тигры-альбиносы

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Justo a tiempo llegaron todos los hombres con dos pequeños tigres albinos. Lo que si me sorprendió fue que trabajarán juntos por el dinero y como estaba feliz decidí darles el doble a cada uno de ellos. Alegres salieron de la mansión para dirigirse con sus familias para contarles la noticia. El veterinario que mande a llamar hace media hora los examino y en cuanto me aseguré de que fueran de Bengala subí a escaleras.

Con cada paso más me emocionaba y me imaginaba su reacción o por lo menos la versión fantástica en la que me besaba emocionado. Sabía que eso nunca pasaría, pero prefería seguir soñando. Al estar en la puerta solté a los felinos y poco a poco abrí la puerta. Curioso entraron a ver su nuevo hogar. Étienne los miraba entre extrañado y encantado. Con precaución se acercó a los cachorros para acariciar su banco pelaje.

–Me lo pediste en dos días y los traje en tres horas. Me merezco un beso ¿no crees?

Pregunte acercándome. El chico me miró enojado y se puso de puntillas para darme un tierno beso. De lejos se notaba que nunca había visto porno. Obviamente, le encontraría un uso a su inexperiencia. Con ella lo moldearía según mis gustos. Aunque al tenerlo en mis brazos mi cabeza se nubló. Como si de una flor se tratara agarre su cintura y profundice el beso convirtiéndolo en uno apasionado y lleno de lujuria. Poco a poco nos empezaba al faltar el aire, más no quería separarme de sus carnosos labios. Solo cuando sentí sus leves empujones supe que era suficiente.

Separarme de ese beso solo causó que me excitara, pero no debía acelerarme. Para calmarme junté nuestras frentes. En la habitación solo se escuchaban nuestros jadeos. Esos que a la hora de la verdad solo simbolizaban el final del acto sexual.

–Mañana desayunaremos con mis padres y hablaremos sobre la boda.

Informe sonriendo. Deseaba con ansias poseerlo, pero, si quería que Étienne no fuera juzgado tenía que esperar a la boda. A veces la sociedad podía ser muy molesta y aunque no me importaran sus palabras, sabía que a ese pequeño omega de ojos azules, sí lo lastimaría.

–Caesar se llevará a los gatos para que descansen y nosotros también lo haremos.

Informe. En cuanto el omega vio a Caesar agarrar a los tigres se sonrojó. El pobre seguramente pensó que estábamos solos.

–Jefe, lamento interrumpir su momento, pero aún tiene trabajo que hacer.

Informó mi mano derecha desde la puerta.

–Agh – justo cuando mi omega me había empezado a querer– Bueno cariño, descansa tu primero yo regresaré después.

Hable. Tras esto caminé en dirección contraria a la de Caesar. Él se dirigía hacia el patio trasero, al cual nadie iba y yo me dirigía a mi oficina y por primera vez, trabaje con una sonrisa. Leí los aburridos documentos con alegría, pero de un momento a otro, la puerta fue abierta y los pasos de esa figura femenina que tanto odiaba retumbaron en mis oídos.

–Aleksander, escuche que estabas aquí y vine a verte.

Saludo.

–Señora Calina... ¿Qué la trae por aquí a estas horas?

Pregunte tratando de ocultar mi profundo odio.

–Solo quería ver como estabas y preguntarte por Francia.

Mintió. Siempre lo hacía, era su modo de sacarle información a la gente. Mi enojo solo me hizo ignorarla. No pensaba contarle mi vida personal. Hablando de eso no le he escrito a Adrien, seguramente me debe odiar por haberlo dejado solo.

–Escuche que trajiste un omega.

Hablo al notar que la ignoraba. Ya había comenzado a delatar su pecado. Desde siempre ha podido manipular a mi padre. Pero, a pesar de ser tan poderosa, no tiene paciencia. Lo cual hace que si se niegan a ceder comienza a dejar salir pistas de su próximo movimiento.

–Sí, es muy lindo. Lamentablemente, no te puedo a decir nada más. No quiero arruinar la sorpresa de mañana.

Peligro RusoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora