capítulo 12

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Capítulo 12
Red.
Athenea.



Me encuentro sentado en la esquina de esta pequeña cama,  Con mi arma reposando en mis manos, cierro los ojos un momento. Intento, sin éxito, borrar la última imagen de Athenea que viene a mi mente. Su sonrisa, que en otros tiempos me traía paz, ahora solo me distrae. Niego con la cabeza, esforzándome por volver al aquí y al ahora.
Los sonidos del equipo en la sala contigua me alcanzan. Están organizando todo para el viaje a la isla Fuerteventura. Se oyen los murmullos sobre los mapas y los planes meticulosos que están trazando. Sin embargo, mi concentración se rompe con la entrada de Ronin, que trae consigo una tablet. Nuestras miradas se intercambian por un instante antes de que él me la extienda.
Dejo a un lado mi arma y tomo el dispositivo. El video muestra a Alessandro, entrando en un edificio acompañado de una mujer. El simple hecho de ver cómo ella toma su mano me tensa por completo.
Es ella.
—¿Hace cuánto? —pregunto con la voz cargada de urgencia.
—Hace dos horas… todavía están allí —responde Ronin, observándome con precaución.
Sin pensarlo mucho, me levanto y guardo mi arma en el arnés. Paso al lado de Ronin que, con evidente preocupación, me sigue el paso y advierte:
—Es muy arriesgado, hay muchas personas en el auditorio, esto puede ser una trampa, Red.
Pero a mí no me importa. No puedo dejar de pensar en cómo ella sujetaba la mano de Alessandro, de una forma que solía ser reserva nuestra. Veo a Tony preparando un rifle al fondo, con un aire de seriedad que presagia la gravedad de lo que venía.
—Es una trampa, el lugar es muy grande, demasiados puntos ciegos, está jugando… —insiste Ronin.

Levanto la mirada, y por un momento, el silencio se instala entre nosotros antes de que finalice con una decisión firme.
──Jugaremos los dos, entonces.
Nos encontramos en el filo de la navaja, cada movimiento y cada decisión se sienten definitivos. A pesar de los riesgos, sé que esto va más allá de una simple operación. Es personal y no hay vuelta atrás. No cuando está en juego algo que una vez fue parte de mi vida. No podemos detenernos ahora.
──¡Señores! Cambio de planes. La guerra comienza hoy, y en el maldito auditorio. Vamos. ──ordeno.
Ronin viene detrás de mi, me entrega un aparato para le oído.
──Intentaré entrar al sistema de seguridad del auditorio, tiene muchos puntos ciegos y hay más de 1500 personas en él ahora mismo.
Subo a la camioneta colocándome el aparato en el oído.
──Justifica lo que te pago. ──gruño, la puerta se cierra y arrancamos.
No hay un plan, no sé qué haré pero ella está tan cerca ahora mismo que solo me queda seguir mi maldita intuición. 
Aproximándonos al auditorio, el contraste entre nuestra misión y el ambiente en los alrededores no podría ser más marcado. Turistas, con cámaras en mano, capturan momentos de alegría, ignorantes del peligro inminente.  El pánico se desata en cuanto algunos turistas se percatan de las armas. Gritos ahogados y pasos apresurados llenan el aire mientras la gente comienza a correr en todas direcciones. A pesar del caos, mantengo la concentración. No hay espacio para errores.
Subo las escaleras con determinación, cada paso reverbera con el propósito que me trajo aquí. No hay vacilación cuando me encuentro con el guardia en la entrada; levanto mi arma y disparo sin titubear. El hombre cae al suelo, un obstáculo menos entre mi objetivo y yo. Empujo las puertas y entro al auditorio.
Una vez dentro, hago un gesto rápido con la mano, una orden silenciosa pero clara para mis hombres.
──Dispérsense. ──mi mirada les dice todo lo que necesitan saber. Ellos conocen su trabajo y se mueven con una eficiencia que sólo viene con el entrenamiento y la experiencia compartida.

