Capítulo 29
Athenea Kane.
Coloqué un poco de mis pastillas en el trago de Alessandro sin que se diera cuenta. Era un triste acto de supervivencia. Después de unos minutos, lo vi empezar a parpadear lentamente, sus ojos luchando por mantenerse abiertos. Finalmente, sus párpados cayeron y su respiración se volvió constante y rítmica. Estaba dormido. Lo sentí moverse a mi lado, acomodándose inconscientemente en mi cuerpo. Sus brazos cayeron pesadamente alrededor de mí, abrazándome. Podía sentir el calor de su respiración en mi cuello, el peso de su cuerpo relajado contra el mío.
El medico vino a verlo, y por más que intento tocarme siempre fuimos interrumpidos por alguien.
Mientras observaba el incesante subir y bajar de su pecho, mi mente vagaba por los recuerdos de lo que había dicho. Sus palabras resonaban en mi cabeza, pero mi corazón latía con una fuerza nueva y extraña. Necesitaba levantarme, salir de nuestra cama sin despertarlo. Con cuidado, moví los brazos de Alessandro y deslicé mi cuerpo lentamente fuera de la cama. Cada movimiento parecía una eternidad mientras trataba de no hacer ruido.
Cuando al fin logré pararme, observé a Alessandro una vez más para asegurarme de que seguía profundamente dormido. Sabía que no despertaría pronto; las pastillas lo mantendrían en ese estado durante horas. Caminé silenciosamente hacia el vestidor, el lugar que escondía tantos secretos. Abrí la caja fuerte, con una mezcla de nerviosismo y determinación. Allí estaba, el anillo.
Mi conexión con mi pasado.
Lo tomé entre mis dedos, y sentí una tormenta de emociones arremolinarse dentro de mí. Aún no recordaba todo claramente, pero esos pequeños destellos eran un faro de esperanza en mi mente. Ahora tenían un rostro claro, una voz definida. Era él. Siempre lo había sido. Redgar Kane. Mi alma casi vibraba con el peso de ese nombre, y supe que mi corazón le pertenecía completamente a él.
Llevé el anillo a mis labios, depositando un beso suave sobre su fría superficie. Después de un momento que se sintió eternamente dulce, lo devolví a su lugar en la caja fuerte. No podía dejar pistas, Alessandro no podía sospechar nada. Absolutamente nada. Debía seguir siendo su esposa, su mujer en todos los sentidos. Aunque eso implicara traicionar a mi propio corazón, mi alma. Pero en ese momento, mi corazón ya estaba en otro lugar, latiendo más fuerte que nunca por Redgar Kane.
Sali de la habitación con una determinación firme que no dejaba espacio para la duda. Mis pasos resonaban en el silencio de la casa mientras me encaminaba hacia la cocina en busca de Gianni. Había acordado esto cuando sali previamente para ocuparme de la comida de Alessandro unas horas antes, no salí solamente por ello, salí con la intención de planear esto, y verificar que Ronin había logrado salir.
Al llegar a la cocina, Gianni me esperaba en silencio, me extendio un abrigo pesado y unos guantes. Con un gesto de asentimiento, me coloque el abrigo y los guantes, preparándome para lo que estaba por venir.
──Tenemos el tiempo contado, dos horas, señora. Dos. ──susurro Gianni, asentí en silencio, consciente de la urgencia de la situación.
El próximo cambio de guardia era en dos horas, allí el personal, la seguridad se movía por toda el apartamento y edificio, hacían un recorrido. Metí las manos en el bolsillo del abrigo y sentí un arma.
Nos adentramos en un pasillo poco transitado y descendimos por un ascensor de carga hasta el sótano del edificio, confiaba que Ronin estuviese borrando mis huellas y mis pasos. Gianni me guió por un pasillo alterno que parecía llevar a ningún lugar, hasta que finalmente alcazamos el extremo que daba a la otra acera de la calle. En ese momento.
──¿Realmente confía en ese tal Ronin? ──murmuró Gianni. Estaba gutada, no sabía si era por la adrenalina o por lo que habíamos caminado.
──Sí. Confío en él y en Redgar Kane.
──Espero que no se equivoque, señora. Porque no quedará nada de nosotros si nos vemos en esas cámaras.
──No te preocupes, Gianni. No saldremos.
Los pasos resonaron en el silencio mientras salíamos a la calle, donde un auto nos aguardaba en la penumbra de la noche, listo para llevarnos.
Gianni me abrió la puerta, y al verme segura en este, lo rodeo con rapidez, aceleró el motor alejándonos del edificio y adentrándonos en una ciudad que yace llena de silencio, medio mundo duerme mientras nosotros recorremos las calles con nuestro corazón galopando con fuerza.
Podía sentir mis manos sudar, incluso creía escuchar mi corazón. Llegamos a un pequeño hotel, su aspecto no era el mas bonito pero era el lugar más seguro y más lejano posible.
Baje mientras Gianni me aseguraba esperarme allí. Metí las manos en el bolsillo de mi abrigo y sostuve con fuerza el arma. No había nadie en recepción, estaba sólo… hasta que apreció el hombre que entró al restaurante en busca de Kane.
──Athenea…
Frunzo mi ceño.
──¿Quién eres?
──¿Aún no recuerdas? ──niego. ──. Soy Tony. Mano derecha de Red.
Se escuchan unos pasos en la distancia, y aparece él. Con un pantalón negro ajustado a su cuerpo, y una camisa del mismo tono arremangada parte de sus tatuajes están a la vista, mi nombre en su piel se lleva toda la atención.
Saco mi arma.
──Buenas noches, Nena.
Mi corazón se acelera más, mucho más.
Tony se aleja, y sale del hotel cerrando las puertas detrás de él.
──Me diste muy poco tiempo. ──susurra, su acento hace cosquillas en mi piel. ──. ¿Te vas conmigo?
Bajo la mirada.
──No puedo.
──¿Por qué? Podemos irnos ahora mismo y destruirlo. ──vuelvo mi vista a él.
Quiero irme con él.
──Los niños… no puedo. ──traga grueso y sonríe.
──Sabía que me dirías eso. ──da pasos hacia mi. Su cercanía me invade, es como si un mundo oscuro se creará a nuestro alrededor. ──. ¿Conseguiste el anillo? ──susurra muy cerca de mi, su aliento me embriaga.
Asiento.
──Conseguí el anillo y sé que soy tu esposa pero mis recuerdos no vuelven. ──confieso. ──. Pero… te siento aún sin tocarme, te sientes en mi ser. Es como si… te perteneciera.
──¿Qué crees que pasaría si te tocó ahora Athenea? ──mi boca se hace agua, y mi piel solo quiere sentirlo.
Ya lo sé.
──Tócame para que lo descubramos juntos. ──siseo, puedo ver cómo su mano se eleva, sus dedos se acercan a mi mejilla ligeramente y me toca con una sutileza que me hipnotiza, el calor de su piel con la mía me deja sin aliento.
──Eres lo único que amo en este vida, Athenea. Lo único. ──se abalanza sobre mis labios y me besa, apoderándose de mi boca, su lengua me invade y me dejó llevar por lo que mi cuerpo ordena.
Mi mano suelta el arma y está cae al suelo, me aferro a su cuerpo pegándolo más a mi, me carga con una facilidad que me asombra y como si fuese coordinado nos movemos, ambos sabemos dónde tocar y que hacer, me guía hasta el pequeño mueble de la recepción y me sienta allí, se aleja con pesar de mis labios, lamento su distancia pero su mirada lo recompensa, me recorre.
Sus manos me quitan el abrigo.
──Necesito sentir a mi esposa. ──dice en un leve susurro ahogado. ──. Necesito tenerte en mi maldita vida, nada tiene sin sentido sin ti, nena. Nada.
Lo halo hacia mi cuerpo, y abro su camisa a la fuerza dejándome llevar por las sensaciones y por esos pequeños destellos que me gritan como era, como es, y como sigue siendo nuestro conexión. Acuna mi rostro desesperado y agitado.
──Te amo más que a mí vida.
Declara.
Levanta mi pequeño vestido de dormir, sus manos se pasean por mis muslos y me observa con cautela buscando mi aprobación, mi permiso. Poso mi mano sobre la suya y lo guío hacia donde necesito sentirlo, mis ojos se cierran cuando me toca y jadeo con fuerza.
El desespero y las ganas que nos abundan y sobre pasan a ambos, la ropa interior sobra, sus besos me recorren y cuando esta por entrar en mi, sisea en mi oído.
──Recuérdame, por favor. Recuérdanos…
Entra en mi robándome un fuerte gemido, mis manos se cierran en su espalda, mis ojos se nublan y disfruto de la sensación de llenura que le aporta a mi cuerpo. Empieza a moverse con cuidado, buscando mi placer y disfrutando cada segundo que puede de mi cuerpo.
Sus besos encienden mi piel, su mirada llena de calidez, pasión y amor me deshace. Me tiene envuelta en su aura, en esa aura que me es familiar, que se siente como mi hogar.
Sus movimientos aumenta, aumentan tanto en medio de su desesperación mis gemidos hacen eco, me sujeto de su cuerpo, mueve sus caderas de atrás hacia adelante, esto es distinto en mil formas.
Detallo como entra y sale de mi, la excitación es indescriptible, su cuerpo choca con el mío.
──¿Nos recuerdas? Nena… moriría por ti. ──su voz, su voz se repite una y otra vez en mi, y la tensión en mi cuerpo se hace presente. Entra y sale de mi con brío, en su cuello se marca sus venas. ──. Te amo.
Los destellos vuelven. Todo es él.
──Redgar… ──jadeo temblando en sus brazos, estallando en miles de pedazos con un intenso orgasmo. Se deja ir pegado a mis labios. Los dos estamos agitados, sudados y con el corazón a mil.
No me siento ajena, no me siento sucia, no me siento vacía.
Me siento plena, amada… y en el mismo infierno. Busco sus labios, y lo besó con suavidad, sonríe de lado.
──No voy poder dejarte ir.
Trago grueso.
──Vas a tener que hacerlo. Lo vamos a destruir desde dentro, tú y yo. Lo vamos a hacer pagar por todo… ──une su frente a la mía. ──. Me llevará a Italia en dos días, va a presentarme ante las casas, llegó mercancía a New York, necesita venderla para tener dinero y fluidez, al parecer se está quedando sin efectivo. Hablo también de un intercambio de mercancía e información con un pesado en Roma.
Asiente en silencio escuchándome con atención.
──Atacó a mi padre en Irlanda, y mató a Alessia. ──me tenso, ladeo mi rostro.
──¿Alessia?
──Si, yo la tenía secuestrada. Él llegó y la mato. ──frunzo mi ceño.
──Me dijo que tú la habías matado, que tú…
Ahora temo mucho más por los niños, por mi y por Red.
──No va a poder conmigo. ──susurra, viene a mis labios. ──. Si me necesitas, si quieres que entre así sea poniendo en riesgo todo presiona el rastreador. ──. Entraré. ¿Ok?
──Ok. ──afirmo.
No quiero despegarme de él, no quiero dejar de sentir su calor y su cuerpo junto al mío. No quiero, pero los niños, cierro mis ojos y recargo mi cabeza en su pecho. Intenta levantar mi rostro, las lagrimas corren por mis mejillas, mi cabeza es un desastre, un caos.
Los destellos de él ayudándome a sujetar un arma, destellos de él vigilando mi sueño, imágenes de él besándome son difusos pero están, están en mi mente.
──¿Qué pasa?
──Un año engañada, un año siendo el títere de él. ──sollozo, Redgar sisea y pega sus labios a los míos, me besa haciendo que todo quede atrás, que las sensaciones sean las que reinen, que las voces callen y solo se escuché él.
──Vamos a matarlo. Te lo juro.
Deseo sentirlo otra vez, lo deseo.
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Athenea
RomanceElla había saltado sin miedo a mi mundo, se había sumergido en mi oscuridad sin vacilar, dispuesta a enfrentar todo por mí. Y yo, dispuesto a desafiar al mundo entero por ella. No había piedra bajo la cual no miraría, no había esquina del mundo adon...