Секреты

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-Señor, ¡espere!

Exclamó Danna siguiendome. Ignorandola completamente entre a la oficina y allí mi pequeño omega me esperaba mirando la hermosa vista de aquel ventanal. Al verme su emoción incrementó y con una sonrisa se acercó a mí. Al estar frente a mí, me abrazo con dulzura. Dulzura que se esfumó al ver a Danna. Con celos, dejo que sus feromonas se esparcieran por el lugar. Ante tal escena, me aleje y lo miré con burla.

-Mon chérie, voici Danna, ma secrétaire.

Presentarlos fue la gota que derramo el vaso. Ambos se miraban con enojo, más que enojo, odio. Las feromonas comenzaron a esparcirse y el pobre Caesar no sabía que hacer o decir. Toda esta situación lo único que hacía era divertirme.

-Danna, puedes retirarte.

Ordené abrazando a mi omega por la cintura. Étienne me miró y procedió a mirar a la chica con superioridad. Jamás pensé que lo vería así. Siempre lo vi como un omega sumiso que no podía romper ni una flor. Aunque probablemente sea por su embarazo.

-Te prepare tu comida favorita, un delicioso borsch ruso, acompañado por pan y de postre un bizcocho de chocolate con mantecado.

Informó sonriendo en cuanto la puerta se cerró.

-¿Borsch ruso?

Murmure. Si era mi comida favorita, pero, me había negarlo a comerlo desde que mi madre murió. Con miles de recuerdos cruzando mi mente me senté en el escritorio. Con pasos cortos pero rápidos, mi omega se apresuró a sacar la comida de la pequeña lonchera y acomodarla frente a mi. Con inocencia se dispuso a comer ante mi atenta mirada.

-Se va a enfriar- hablo - ¿no te gusta?

Pregunto mirándome con tristeza.

-Sí, me gusta. Solo me sorprende que sepas cual es mi comida favorita.

Dije con un sonrisa que ocultaba mis verdaderos sentimientos. El de ojos azules levanto la mirada y analizó mi rostro.

-Tu padre me contó que cuando eras pequeño te encantaba - soltó - Aunque si no lo quieres yo me lo como.

Añadió con culpabilidad. Sin duda alguna, había notado mi clara incomodidad.

-Está bien.

Hable con el mismo sentimiento de culpa. La emoción con la que me contó su logro, me impedía rechazar la comida. Con seriedad agarre la cuchara y la probé. Para mi sorpresa, el sabor era idéntico. El dulzor de los nabos y el repollo se escondía detrás del sabor dominante de la remolacha. El sabor de la carne era casi nulo y su cocción era perfecta.

–¿Lo hiciste tú?

Pregunté con pesar. Probar aquella carne me hacia sentir como el pequeño que alguna vez fui. Ese pequeño que ante la notable lluvia esperaba con ansias el delicioso plato de borsch.

–Sí, todo lo hice yo... Bueno Alexia me explico todo. – dijo con timidez – ¿Te gustó?

Pregunto con una sonrisa.

–Sabe muy bien.

Dije con seriedad.

–No parece gustarte mucho.

Hablo cambiando su hermosa sonrisa por una agria y triste mirada. El sentimiento de culpa me estaba ahogando. No quería verlo triste, pero, comer esa sopa me traería muchos recuerdos. Recuerdos que pensé que ya había olvidado.

–Hay muchas cosas que no sabes.

Dije mirándolo con sinceridad.

–Puedes contarme, lo sabes, ¿verdad?

Pregunto. Si tan solo supiera cuantas cosas quiero contarle, pero no puedo. Es como si un nudo se apoderada de mis cuerdas vocales y me impidiera soltar palabra alguna. No podía decirlo, no ahora. Intentando evadir la pregunta me levante y me acerqué a la ventana. Después de eso, lo único que se escucho fueron los pasos apresurados de ese chico de ojos azules.

–No puedo decirle.

Dije al notar a Caesar. Este se encontraba a mis espaldas mirándome con seriedad.

–No es que no puedas, si no que no quieres. –habló – ¿A qué le tienes miedo?

Pregunto acercándose.

–¿Yo? ¿Miedo? Claro que no. Solo no creo que sea apropiado hablar del pasado.

Solté.

–Aleksander– enfatizó – Si sigues escondiendo eso que te atormenta, jamás se irá. En mi opinión, Étienne es la persona indicada para ayudarte.

Dijo tocándo mi hombro.

–Caesar, puedes que lleves conmigo casi toda mi vida, pero, eso no significa que te puedas meter en mi vida. – dije mirándolo con enojo. – Lárgate.

Ordené.

Peligro RusoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora