Capítulo 66
Athenea Kane.
Una vida.
4 años después.
Desperté con la luz del sol filtrándose a través de los ventanales enormes, bañando con un dorado cálido todo a su paso. La ciudad de Nueva York se extendía bajo mis pies, imponente y vibrante, una vista que siempre me recordará lo lejos que hemos llegado. Me levanté de la cama con cuidado, procurando no despertar a quien dormía junto a mí. Con una sonrisa, observé los tatuajes que adornan su pecho desnudo, marcas de historias pasadas y de su identidad
Mientras avanzaba hacia el ventanal, sentí la suave caricia del sol en mi piel desnuda. Allí estaba la ciudad que simbolizó un nuevo inicio y un nuevo mundo. La última vez que estuve aquí fue hace cinco años. Ahora, regreso con una perspectiva completamente diferente, habiendo superado retos que nunca imaginé enfrentar.
De pronto, unas manos familiares acariciaron suavemente mi vientre, y la voz ronca de Redgar llenó el silencio de la mañana.
──Buenos días. ──dijo, con ese tono inconfundible que siempre logra calmarme. Giré para encontrar su rostro, sus ojos llenos de la misma resiliencia que nos ha llevado hasta aquí.
Han sido años de desafíos, sacrificios y aprendizaje. Pedí algo tan simple como pasar las Navidades en Nueva York, y él, en su estilo inquebrantable, movió cielo y tierra para hacer realidad cualquier deseo que expresara. La persecución de la Interpol quedó en el pasado, gracias a las identidades falsas que nos permitieron movernos con libertad. Ahora, disfrutamos de estos momentos como una pareja en el dédalo del mundo de la mafia.
Trabajar junto a Redgar resulta ser una experiencia de lealtad y confianza. Juntos hemos forjado un imperio, y me enorgullece saber que soy su mano derecha. Mi temple, decisión y dureza son los que me mantienen firme a su lado mientras miramos hacia un futuro donde esperamos seguir disfrutando de los raros momentos de paz que logramos alcanzar.
Nos abrazamos, dejando que el calor de su cuerpo me envuelva por completo.
──¿Cómo dormiste? ──preguntó Redgar, su voz un murmullo cargado de ternura.
──Delicioso. ──respondí, buscando su mirada. ──Como siempre… si estás a mi lado, duermo delicioso. ──Su sonrisa se iluminó, esa que siempre logra derretir cualquier rastro de preocupación en mí. Sus manos volvieron a acariciar suavemente mi vientre.
──¿Todo bien? ──inquirió, sus ojos reflejando un interés genuino.
Asentí con una sonrisa.
──Todos bien… ya los niños deben estar por despertarse, es mañana de Navidad. ── comenté, impregnada de la magia que trae el día.
Observó mi rostro por un instante más, como si quisiera memorizar cada detalle en una imagen mental irreemplazable. Luego, retrocedió un poco para mirarme a los ojos y dijo simplemente.
──Vamos…
Tomé su mano, y juntos salimos del resguardo del ventanal hacia el día que nos esperaba, La ciudad de Nueva York nos albergaba una vez más, pero esta vez, el verdadero regalo era la familia que habíamos construido juntos.
Me dirigí al cuarto de los niños, cada paso dando vida a la emoción que siempre siento al ver sus caras llenas de energía y optimismo. Han crecido tanto, y cada día me maravillo de lo fácil que han adoptado los nombres que les dimos. Para ellos, yo soy mamá y Redgar es papá, algo que llena mi corazón con una mezcla de felicidad y responsabilidad.
Abro la puerta y los veo despertar lentamente, sus caras iluminándose al encontrarme ahí. Me observan con esa mirada llena de animación y alegría que me renueva todos los días. Les hemos ofrecido una educación de primera, asegurándonos de que tengan las mejores oportunidades. Además, reciben clases de defensa personal y otras habilidades que creemos esenciales. Ambos saben que nuestro camino y el mundo en el que vivimos podrían alcanzarlos algún día, y queremos que estén preparados para cualquier eventualidad.
Sin embargo, mientras tanto, nos aseguramos de que disfruten de una infancia merecida, llena de amor y aprendizaje. Cada día es un regalo, una oportunidad para asegurarnos de que crezcan fuertes y felices, y esta mañana de Navidad me recuerda lo afortunados que somos de estar juntos. En sus sonrisas y risas contagiosas encuentro el verdadero significado de la familia y nuestro propósito como padres. Es un recordatorio de que, sin importar lo que nos depare el futuro, siempre tenemos estos momentos preciosos que compartir.
──Vamos, ya es hora de ver qué nos trajo Santa. ──les digo, guiándolos mientras corren emocionados hacia el salón, listos para descubrir la magia que les aguarda en esta mañana especial.
Los niños, movidos por la emoción que trae la mañana de Navidad, se levantan rápidamente y corren delante de mí hacia la sala de estar. La casa está tranquila, con solo el sonido de sus risas llenando el espacio mientras bajamos las escaleras.
Al llegar al salón, el árbol de Navidad nos da la bienvenida. Luces brillantes y adornos centellean, creando un ambiente cálido y acogedor. Bajo el árbol, los regalos envueltos con esmero esperan ser abiertos, cada uno una promesa de alegría y sorpresa.
Los niños se detienen un momento, sus ojos brillando con anticipación. Puedo ver la emoción y la esperanza reflejada en sus caritas. Redgar ya está allí, con una sonrisa, observando la escena con ese orgullo silencioso que solo un padre puede entender.
──Feliz navidad, niños. Hora de abrir regalos. ── les anima, y en un instante están sobre los regalos, desenvolviendo papeles de colores con rapidez y risas.
Mientras los observo, me doy cuenta de lo importante que es para mí verlos así, felices y despreocupados. Es un recordatorio de por qué hacemos lo que hacemos, de por qué hemos construido esta vida tan cuidadosamente para ellos. Queremos proteger su felicidad y asegurarnos de que, pase lo que pase, siempre tengan estos momentos de alegría pura.
Redgar se acerca a mí y me rodea con sus brazos, su presencia un ancla en mi mundo.
──Esto es lo que hace que todo valga la pena. ──susurra, señalando a los niños.
Asiento, completamente de acuerdo.
──Les estamos dando lo mejor de nosotros, y eso es lo que importa.
Pero también los estamos enseñando a ser fuertes y decididos. Redgar escogió su camino hacia la mafia, yo decidí ser su esposa y estar a su lado, lo que ellos decidan estará bien para nosotros.
*****
Al caer la noche, Redgar y yo salimos a cenar a nuestro restaurante. Aunque técnicamente somos los dueños. La iluminación cálida y la suave música de fondo nos ofrecen un refugio del caos diario.
Me siento frente a Redgar y, mientras esperamos la comida, me tomo un momento para observarlo. Sus rasgos son fuertes y bien definidos, su barba perfectamente arreglada enmarca un rostro que nunca deja de fascinarme. Sus ojos azules siempre tienen un brillo especial, y hoy no es la excepción. Veo los tatuajes que cubren su cuello; trazos oscuros que cuentan historias que solo él conoce. Me embelesan, y mi mente comienza a divagar entre líneas y formas.
Redgar nota mi mirada fija y esboza una de esas sonrisas que nunca falla en derretirme. Con un toque de picardía en su voz, pregunta:
──¿Pasa algo, señora Kane?
Sacudo ligeramente la cabeza, apartando mi cabello negro del rostro, y lo miro directamente a los ojos.
──Gracias por salvarme de todas las formas en que lo hiciste ──digo, con honestidad palpando cada palabra──. Gracias por cuidar de mi niña interior, por vengarte a mi nombre, y, sobre todo, por amarme como lo haces. Por hacer arder el mundo por mí.
Él extiende su mano hacia mí, cálida y segura. Cuando su palma toca la mía, siento esa familiar corriente de electricidad entre nosotros.
──Nena ──dice con esa voz suave que me hace temblar el corazón──, volvería a hacer todo otra vez con tal de tenerte a mi lado toda la vida.
──¿Todo?
──Bueno, omitiría la explosión. ──sonrío. ──. Odie que me olvidarás.
──Yo también lo odie, y mucho. ¿Crees que algún día dejen de buscarnos?
Sonríe levemente.
