaría de tu lado.

—Pero no puedo ser tu única fuente de felicidad. Nos terminará desgastando a ambos —dijo ella, porque temía que ambos crearan una relación de dependencia que los destruyera.

—Por ahora, está bien así.

Ella vio cómo Manjiro entrelazó sus dedos con cuidado y la estrechó un poco más contra su cuerpo. Él apoyó la barbilla de su hombro y dijo:

—En Año Nuevo estaré con los chicos, pero ¿quisieras que vayamos al templo luego?

—¿Eres supersticioso?

—Tengo que ver mi fortuna en el amor, después de todo —bromeó, sacándole la primera sonrisa de la mañana.

—¡No me lo perdería! Quizás no esté aquí el siguiente año, así que quisiera bañarme en la cultura japonesa de forma adecuada.

Manjiro la apretó hasta que ella se quejó y aflojó su agarre con un leve suspiro.

—No me dijiste que te irías tan pronto.

—Es que aún no lo sé. Mi beca podría extenderse otro año... O podría acabar a mitad del año escolar aquí para ingresar al año escolar en mi país. ¿Te molesta?

—No quiero que te vayas, pero tampoco puedo detenerte. —Manjiro la soltó para poder rodearla y verla a los ojos—. ¡Así que tenemos que disfrutar todo nuestro tiempo! No te molestes tanto conmigo.

Manjiro hizo un puchero y ella se rio, inconsciente del peso de su mirada, de que los eventos no se desarrollarían tan fácilmente. Los momentos que tenían por delante no estarían repletos de felicidad, sino de una serie de retos para probar la resiliencia de ambos.

—Entonces, no seas tan imprudente —replicó ella, pero luego lo miró con seriedad—. ¿Pero te molesta que te diga cuando estás mal?

—Uhm... Me gusta ser autocrítico, aunque es difícil a veces. Y si eres tú, Kenchin o Takemicchi, los escucharé. Y si me molesto, recuérdame esta conversación y seré un poco más racional.

Destino fortuito || Manjiro Sano x ReaderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora