Capítulo 31
Red.
Frustración.
La puerta del hotel se cerró tras ella, y sentí como si me hubieran arrancado una parte de mí. Athenea se había ido. Otra vez. Y sabía muy bien a dónde iba. Hacia Alessandro, ese bastardo. La impotencia me consumía por dentro como un fuego incontrolable.
Sin darme cuenta, mi respiración se volvió errática y mi corazón latía tan rápido que parecía a punto de estallar. No podía soportarlo más. La furia y la desesperación se combinaron para crear una tormenta dentro de mí. Me giré hacia la recepción, donde todavía podía imaginar la figura de Athenea entre mis brazos, su aroma aún flotando en el aire. Y exploté.
Agarré una de las sillas de la recepción y la estrellé contra el suelo con toda mi fuerza. Tomé otra silla y la reduje a escombros contra la pared. La mesa de madera donde nos habíamos apoyado hace solo unos instantes fue la siguiente en caer víctima de mi furia. La partí en dos, los pedazos volando por la habitación.
No me detuve hasta que mi cuerpo, sin aliento, no pudo más. Noté mis manos temblar. Sabía que no era solo el esfuerzo físico; era la rabia, la impotencia, el desgarro interno. Cerré los ojos por un momento y tomé una profunda bocanada de aire, intentando calmarme.
El sonido de la puerta que se abría me hizo alzar la vista. Tony entró, su expresión era una mezcla de preocupación y urgencia.
──El equipo llegó y tenemos todo armado en Nueva York. ──dijo, sin inmutarse por el caos que acababa de presenciar.
Asentí, pasándome las manos por el cabello para arreglarlo un poco, aunque sabía que era un intento inútil de disimular mi estado. No importaba. Lo único que importaba ahora era lo que iba a hacer después. Salí del hotel sin decir otra palabra, y me subí a la camioneta que esperaba por mí.
Aceleramos en dirección a nuestro escondite. Mis pensamientos se oscurecieron aún más si era posible. Todo en mí gritaba por entrar en ese apartamento donde Athenea estaba con Alessandro y sacarla de allí de una vez por todas. Pero no podía actuar impulsivamente. Esa no era la manera.
Voy a destruir a Alessandro, A él y a toda su maldita mafia. Los borraré de la faz de la tierra. Pero lo haré con inteligencia. No puedo arriesgarme a que Athenea salga lastimada. Necesito un plan. Y será implacable.
Mientras la camioneta se deslizaba por las calles, sentí que el fuego de mi interior se calmaba ligeramente, transformándose en una determinación fría y calculadora.
Sabíamos que Alessadro tenía gente y armas ocultas aquí en Ereván, iríamos por ellas y por New York al mismo tiempo.
Llegamos a la casa en las montañas, nuestro escondite. Un lugar apartado y seguro, ideal para planear lo que estaba por venir. La madera crujía bajo mis botas al acercarme a la puerta principal. Tony había hecho un buen trabajo reuniendo a todo el equipo. Apenas entré, pude ver las caras conocidas y el equipo especializado que habíamos logrado reunir con el tiempo. Todos estaban listos, esperando mis órdenes.
Ronin se me acercó en cuanto cruzamos el umbral. Sus ojos, siempre calculadores, mostraban una calma que contrastaba con mi agitación.
──Athenea ya llegó al apartamento. ──dijo sin rodeos. ──. Borré su entrada y salida de las cámaras. Todo está bien.
Asentí de mala gana. Aunque sabía que Ronin era el mejor cuando se trataba de tecnología, la preocupación por Athenea seguía pesando en mi mente.
Tomé un momento para observar a mi alrededor, absorbiendo la seriedad en los rostros de mis hombres. Era hora de hablar.
──Escuchen bien. ──comencé, mi voz sonando más dura de lo habitual.
Me paseé por la habitación, mirando a cada uno de ellos a los ojos. Sabía que cada palabra era crucial.
──Alessandro está esperando traficar un cargamento grande de armas y drogas próximamente. Nuestra misión es simple: destruir todo lo que toque. Ataquemos sus puntos débiles. Sin armas ni drogas, no tiene nada. Debemos atacarlos en el punto donde más les duele.
Vi la comprensión y la determinación reflejarse en sus rostros. Sabían lo que estaba en juego. Sabían que esto no era solo una misión más. Alessandro había cruzado la línea, y ahora íbamos a devolverle el golpe con el doble de fuerza.
──Tony. ──continué, girándome hacia él. ──. Indícales los planes.
Tony asintió, su rostro tan serio como el mío.
──Ronin, sigue vigilando las cámaras. No quiero sorpresas.
Ronin simplemente asintió, registrando cada una de mis palabras.
Me detuve un momento, tomando aire, sintiendo el peso de la responsabilidad en mis hombros. Pero sabía que estaban listos. Sabía que podía confiar en mi equipo para llevar esto a cabo.
──Athenea está en el centro de todo esto. ──les recordé. ──. No podemos permitirnos fallar. No esta vez.
Con un último vistazo a mis hombres, supe que estábamos listos para comenzar la caza. Alessandro y su mafia estaban a punto de conocer el verdadero significado del miedo. Los dejo hablando y me voy al patio de la casa necesito aire.
Mientras enciendo el cigarrillo, siento la textura áspera del papel entre mis dedos y el olor acre del humo que se eleva hacia el cielo nocturno. El chisporroteo de la llama me hipnotiza por un instante antes de dar la primera calada, dejando que el tabaco ardiente llene mis pulmones con su abrasador consuelo.
Paso por la puerta hacia el patio, una corriente de aire helado me recibe de inmediato, como un recordatorio constante de la estación fría que se cierne sobre nosotros. Ajusto mi abrigo con fuerza alrededor de mi cuerpo, tratando de desafiar al gélido viento que parece penetrar hasta mis huesos.
Mientras el humo se esparce en el aire helado, los recuerdos de Athenea inundan mi mente. Revivo cada instante pasado junto a ella: sus manos suaves que exploraban mi piel, su mirada profunda que parecía traspasar mi ser, sus besos apasionados cargados de una intensidad abrumadora, el eco de su calor que aún parece residir en mi piel.
La certeza de una noche larga y sin sueño se cierne sobre mí como una sombra oscura, pero en medio de esa inquietud, la presencia de Athenea me brinda una fuerza renovada, un impulso inquebrantable para afrontar lo desconocido que aguarda en la oscuridad de la noche.
*****
Me siento pesado y agotado, intenté dormir pero fue imposible. Los rayos del sol se adentran en la pequeña casa, estiro mi cuerpo haciendo que cada hueso de mi cuerpo suene.
Ya estoy listo para comenzar otro día en este maldito infierno que estoy viviendo.
Salgo de la habitación colocando mi arma en el arnés. Noto todo el armamento que Tony a logrado traer, estamos listos para lo que sea.
Me recosté en la silla de cuero, esperando a Tony. Sabía que hoy traía el informe y no podía sacudirme esa sensación de anticipación mezclada con ansiedad.
La puerta se abrió lentamente y Tony entró, con su usual semblante serio y una carpeta de cuero en la mano. Sin mediar palabra, se sentó frente a mí y comenzó a desplegar los documentos sobre el escritorio.
──Red. ──dijo, acomodando un par de papeles. ──. aquí tienes el informe.
Asentí y tomé el primer documento. Mis ojos repasaron rápidamente los números: Ingresos, gastos, flujos de efectivo.
──Entonces, ¿cuánto tenemos disponible en efectivo ahora? ──pregunté, aunque ya era evidente.
──Cuarenta millones, Red. ──respondió Tony, con la voz firme. ──. En los últimos tres meses hemos incrementado la liquidez gracias a las nuevas rutas de distribución.
──¿Y la droga? ──Me interesaba especialmente la sección correspondiente a la distribución. Nueva York era un mercado complicado, lleno de riesgos y competencia, y necesitaba recuperar lo que perdí allá.
──Hemos vendido y distribuido cinco toneladas en las últimas semanas. Principalmente a través de nuestros canales en Queens y Brooklyn. La demanda está subiendo, y gracias a los nuevos contactos, conseguimos mantener los precios altos. ──explicó, pasando a la siguiente página del informe.
──Cinco toneladas… ──repetí para mí mismo. No era un mal número, pero siempre había espacio para mejorar. Sabía que la competencia no dormiría. ──. ¿Y los cobros? ¿Algún problema con los deudores?
Tony negó con la cabeza.
──Todo está al día. Afortunadamente, nuestras tácticas de ‘persuasión’ han sido efectivas. Nadie quiere quedarse sin pagar.
Sonreí ante esa última afirmación. Nuestra reputación era nuestro mejor seguro.
──Perfecto. ¿Y sobre el armamento?
──Esa es la mejor parte. ──dijo Tony, por primera vez dejando entrever una sonrisa. ──. Tenemos un cargamento grande en camino. Armas de última generación, suficientes para armar a todo el equipo y más. Estará aquí en una semana.
No sé si tenemos una semana, si realmente piensa llevar a Italia corro el riesgo de no volver a ver a Athenea.
──El aeropuerto. Necesito saber si hay movimientos de aviones privado, Athenea dijo que se la llevaría a Italia, específicamente Roma. Busca… siento que si se la lleva, no volveré a verla.
Susurro.
──Lo haré.
──¿Dónde está el equipo?
──Haciendo vigilancia, ya saben el plan.
──¿Y Ronin?
──Jugando con el drone, y cuidando a Athenea.
Asentí.
──Tienes que comer algo. ──dice llamando mi atención. ──. No has comido desde ayer al mediodía.
Noto que la única mujer de servicio que tenemos en la casa entra con un plato de comida para mí, lo deja en la mesa y se marcha apresurada sin elevar su mirada.
──No tengo hambre, Tony.
──Necesitas estar fuerte. Quieras o no. ──se levanta. ──. Piensa en Athenea, come por ella. ──murmura.
Unos pasos se escuchan a lo lejos, Ronin aparece con el semblante duro, me observa fijamente.
──¿Athenea? ──inquiero levantándome de la silla. ──. ¿Paso algo?
Ronin pasa sus manos por su cabello.
──Ella está bien pero Wells esta en la ciudad, acabo de dar reporte a la policía, ya que no podemos mostrarnos aún. ──me detalla. ──. Podemos intervenir. Tú decides.
──Vamos a intervenir…
ESTÁS LEYENDO
Athenea
RomanceElla había saltado sin miedo a mi mundo, se había sumergido en mi oscuridad sin vacilar, dispuesta a enfrentar todo por mí. Y yo, dispuesto a desafiar al mundo entero por ella. No había piedra bajo la cual no miraría, no había esquina del mundo adon...