──Lo harán.
──Sino, podríamos darles cacería. Sería divertido. ──susurro.
──Mi hermosa y fuerte Athenea, pídeme el mundo y te lo daré.
──Solo quiero que estés siempre a mi lado, incluso después de la muerte.
──Siempre. Incluso en el infierno. ──Sonrío, observo mis anillos. ──. Tengo algo para ti. Un regalo.
Abro mi bolso con cuidado, y saco la pequeña caja y la extiendo para él.
Redgar es un hombre oscuro, fuerte y de temple firme pero verlo abrir un obsequio le quita varias capaz de lo que es, nota lo que lleva dentro, un lindo brillo ilumina su rostro duro.
──Feliz navidad, amor. Es una niña. ──saca con cuidado la esclava con el nombre ya habíamos elegido si era niña. Pasea sus dedos por la placa de orom
Se levanta y viene hacia mi, me sostiene de la mano para luego acunar mi rostro.
──Eres mi vida entera.
──Y tu la mía. ¿Te hago feliz?
──Como no tienes idea. Voy a protegerlos siempre, siempre. Lo juro por mi vida.
──Se que si. ──acaricia mi vientre.
──Mi pequeña Athena. Será tan fuerte como su madre.
──Y tan temible como su padre.
Después de la cena con Redgar, sentí cómo la tranquilidad de la ciudad se instalaba en nosotros, a pesar del bullicio constante de Nueva York. Nos subimos a la camioneta blindada, una especie de fortaleza rodante que ahora forma parte de nuestra rutina. Mientras recorríamos la ciudad, con las luces navideñas parpadeando a nuestro alrededor, me di cuenta de lo mucho que hemos pasado juntos.
Afuera, la nieve caía suavemente, transformando todo en un cuadro sereno a medida que avanzábamos por las calles abarrotadas de Manhattan. Miraba por la ventana y, por un momento, me permití disfrutar de la paz interior que esa noche especial traía consigo. Sentí que, después de tanto tiempo, finalmente estábamos donde debíamos estar. Nos habíamos convertido en una fuerza imparable, y yo, en particular, había evolucionado en formas que nunca creí posibles.
En un mundo dominado por hombres, he tenido que demostrar mi valía una y otra vez. Pero ahora, como socia en todos los negocios de Redgar, estoy segura de mi lugar. El miedo y las inseguridades de antaño son solo un recuerdo lejano, aquellas cicatrices del pasado escondidas bajo la ropa de diseñador que visto ahora hablan de mi viaje y mi capacidad de superación.
Mientras Redgar tomaba mi mano, supe que él también sentía esta conexión, esta unión indomable que habíamos construido juntos. El mundo podía seguir siendo un lugar complicado, pero mientras tuviéramos el uno al otro, todo estaría bien.
Redgar me miró intensamente y planteó la pregunta que había flotado en el aire durante algún tiempo.
──¿Nos quedamos en Nueva York o nos vamos a Dublín? ──Mi corazón latió con fuerza pero con certeza. Sonreí y le respondí con convicción.
──Volvamos a casa… volvamos a Dublín. ──Porque sabía que, más allá de las luces y el bullicio, nuestro hogar estaba en Dublín, donde todo había comenzado. ──. Ya este no es mi hogar, mi hogar eres tú y allí donde debemos estar en tu país, en tu ciudad. Contigo amor… con mi Salvador.
Sus manos estaban llenas de sangre, las mías también, su piel tenía cicatrices visibles y otras no, al igual que yo… fuimos hechos para estar juntos y así seguiremos juntos.
Mi vida cambio gracias a su oscuridad, y su vida cambio gracias a mi luz. Por el saltaría mil veces al abismo, por él volvería a halar del gatillo una y otra vez y puedo asegurar que dormiré tranquila sabiendo que el amor de mi vida se lanzó al vacío por mi y que al final ambos caímos al mismo tiempo.
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Athenea
RomanceElla había saltado sin miedo a mi mundo, se había sumergido en mi oscuridad sin vacilar, dispuesta a enfrentar todo por mí. Y yo, dispuesto a desafiar al mundo entero por ella. No había piedra bajo la cual no miraría, no había esquina del mundo adon...