Valentina Brescia Wunder regresa al país que la vió nacer sin saber que la magia empezaría a partir de aquél momento. ¿Qué misterios le depara la vida?
[Simón Arrechavaleta x OC!]
Basado en la segunda temporada de Casi Ángeles.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
¿Cómo matar a Juan Cruz cambiaría las cosas? Eso era algo que no comprendía del todo, aunque podía suponer que era por la cosas malas que hacía, quizá teníamos que frenarlo. ¿Pero matarlo? Lo odiaba y mucho sí, pero no era una asesina. No podría hacer lo que relojito estaba implicando. Era demasiado, y no podría hacerlo. ¿Es nuestra única solución?¿El matarlo arreglará las cosas? Tenía muchas dudas, necesitaba respuestas.
—Yo no lo voy a matar— finalmente hablé y miré al hombre de blanco —¡No soy una asesina!
Relojito comenzó a reír como loco. Lo miré mal, no me causaba nada de gracia esto.
—Pero vos no lo vas a matar— volvió a reír —Vos te tenés que enfocar en otras cosas, cosas importantes que deberías de haber descubierto ya, eh— puso los ojos en blanco —Sin embargo, sos muy lenta.
Fruncí mi ceño —¿Entonces por qué me dijiste eso? Deja de darle vuelta a las cosas.
—Sos lenta e impaciente.
—Relojito, basta— le pedí —¿Cuáles son esas cosas, importantes, que debería haber descubierto ya? No me digas que es sobre Thiago porque ya lo sé.
Sonrió —Muy emotivo, por cierto. Igual, siempre lo sintieron y lo supieron en el momento adecuado.
—¿Tu lo sabías?
—Yo sé todo— presumió.
Llevé ambas manos a mi cabeza —Basta, por favor. Necesito respuestas. No, ¿sabes qué? Primero dime algo— pausé —¿Quién eres realmente?¿Eres real?
—Digamos que sí.
Bufé —Ah, me quedó todo claro, eh. Gracias.
—Que fea actitud, che.
—No, feo lo que estás haciendo, relojito— me crucé de brazos —¿Por qué no me dices quién eres? ¿Y de dónde vienes? Ya sé que de otro plano, pero alguna respuesta más clara tiene que haber.
—Tic Tac, no relojito, Tic Tac.
Asentí —Está bien, relojito.
Tic Tac hizo una pataleta como niño pequeño y reí.
—Dale, necesito respuestas— le pedí —Por favor, es lo único que quiero; respuestas.
En lugar de responderme, chasqueó los dedos, otra vez, y aparecimos en la azotea del lugar. Me percaté de que yo aún seguía con el uniforme gris que él me había puesto mágicamente antes, pero dije nada ya que no quería cambiar de tema.
