HOY: EN EL AMOR TODO ES EMPEZAR

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Simón tardó en dejar de llorar

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Simón tardó en dejar de llorar. Su papá lo sostuvo y dejó de sacara todo hasta que simplemente paró, yo le pedí amablemente a Melody que se retire y ella sí se fue sin chistar, evidentemente preocupada por lo que acababa de ver.

Fui a la cocina por dos vasos con agua y regresé a la sala para dejarlos en la pequeña mesa que estaba al lado del sofá donde Simón y su papá estaban.

—Permiso, les dejo estos dos vasitos de agua.

Francisco me sonrió —Gracias.

Asentí. Les di una mirada a ambos y me alejé, claro que no me fui del todo, no podía, tenía miedo a que volviera a suceder y dejarlos solos. Me quedé en un lado, observando y escuchando todo.

Francisco suspiró.

—Yo... yo sé que lo de Octavio no fue culpa tuya.

Simón negó —Ya está. Olvidate.

—Pero... tenés que... que entender que el dolor de... perder un hijo, es un dolor que no se va nunca.

Imaginaba que no.

Simón lo miró y asintió —Sí, y el dolor de perder a un hermano tampoco se va nunca— le recordó con tranquilidad —Ya suficiente culpa tengo como para que me sigas torturando toda mi vida.

—A lo mejor necesitás ayuda— Francisco comentó.

—Si ya tengo un psicólogo— lo miró otra vez, serio, con dureza —A lo mejor vos necesitás ayuda.

Francisco no le respondió, simplemente se paró, se acomodó el traje y miró a Simón con dureza, luego, habló.

—Te espero en casa.

Sin decir algo más, comenzó a caminar con firmeza hacia la puerta, la abrió y salió de la mansión. Solté un suspiró y salí de donde estaba para acercarme a Simón con rapidez.

—Ey...

Me senté a su lado, apoyé una mano en su hombro, con delicadeza, y traté de sonreírle.

—No necesitas decir nada— murmuré, mirándolo a los ojos —Pero no estás solo, ¿de acuerdo? Siempre estaré contigo— prometí —Siempre.

Sostuve una de sus manos entre las mías y besé sus nudillos. Se escuchó un pequeño golpe en la puerta de la casa y cuando giramos hacia ella, vimos cómo alguien deslizaba un sobre por debajo de esta. Muy extraño. ¿De quién sería? ¿Por qué tanto misterio?

Simón se levantó del sofá y caminó hacia la puerta, tomó el sobre rojo y se acercó a mí.

—¿Pone de quién es?— pregunté con curiosidad.

Negó —No.

—Que raro.

Escuchamos pasos acercarse hasta que apareció mi tía Malvina. Esta llevaba un vestido azul corto muy lindo y una peluca, también corta, color rubio, casi platino. Ella sonrió al vernos.

Midnights ✨ || Casi ÁngelesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora