Первый восход солнца

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Llegar a Rusia fue fantástico. Sentir su característico frío invernal me hizo recordar una cosa.

–Consíganle un abrigo en menos de dos minutos.

Ordené. Al minuto la mayoría de los hombres trajo un abrigo, al ser varios no dude en colocar todos sobre su delicado cuerpo. A pesar de haber pasado cuatro horas desde que partimos, no había despertado. Ya me estaba asustando, no quería que muriera tan pronto.

–¿Por qué aún no despierta?

Pregunté con enojo. El encargado del farmacéutico se asustó al ver mi rostro serio. Pues era muy conocido entre los trabajadores que en cuanto hicieran algo mal iban a terminar seis metros bajo tierra.

–Jefe, usted nos pidió la dosis más fuerte. Esa puede durar hasta un día. Mañana se supone que ya esté despierto.

Se interpuso Caesar. Él llevaba tantos años a mi lado que ya se había acostumbrado a mi mirada. Comúnmente solía aprovechar esto para defender a los asustadizos novatos. Tras una hora llegamos a la hermosa mansión en la cual mi hermana menor me esperaba sonriente. A pesar de no ser hermanos de sangre me llevaba de maravilla con mis dos hermanos menores. No podía decir lo mismo del mayor de los tres. Era obvio que me odiaba por ser el heredero principal de toda la fortuna de la familia Lermontov.

–Bienvenido– Su plan era claro, lanzarse sobre mí y abrazarme, pero no pudo al notar la pequeña figura a la que mis brazos se aferraban.–¿Quién es?

Pregunto mirando al omega.

–Mi omega.

Respondí. Inmediatamente de mirarlo con curiosidad, paso a mirarlo con odio. Odiaba tener que compartir, pues era su hermano favorito. Enojada se giró y camino hacia la casa contándome lo que había pasado en este año. Ella sabía muy bien que me dirigía a mi cuarto, debía dejar a este omega allí. Así que se dirigió directamente hacia allí y me ayudó a colocarlo sobre las sábanas de piel de leopardo, rindiendose ante mi omega. Tengo que confesar que odio por completo esa sabana, pero, en cuanto llego mi madrastra nos obligó a todos a usarla y mi padre solo la obedeció. Con delicadeza, acaricié el rostro del pequeño que descansaba como si no hubiera un mañana.

–Padre te espera.

Me recordó Aaliyah al notar que no pensaba alejarme de ese omega. Salí de la habitación y cerré la puerta con llave. Así aunque despertara por más que golpeará la puerta no podría salir. Camine por los enormes pasillos y entre a la habitaciónn de mi padre. Esa que pronto me pertenecerá, pues es la habitación del alfa de la casa. Allí mi omega y yo pasaríamos muchas noches llena de pasión. Él tan solo pensarlo hizo que me excitara, pero me controle y entre al lugar.

–Padre.

Saludé con seriedad.

–Mi caprichoso hijo, Aleksander– dijo sentándose en la cama– por fin te dignaste a venir a verme.

Añadió.

–Tenía asuntos de los que encargarme.

Respondi levemente.

–¿Por qué no trajiste al omega contigo? Quiero ver a mi yerno.

Pregunto.

–Está descansando y dudo que quiera verte en cuanto despierte.

Dije. Garry Stepanovich Lermontov, simplemente se río. Sabía que lo había traído en contra de su voluntad. Pues Caesar tuvo que dar una explicación sobre el porqué no partí a Rusia después de su llamada. Mi padre siguió buscándome conversación, pero yo respondí levemente a todas sus preguntas. Tras una o dos horas me despidió. Por fin se dio cuenta de que acabo de llegar de un viaje de casi cuatro horas y estoy agotado. Entre a la habitación y al unísono algo cayó sobre mí. Mi pequeño omega tenía sus hermosos ojos hinchados por llorar, pero estaba dormido. Supongo que despertó poco después de que me fui y por eso ya se había dormido. Simplemente, lo cargué y recosté en la cama.

–Descansa Étienne.

Peligro RusoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora