capítulo 35

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Capítulo 35
Red
Destrucción.

Subí a la camioneta, cerrando la puerta de un tirón. Mi frustración palpable resonó en el ruido del metal al cerrarse. Me dejé caer en el asiento, sintiendo el peso de la impotencia apoderarse de mí. Tony estaba al volante, sus dedos tamborileaban con impaciencia.
──Sacamos la mitad de las armas, pero él se llevó el resto.
Gruñí, sintiendo la ira quemándome por dentro. Cada palabra se convirtió en un esfuerzo por contenerme.
──Se la va a llevar… ──dije con los dientes apretados──. ¡Acelera! Necesito a Ronin.
Me quite el auricular.
Tony no hizo preguntas. Sacó su teléfono y me lo pasó mientras salíamos del terreno y los galpones desaparecían en la penumbra. Me aferré al aparato, esperando a que Ronin contestara. Su voz, aunque calmada, llevaba un matiz de urgencia.
──Los niños están bien. Van con la niñera. Están en camino al punto seguro.
Asentí, sintiendo un alivio momentáneo antes de que la cruda realidad volviera a golpearme. Inspiré profundamente para calmarme antes de hablar de nuevo.
──Athenea. Búscala. Va a sacarla del país. Wells le dijo que estaba conmigo. Si la lleva a Italia, será imposible dar con ella. Búscala.
Se produjo un silencio tenso en la línea, una pausa que parecía eterna.
Finalmente, la voz de Ronin regresó, llena de preocupación.
──No hay nadie en el apartamento. Está como lo dejamos…
Frustración y desespero inundaron mi mente. Pensé en lo que Alessandro podría hacerle a Athenea si llegaba a sospechar de ella. Los niños ya no estaban para manipularla, ahora utilizaría otro recurso, y conociendo la mente retorcida de Alessandro, usaría lo que fuera necesario. Mi mente corría frenética, imaginando cada horrible escenario.

──Ronin, ¿alguna novedad? ──pregunté, mi voz teñida de urgencia.
Ronin respondió de inmediato.
──En la avenida principal va una caravana de camionetas a exceso de velocidad según los reportes oficiales. Son cuatro.
──Vamos tras ella.  ──le dije a Tony, quien sin vacilar, pisó el acelerador.
Nos adentramos en la ciudad, el paisaje urbano pasando borroso mientras el vehículo avanzaba a toda velocidad. Mi corazón latía frenético. Sabía que el tiempo corría en nuestra contra. Ronin me iba dando indicaciones desde el otro lado del teléfono, guiándonos con precisión.
──Dobla a la derecha en la siguiente esquina. Luego sigue recto ──indicó Ronin.
Tony giró el volante con destreza, la camioneta se deslizó por las calles con agilidad. Podía sentir cómo la tensión se acumulaba en mi cuerpo, cada segundo que pasaba incrementaba mi desesperación.
──Si Alessandro sospecha de ella… —murmuré para mí mismo, las imágenes de lo que podría hacerle ocupaban mis pensamientos──. Usará cualquier cosa para obtener lo que quiere.
Mientras nos acercábamos a la avenida principal, divisamos la caravana de camionetas en la distancia. La persecución había comenzado. Ronin seguía orientándonos, cada instrucción una esperanza de acortar la distancia.
──¡Izquierda ahora! ¡A toda velocidad! ──gritó Ronin a través del teléfono.
Giramos bruscamente, las llantas chirriaron contra el pavimento. Mis pensamientos seguían con Athenea, deseando con todas mis fuerzas que llegáramos antes de que fuera demasiado tarde.
Inspiré profundamente mientras la camioneta volaba por las calles. La adrenalina corría por mis venas, haciendo que cada segundo se sintiera eterno. Tony giró su cabeza ligeramente, sin apartar los ojos de la carretera.
──En el asiento de atrás hay un arma ──dijo.
No dudé. Me giré y encontré un rifle, su peso formidable en mis manos. Con movimientos precisos, lo cargué con una fluidez y perfección nacidas de incontables horas de práctica. Bajé la ventanilla, sintiendo el viento frío golpearme el rostro.

Mientras Ronin seguía en el teléfono dando indicaciones, mi mente estaba enfocada en un solo objetivo.
──Ronin, ¿cuánto falta para alcanzarlos? ──pregunté, tratando de mantener la voz firme.
──Están a menos de un kilómetro. Varios del equipo van en camino para ayudarlos. Sigan recto y luego toma la salida a la derecha ──respondió Ronin con calma, aunque podía percibir la urgencia subyacente.
Me asomé por la ventanilla, el rifle ahora firme contra mi hombro. Las luces de las cuatro camionetas a exceso de velocidad eran como faros en la oscuridad. La distancia se recortaba rápidamente. Respiré hondo, controlando cada inhalación para enfocar mejor.
──¡Tony, acelera! ──le grité por encima del rugido del motor.
Tony pisó a fondo el acelerador. Sentí la camioneta temblar bajo nosotros mientras aumentaba la velocidad, acercándonos peligrosamente a nuestro objetivo. Manteniendo la mirada fija, alineé la mirilla del rifle con uno de los neumáticos de la camioneta más cercana. Todo se ralentizó por un instante. Podía ver cada detalle, el asfalto rugoso bajo las ruedas, los reflejos de las luces en las ventanas de los edificios cercanos.
Concentré toda mi atención en el blanco y apreté el gatillo. El disparo resonó fuerte, seguido de un instante de silencio antes de que la bala impactara en el neumático con precisión milimétrica. El neumático explotó con un estallido, y la camioneta perdió el control violentamente. Se desvió hacia un lado, embistiendo un auto estacionado antes de detenerse abruptamente.
Ronin volvió a hablar, su voz un ancla de calma en el caos.
──Tres más. No paren. El equipo está a minutos.
Asentí,  La carrera no había terminado, pero había dado el primer paso. Athenea sigue corriendo peligro, y cada milla es crucial para alcanzarla antes de que Alessandro tenga la oportunidad de dañarla. Con más determinación que nunca, recalqué mi postura y volví a apuntar, listo para lo que viniera a continuación.
Sabíamos que si Alessandro lograba llevarse a Athenea a Italia, todo estaría perdido. Habíamos logrado deshacernos de una de las camionetas, pero aún había dos más acelerando tras nosotros.

──¡Tony, pisa ese pedal hasta el fondo! ──grité, sintiendo la adrenalina recorrer mi cuerpo.
Tony, sin dudarlo, aumentó la velocidad, y nos acercamos rápidamente a una de las camionetas de Alessandro. El sonido de los motores rugiendo a nuestro alrededor se mezclaba con el ruido ensordecedor del tráfico que nos rodeaba. No había margen para el error. Mantuve los ojos en la carretera mientras Tony dirigía nuestra camioneta hacia la tercera de Alessandro.
──¡Cuidado, ahí vamos! ──anunció Tony.
Impactamos contra la tercera camioneta con una fuerza devastadora. La veo tambalearse y perder el control, desviándose de su curso y chocando contra un muro cercano. Antes de que lograra recuperar el aliento, la primera camioneta, la que lideraba la persecución, se encontró con el equipo. Con un golpe preciso y calculado, la volcaron, provocando un estruendo metálico que resonó por toda la calle.
Tony frenó de golpe, el chirrido de las llantas resonando en mis oídos. Sin perder un segundo, cargué mi arma, sin perder mi quitar mi mirada de la camioneta, vi a Alessandro salir tambaleándose, escupiendo sangre. Había algo en su mirada rabia.
Todo lo que queda de su equipo sale a resguardarlo, saca a Athenea de la camioneta, la  observa y la cubre con su cuerpo. Está herida.
Me coloco el auricular.
──Disparen, cuidado con Athenea. ──ordeno.
El estallido de disparos se desató de inmediato. Las calles normalmente bulliciosas se convirtieron en un campo de batalla, con transeúntes gritando y buscando desesperadamente refugio. El sonido de los disparos resonaba entre los edificios, mezclándose con el estruendo de las sirenas de la policía que se acercaban en la distancia.
Bajé de la camioneta en medio del caos, mi arma en mano. Las balas volaban por todas partes, y mis sentidos estaban en alerta máxima. Debía enfocarme; no podía permitirme ningún error. A lo lejos, vi a Alessandro corriendo, tirando de Athenea en dirección a un edificio cercano. Mordí los dientes, decidido a alcanzarlos.
Atravesé la lluvia de balas, derribando a cualquiera que se interpusiera en mi camino. Mis golpes eran certeros y letales. No había margen para la misericordia. Cada segundo contaba. Un adversario trató de emboscarme desde un costado, pero lo neutralicé con un golpe rápido y preciso.
—¡Athenea! —grité, pero el estruendo de la batalla ahogó mi voz.
Alessandro seguía corriendo con ella a cuestas. 
No podía permitir que Alessandro se llevara a Athenea. El bullicio de los disparos interrumpía mis pensamientos, mientras mis pies golpeaban con fuerza el asfalto de las calles de Ereván. Mis hombres y los de Alessandro estaban en un tiroteo frenético. Las balas zumbaban a mi alrededor y resonaban sobre las fachadas de los edificios antiguos.
Athenea era la razón por la que estaba aquí, corriendo desesperadamente por las callejuelas de esta ciudad. Debía evitar que Alessandro la llevase a Italia. No pensaba detenerme ante nada ni nadie.
Los destellos de las luces azules de los coches de policía comenzaron a aparecer en las esquinas. Mis hombres intentaban mantener a la policía a raya mientras rodeábamos el edificio al que Alessandro y Athenea habían entrado. Alcancé la entrada del edificio, evitando a la policía como un espectro en la noche. Al adentrarme, el ruido de los disparos y los gritos lejanos de mujeres me guiaron.
Escuché el eco de los pasos de Alessandro y el llanto angustiado de Athenea. Corrí por los pasillos sombríos, pero Alessandro disparaba en mi dirección para mantenerme alejado.
──Tony. ──hablé por el auricular, mi voz apenas un susurro entre el caos. ──. Varias bombas.
──Ok. ──respondió Tony sin vacilar.
Sabía lo que significaba ese ‘Ok’. Sin pensarlo dos veces, cargué mi arma y avancé decidido hacia donde Alessandro corría con Athenea. Las balas seguían silbando cerca de mí, y vi cómo algunos policías intentaban detenerme. No tenía opción; los disparos resonaron cuando uno tras otro caían en mi camino.
El edificio temblaba con la intensidad de la batalla afuera. No tenía mucho tiempo antes de que todo se viniera abajo, literalmente. Con cada paso que daba, sentía que me acercaba más a ellos. Debía salvar a Athenea, costara lo que costara. La incertidumbre y el caos reinaban, pero nada me detendría.
Sabía lo que venía. Busqué rápidamente un lugar para esconderme, encontrando refugio tras una columna robusta. Apenas me había posicionado cuando una explosión sacudió el edificio, haciendo vibrar las paredes. Los escombros y el polvo llenaron el aire, mientras veía a varios policías salir volando, gritando en confusión.