Avanzo por el lugar, mi mirada escanea cada rincón, buscando esa figura que ha consumido mis pensamientos desde que vi aquel video. Sé que ella está aquí, tiene que estarlo. Mi corazón late con fuerza, no por miedo, sino por la anticipación de lo que está a punto de suceder.
Tony y yo caminamos con cautela por el auditorio, sigilosos como sombras en la penumbra. Cada paso calculado nos acerca más a nuestro objetivo, pero también más cerca del peligro inminente. Mis sentidos están alerta, mi pulso latiendo en mis sienes mientras examino cada rincón en busca de cualquier amenaza latente.
En un momento, mi pie se posa en el primer escalón de unas escaleras que se elevan hacia un gran salón. Y justo entonces, más de veinte siluetas emergen de las sombras, armas en ristre.  reaccionamos al instante, levantando nuestras armas en defensa. La tensión se siente en el aire, crispándolo con una electricidad que parece palpitar al ritmo de nuestros corazones acelerados.
Y entonces, como una aparición siniestra, Alessandro hace su entrada triunfal. Aplaudiendo lentamente, con una sonrisa socarrona en su rostro, nos observa con una mirada de desafío.
──Tardaste más de lo que pensé en aparecer. ──susurra, Siento el peso de su mirada sobre nosotros, un recordatorio silencioso de lo que nos jugamos en esta partida mortal.
Lo odio. El maldito está frente a mi.
Sin palabras, cargo mi arma con movimientos precisos y metódicos. A su alrededor, los hombres armados que nos rodean hacen lo mismo.  La batalla está a punto de comenzar, y no hay lugar para vacilaciones.
──Mi equipo detecto tu entrada. ──sisea victorioso. ──. Nuestras casas nunca pero nunca se traicionan entre si. Ni por siete millones de dólares.
Maldito Matteo.
──¿Dónde está Athenea? ──gruño, un hombre se acerca a Alessandro y le susurra algo al oído, Alessandro sonríe divertido.
──Tan pocos hombres ¿En serio? ──susurra. ──. Eso es arriesgado, Red ──me apunta con sorna. ──. Muy arriesgado y poco común en ti.  Me parece que no estás siendo tan metódico como sueles ser, te estás dejando llevar por los ¿Sentimientos? eso hace que cometas errores.
──¡Dónde está Athenea! ──grito.
Alessandro baja un escalón, y ladea su rostro. Está disfrutando esto…
──¿Cuál Athenea? ¿La tuya o la mía?  ──inquiere bajando el tono de voz. ──. Porque la tuya murió hace casi un año con la explosión, la mía… nació ese día. ──se pasea de un lado a otro.
──Red… ──murmura Tony detrás de mi tenso.
No le gusta esto, y para ser sincero a mi tampoco. Todo fue una trampa. Él sabía que vendría.
──Athenea, Athenea. ──canturrea.  ──. Ahora entiendo tu fascinación, todo lo que hiciste en ese restaurante. Lo entiendo todo. Hasta la explosión en la policía cobra sentido, casi nos matas. Casi, la matas. Casi matas a mi mujer. Preciosa, ven…
Llama.
Unos tacones resuenen en el piso, su figura aparece…mi corazón se detiene por un segundo, un año… un año sin verla, sin tenerla. Y ella aparece con un vestido negro largo físicamente es la misma pero su aura es otra…
Es ella. Baja las escaleras con elegancia, lleva un arma en sus manos, y se detiene junto a Alessandro, su mirada se cruza con la mía, entrecierra sus ojos por unos leves segundos pero se endurece de inmediato. Es como si un botón hubiese sido presionado dentro de ella.
Me observa de una manera que no logro descifrar. ¿Es odio, desprecio?  Frunzo mi ceño.
¿Qué está pasando aquí?
¿Por qué ella me mira así?
Es mi Athenea, mi nena.
──Athenea, Nena… ──siento que el aire me falta. Un nudo se cierra en mi estómago cuando ella demuestra calma estando junto Alessandro. Carga el arma para apuntar primero hacia mi y luego  el techo, una sonrisa se dibuja en sus labios.
──Corre… ──susurra, disparando hacia el aire.
Ella dispara desatando un caos.
Un enorme caos a nuestro alrededor y en mi.

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