Capítulo 52
Red
Reencuentro.
Estaba de pie, firme a pesar del dolor en mi abdomen. Hasta que la vi acercarse con mucho cuidado. Athenea me envolvió en un abrazo, y por un momento, olvidé todo el sufrimiento. Sentí su mano posar con delicadeza sobre mi herida, sin hacerme más daño del necesario.
Con ternura, acuné su rostro donde llevaba la marca de una herida en la frente. Pasé mi pulgar suavemente sobre ella. Nos miramos, perdiéndonos en los ojos del otro, permitiendo que el amor fluyera entre nosotros. Permanecimos así durante varios minutos, en un silencio que decía más que cualquier palabra. Hacía meses que no podíamos estar de esta manera, ininterrumpidos. Alessandro había hecho todo lo posible por separarnos, pero este momento era nuestro y nadie nos lo iba a arrebatar.
Finalmente, rompí el silencio.
──Te amo, Nena.
Athenea sonrió débilmente, pero no dudó en responderme.
──Yo también te amo.
Volvió a abrazarme, más fuerte esta vez.
──Lamento todo, yo…yo no te recordaba. Me perdí en mi mente. Lo siento, amor.
La estreché con más fuerza, ignorando el dolor que aún persistía en mi cuerpo. Todo me dolía, pero no importaba. Pensé que no sobreviviría a esto, pero, como siempre, ella seguía salvándome de todo, incluso cuando menos se lo imaginaba.
──Lo sé, nena. Lo sé. No te mortifiques por ello. ──dije, manteniendo la calma en mi voz. ──. Vamos a acabar con Alessandro por todo lo que nos ha hecho. Sólo él es el culpable de todo, sólo él. No tú.
Athenea levantó la mirada, sus ojos llenos de preocupación y dolor.
──Iba a matarte… yo iba…
La interrumpí con una sonrisa tranquilizadora.
──Y qué orgulloso me hubiese sentido. Ahora estamos aquí.
No había más palabras que decir. Lentamente, acerqué mi rostro al suyo, buscando sus labios. La besé con toda la pasión, como si quisiera compensar todo el tiempo perdido.
Nos extrañábamos tanto. Su beso era un consuelo. Sentí cómo sus manos se apretaban contra mi espalda, acercándonos más, fundiéndonos en un único ser.
Por un momento, el mundo desapareció a nuestro alrededor. No había heridas, no había dolor. Sólo éramos nosotros. Aunque el peligro aún acechaba, en ese instante, nada más importaba.
Cuando finalmente nos separamos, ambos respirando con dificultad, no pude evitar sonreír.
──Te extrañaba, Athenea.
Ella me devolvió la sonrisa, con los ojos brillando con una mezcla de amor y determinación.
──Y yo a ti, Red. Más de lo que puedes imaginar. Juntos, terminaremos esto.
Sabía que tenía razón. Por más oscura que fuera la tormenta, juntos éramos invencibles.
──Quiero acabar con la mafia italiana, con todos. No quiero que quede uno vivo… ──susurra.
──¿Qué quieres hacer específicamente? ──inquiero dejando que ella tome el control.
──Un misil. Van a reunirse…
──Ok. Lo haremos, pero primero debemos ser muy meticulosos, y seguros. ¿Alessandro te vio?
Asiente. Eso no es bueno, ahora sabe que está viva.
──Le disparé pero Ronin dice que no lo mate. Debí herirlo por lo menos. Mate a Ness Gambi. ──elevo mis cejas. ──. No podía dejarla viva. Él nos quitó todo…
Paseo mis dedos por sus mejillas que se tiñen a mi paso, es dura como una roca pero se deshace en mis brazos. Aún me cuesta creer que está aquí, en mis brazos. El susto que se instaló en mi pecho al verla caer es una sensación que no deseo volver a sentir jamás en mi vida.
──Pero ya nos encontramos nuevamente. ──asiente, se cierne a mi pecho con cuidado. ──. Quiere tener un momento con mi esposa de paz… lo necesito y se que tú también.
No dice nada, se deja guiar por mi devuelta a la habitación, la vigilancia en todo el hospital ha sido triplicada, estoy seguro que fue ella. Tomo el mando.