No había tiempo que perder. Salí de mi escondite y corrí hacia la salida del edificio. Noté manchas de sangre en el piso, el rastro me hizo apresurar el paso. Llegué a un callejón vacío, el eco de los disparos a lo lejos marcaba el aire como una siniestra banda sonora.
Salí del edificio con la vista fija en las sombras que se mezclaban en la calle. Ahí estaban, Alessandro corría con Athenea, ambos con armas en mano. No podía permitir que se alejase más.
──¡Athenea! ──grité con toda la fuerza de mis pulmones, mi voz resonando como un trueno en la noche.
Ella se detuvo, su mirada confundida y angustiada clavándose en la mía. Se soltó del agarre de Alessandro, quien giró rápidamente, su arma apuntada hacia mí. Todo sucedió en un parpadeo, tan rápido que apenas pude reaccionar.
──¡Maldito seas Kane! ──grito Alessadro.
Athenea se interpuso entre nosotros, y el disparo de Alessandro la alcanzó en la cabeza. El mundo se detuvo en ese preciso instante. El sonido del disparo se desvaneció en un eco lejano, ahogado por el silencio ensordecedor que siguió.
Mi corazón se detuvo.
Alessandro se quedó inmóvil, una mirada de horror y tristeza marcando su rostro mientras veía a Athenea caer al suelo, su cuerpo inerte y la sangre comenzando a manchar el pavimento.
──¿Preciosa?
Sentí que todo se callaba alrededor de nosotros. Y mi mundo fue destruido por una puta bala. Alessandro corrió hacia donde yacía Athenea, pero no iba a permitírselo. Mi arma se levantó instintivamente y disparé hacia él, forzándolo a retroceder. Fue entonces cuando una camioneta derrapó en el callejón, Federico y su equipo aparecieron, bajando rápidamente del vehículo.
Detrás de mí llegó mi propio equipo, listos para enfrentarlos. La tensión en el aire era palpable, un aliento compartido entre enemigos.
Lo iba a matar, lo iba a volver mierda.
El destruyo mi mundo, yo voy a destruir el suyo.


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