capítulo 6

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Capítulo 6
Alessandro Gambi.
Mi plan.



Caminaba por los pasillos de mi casa, mis pasos resonando con firmeza en el suelo de madera antigua. Cada madera que crujía bajo mis zapatos parecía sumarse a la ira que bullía en mi interior. La noticia había llegado apenas unos minutos antes; la mercancía había aterrizado en Manchester, pero no como esperaba.  Había sido interceptada. Un gruñido escapó de mi garganta, una mezcla de frustración y alerta.
Los Martelli no habían hecho bien su puto trabajo.
Con ímpetu, cerré la puerta de mi despacho y me acerqué al teléfono. Las ideas comenzaron a bullir en mi mente sobre cómo manejar la situación.
──No vamos a dejar que esto quede así. ──musité para mí mismo mientras marcaba el número de mi contacto más confiable.
──¿Quién se la llevó?
──¡No lo sé, Alessandro! Mataron a mis hombres. La ruta no era común, por la misma razón para que no interfirieran.
──Tienes que pagarme. ──exijo. ──. Era mucha mercancía.
──Te pagaré. Dame unos dias… soy responsable y te di una garantía. Dame unos días.
──Más te vale, Matteo, sino tendré que matarte.──Al terminar la llamada, colgué pesadamente y me dejé caer en la silla de cuero que rechinó bajo mi peso. Fue entonces cuando alcé la vista y la vi. Athenea estaba parada en el umbral de la puerta, su figura recortada contra la luz del pasillo. Por un momento, todo se detuvo.
Su belleza era algo que dejaba sin habla.
—¿Todo está bien? —preguntó, su voz revelaba preocupación pero también una serenidad forjada a fuego lento.
Asentí, aunque mi mente estaba lejos de estar tranquila. Observé cómo Athenea avanzaba hacia mí, cada paso medido, cada movimiento fluido mostrando la gracia natural que había cautivado mi atención. No estaba en mis planes enamorarme, mucho menos hacerla mi mujer. Pero ahí estaba ella, un libro en blanco debido a que despertó sin recordar nada.
Parte de un pared la golpeó, y perdió más que el conocimiento, perdió todos sus recuerdos, toda su vida.
Analizaba cada detalle: el modo en que su cabello bajaba por su espalda, la firmeza de su cuerpo, y esos condenados ojos azules. Sus dedos se paseaban por mi barba, los atrapé con cuidado.
Ella había sido de Red, y ahora mía. Tenia mi olor y me esencia en cada centímetro de su piel, incluso en su forma de andar. Ella ahora respira y exhala poder. Poder sobre mi y poder sobre lo que he creado para ella como un mundo con la finalidad de que cobre venganza.
Él era el responsable de que ella perdiera a un hijo. Él.
Sí, había estado embarazada, y el niño era de él. Esta verdad, esta arma, sería el instrumento perfecto para mi juego. Ella lo odiaba, odiaba todo de él gracias a mi. Estaba decidido a usar cada secreto, cada mentira, para moldear a Athenea en la destructora definitiva. Mi objetivo era claro: que fuera ella quien derrotara a Red. Que en su nueva historia ella fuese la vengadora. La verdugo.
Era fiel a mi, a mis caricias, y a mí toque. Aunque sabía que se hacía infinitas preguntas pero yo me encargaba de responderlas con mentiras.
──No te creo. ──susurra desafiándome. ──. Dime qué pasa.
──Un cargamento  fue interceptado. ──asiente.
──¿Por quién? ¿Por él? ──inquiere.
──No lo sé pero lo sabré.  ──la halo hacia mi, queda sentada en mi regazo, se tensa pero allí se quedo. ──. ¿Y los niños?
──Están jugando a las escondidas, otra vez. Han estado aburridos, y la verdad es yo también. ──musita. ──. Quiero llevarlos a algún parque.
Mi mandíbula se tensa, y ella lo nota.
──Entiendo que debemos estar escondidos pero el encierro, No nos tiene bien. Ellos se aburren con facilidad. Y yo me siento con un ave en una jaula. Podemos ir a un parque con seguridad. 
La observo.
──No, Athenea. . ──Frunce su ceño. ──. El salir de esta casa no se discute, tienen la playa, los jardines y la casa. 
──Ok. ──se levanta molesta, la detallo. Tiene carácter, me gusta.
Las voces de Enzo y Renzo se escuchan por la casa, Athenea está cumpliendo su papel de madre con ellos, estoy creando un lazo emocional con nosotros donde ella este dispuesta a salvarnos de quien sea, de quien sea.
──Por cierto. Tu arma, la dejaste sobre la mesa, alguno de los niños pudo agarrarla. Le quite las balas con demasiada facilidad.
Detallo su semblante.
──Si, sabes usar un arma.
──¿Cómo es posible que no tenga recuerdo ello pero mis manos parecen que si? ──me levanto para acercarme a ella.
──No lo sé, Preciosa. Pero me gusta que tu cuerpo te recuerde lo que te he enseñado. ──siseo, ella observa el camino de mis dedos en silencio, no se aleja pero sé en el fondo que le cuesta asociarme con su pasado por ello debo adentrarme en ella, hacerme parte de su ser… ──. Athenea…
Eleva su mirada hacia la mía.
──¿Entiendes que todo lo hago porque te amo? ──inquiero, ella ladea su rostro, y asiente.
Intenta alejarse pero sujeto su mano.
──No me has respondido, preciosa. ──frunce sus labios.
──Yo también, te amo. ──sonríe y se aleja.
Sé que está molesta, y que se siente frustrada pero nadie puede verla aún.
Todavía no.

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