Cierro la puerta tras su entrada con seguro, quiero estar a solas con ella el mayor tiempo posible, la recupere y no pienso perderla de nuevo, no puedo permitírmelo.
Ella se gira a verme.
──Tienes que recuperarte.
──Lo haré. ──susurro, viene hacia mi, empieza a desabrochar mi camisa poco a poco, despojándome de ella, revisa mi vendaje con cuidado.
──Agradezco que estés vivo. Extrañaba tu mirada, tus caricias.
──Aquí quien agradece soy yo, Athenea te vi caer al suelo, ese disparo estuvo demasiado cerca, no te imaginas siquiera lo que sentí, tú cuerpo estaba sin vida en mis brazos.
Ella lleva su mano a su cicatriz.
──No me siento linda.
──Eres lo más bello del mundo, eres mi mujer, eres mi esposa, por quién reviviría mil veces, y a quien salvaría un millón más. ──musito mirándola a los ojos. ──. Está Athenea que está frente a mi, es la mejor versión de ti misma.
──Te amo, en serio. ¿Cómo pude olvidarte? ──inquiere posando su mano en mi mejilla. ──. Si eres por quién respiro.
──Lo importante es que me recordaste. Sólo eso importa.
──Mi anillo… se quedo en…
──No importa, buscaremos uno nuevo, uno mejor, digno de una reina. ──recarga su rostro en mi pecho, justo donde está mi corazón, y deja caer sus hombros.
──Las pesadillas volvieron… ──sisea. ──. Pero no importa, ya no me asustan prefiero seguir teniéndolas que dormir en paz y dejar de recordarte. Está es mi vida, tú. Nunca nos dijimos cosas así, lo expresábamos con tacto, con cariño, con atenciones, ahora mismo no quiero guardarme nada, quiero que me sientas hasta en lo más profundo de tu ser.
──Y lo hago, Nena.
Eleva su mirada.
──Amo que me digas nena. ──confiesa.
Me acerco más a ella y me apoderó de sus labios, mi abdomen duele pero pasa a un segundo plano cuando lo único que deseo y necesito en estos momentos en sentirla a ella.
Abro la camisa que lleva puesta, su cuerpo tal como lo recuerdo está frente a mi, paseo mis dedos entre sus pechos, con mi mirada en sus ojos, ella me permite tocarla y disfrutarla, cuando llegó a su bajo vientre ella se tensa y su mano va hacia la mía.
──¿Qué pasa?
──Hay algo que tengo que decirte.
──¿Qué?
──Yo… ──traga grueso. ──. Al momento de la explosión en New York, estaba embarazada.
Me congelo, doy un paso hacia atrás.
──Era nuestro. Lo perdí. ──susurra. ──. El me hizo creer que era de él, pero era tuyo. Era nuestro. Era nuestro… y mi motivo de venganza hacia a ti…
Siento que el corazón se me acelera, y la vista se me nubla, las manos de Athenea acunan mi rostro.
──Lo siento. Lo siento mucho. ──niego y la abrazo.
Maldito Alessandro.
Maldita sea.
──Fue mi culpa.
Ella niega en repetidas ocasiones, me alejo de Athenea sintiendo un intensa culpa en mi pecho, es una presión, miles de kilos cayendo uno tras otro, tras otro. Yo la envíe allí, yo puse la maldita bomba, perdió su memoria por mi culpa…
Un maldito error tras otro.
──Red… Redgar. ──insiste trayéndome de vuelta a la realidad. ──. No fue tu culpa, no lo sabíamos, yo no sabía nada.
Sus manos se pasean por mi espalda.
──No fue tu culpa. Mírame, necesito que ames, que me toques, que me guíes, que nos hagamos fuertes, que destruyamos al mundo y que cobremos venganza. ──me giro para verla, mi mano va hacia su cabello y la pegó a mi cuerpo.
Ella deja caer su camisa, y su brasier.
──Así como dijiste hace meses, necesito sentir a mi esposo. Te extraño demasiado.
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Athenea
RomanceElla había saltado sin miedo a mi mundo, se había sumergido en mi oscuridad sin vacilar, dispuesta a enfrentar todo por mí. Y yo, dispuesto a desafiar al mundo entero por ella. No había piedra bajo la cual no miraría, no había esquina del mundo adon...