Peligro Ruso

Descendance russe

–¡Mamá! ¡Llego Étienne!

Exclamó mirándonos atra vez de la ventana. Aunque en unos segundos apareció a nuestro lado.

–Hola Fabian.

Saludo el omega acariciando su cabeza. Siguiendo sus pasos los Duval aparecieron y nos saludaron con confianza. Hasta que apareció el señor Duval. Este se acercó con una seriedad inhumana. Seriedad que me hizo temblar, pero lo oculte con una sonrisa. El alfa estiro su mano hacia mi, saludandome sin ningún tipo de emoción en su rostro.

–Hace mucho frío afuera, entremos.

Pidió la mujer con una calida sonrisa, muy parecida a la de Étienne. Al entrar al lugar nos sentamos en la sala y hablamos de la infancia del omega en su mayoría. Sacando más de una risa a todos los presentes. Sus mejillas rosadas resaltaban en cada foto dándole un aire de ternura.

–De hecho hijo, tu habitación está intacta. ¿Quieres ir a verla?

Pregunto el alfa sonriendo. Era como si fuera una persona completamente diferente. Su sonrisa era calida y su mirada podría llenar de tranquilidad al más temeroso.

–Claro que sí.

Dijo emocionado. Con rapidez subió las escaleras mientras todos los seguíamos de cerca. Al abrir la puerta una hermosa vista nos esperaba. Una cama perfectamente recogida apesar de las arrugas de las sábanas. Un escritorio organizado a la perfección, acompañado por una estantería repleta de libros relacionados con la psicología. En la otra esquina un closet y un biuro sin ningún objeto en su cima. De decoración algunas hojas colgaban del techo con una luces cálidas en las cortinas.

–Está igual que aquel domingo– habló sentándose en la cama –Está era mi habitación cariño.

Dijo besando la frente del bebé. Sus ojos no paraban de cruzar la habitación con tristeza. Aunque una mirada llena de odio me distrajo. El sentimiento de ser observado por esos ojos azules me aterraba. Poco a poco me hacia más pequeño en esa casa. El aire me faltaba obligándome a salir apurado sin mirar atrás. Podía sentir las miradas de sorpresa de todos y los pasos rápidos de Étienne resonaban por el lugar.

–Aleksander, ¿estás bien?

Pregunto tocando mi hombro.

–Sí, solo necesito aire fresco.

Respondo aferrándome a su cuello. Pero de nuevo esa mirada penetrante. A lo lejos sus ojos azules resaltaban entre los Duval. Esa mirada me traía recuerdos de mi infancia. Ahora lo recuerdo con claridad, eso ojos que me atormentaron cuando acaba de cumplir diez. Esos ojos que amenazaban con destruirme sin pensarlo dos veces. Sin duda, Erick Duval es mucho más peligroso de lo que parece.

–Ya cariño, vamos adentro. No quiero que se preocupen.

Pidió Étienne. Con algo de seriedad, lo seguí hacia el interior del cual procedía un olor muy sabroso. Una mezcla de especias sin procedentes resaltaba.

–En lo que hablaban serví la cena. Así es vayamos a comer.

...

–Nos vemos.

Se despidió mi querido hijo, Étienne. Aún no me acostumbro a verlo así. Aún no me aconstumbro a tenerlo lejos.

–Deja de preocuparte Erick. Étienne es muy feliz a su lado y se nota que Aleksander lo quiere mucho.

Dijo mi amada esposa en cuanto el carro arrancó. La seriedad en su rostro me daba a entender su molestia.

–No dudo de su amor.

Respondo mirándola a los ojos.

–¿Entonces por que te comportas como un imbécil. Liberando tus feromonas dominantes por todas parte como si el fuera nuestro enemigo.

Pregunta.

–Es nuestro enemigo.

Añado.

–Escúchame bien, Erick, Étienne es muy feliz a su lado y mientras eso siga siendo así, tu lo apoyaras y dejaras de preocuparte por quien esta a su lado.

Ordenó.

–No me preocupa él, Elizabeth, me preocupa lo que carga en su espalda. El peso de la más grande y peligrosa familia de criminales de todo el mundo. Ahora mismo podrá verse tranquilo, pero los de su clase son monstruos sin piedad ni conciencia.

Explicó.

–Al igual que tú. ¿O acaso olvidaste como nos conocimos, Erick Duval Marcov?