capítulo 62

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Capítulo 62
Red.

En el fondo de mi mente, la logística de nuestro regreso a Irlanda se desenvuelve como un mapa cuidadosamente trazado. No puedo evitar sentir una mezcla de excitación y tensión; Athenea está nerviosa. Lo sé. La transición nunca es fácil, sobre todo cuando se involucran los niños. Pero en mi interior, me parece que he estado esperando este momento desde hace tiempo.
Hoy, me junto con el equipo de seguridad y logística. Ronin me informa que el programa fantasma ya está en marcha y que he tomado todas las precauciones necesarias. Revisa los canales de comunicación de Interpol; no hay reportes sobre mí. Eso es perfecto. Es vertebrar un plan en el que la vigilancia y la invisibilidad caminen de la mano. He aprendido a no dejar cabos sueltos, a moverme como una sombra en el horizonte, y hasta ahora, ha funcionado.
Salgo del salón donde hemos estado planeando y me dirijo al comedor. La villa no es solo un refugio; es un bastión estratégico. La seguridad que se ha reforzado desde el ataque de Alessandro nos ha dado una ventaja, una sensación de que, a pesar de todo, el control está en nuestras manos. Dublín se ha convertido en algo más que un hogar; es una fortaleza custodiada por secretos y lealtades bien arraigadas.
En Irlanda, todo está interconectado. Conozco a cada pieza de alianzas, traiciones y negocios. La mafia irlandesa no es solo una veintena de facciones desarticuladas; es un ecosistema que he llegado a dominar, y cada movimiento que hago se traduce en influencia y protección.
Ornella Kurek ya está esperándome en el comedor. La habitación es amplia, el aire está impregnado del aroma a café recién hecho, y el sol de la mañana entra a raudales a través de las ventanas. Ornella es firme y perspicaz.
──Buenos días, Kane.
──Buenos días, Kurek.
Me siento frente a ella, la observo con mucho cuidado, hace a un lado su cabello y comienza.
──A partir de ahora mi dominio es total en Italia, todo lo que vaya a pasar por allí debe notificárseme y pagar un porcentaje de vía. ──dice muy calmada. ──. Lo tuyo… podrá ingresar sin la cancelación del porcentaje, ya que me quitaste del camino a la cuerda de machistas de la mafia.
──Quedaron sus familias.
──Mi esposo se está encargando. ──dice con una leve sonrisa en sus labios. ──. Ahora nadie va a detenernos a mi hermana y a mí. Ella es dueña de Polonia y yo de Italia.

****
Después de la reunión con Ornella Kurek, todavía tengo en mente sus palabras sobre el control que ahora tiene sobre la mafia italiana. Eso cambia el juego por completo y me quedo pensando en las implicaciones mientras me dirijo a la habitación que comparto con Athenea. El sendero a través de los pasillos parece interminable, un cúmulo de pensamientos revolotea en mi mente, pero un sentimiento de determinación se asienta claramente.
Llego y abro lentamente la puerta. Athenea está ahí, frente a la ventana, con una quietud que casi podría confundirse con la de una estatua. La luz de la luna crea un halo alrededor de su figura. Cierro la puerta y eso parece romper el hechizo; ella gira hacia mí y comienza a hablar antes de que pueda decir algo.
Su voz es un susurro, casi como si estuviera recordando más para sí misma que para mí.
──Durante el año que estuve lejos de ti, me despertaba en la madrugada y miraba por la ventana, buscando allí la respuesta de mis insomnios y de mis sueños. Era todas las noches. Más de una vez soñé contigo. Con tus ojos, con tus labios, con esa manera que tienes de sujetar mi mano cuando la extiendes… no quiero perderte ahora por nada del mundo. Tengo miedo de ir a Dublín y que la Interpol te atrape.
La miro fijamente mientras ella me expresa sus temores. Entiendo esos miedos porque son los mismos que me han asaltado por las noches. Cuando finalmente termina de hablar, me acerco y tomo su mano con la misma firmeza tranquila de siempre.
──Mírame. ──digo. ──no van a atraparme. Para todo tengo un plan, para todo… y voy a protegernos de lo que sea. ¿Confías en mi?
──Eres el único en el que confío.
──No van a atraparme. Estaremos bien allá.
──Está bien. ──susurra manteniéndome la mirada.
Amo esta versión de ella, amo lo fuerte, lo decidida y lo dura que es.
──Además. ──susurro. ──. Estoy seguro que de tu no permitirías que me atraparán.
──Jamás. ──sonríe con picardía. ──. Los mataría a todos con tal de tenerte de vuelta.
Ambos sonreímos.
──¿Cómo estuvo la reunión con Ornella?
──Bien, no va a cobrarnos porcentaje de lo que pasemos, ya sea drogas o armas. Tiene el dominio total de Italia y puede hacer lo que le plazca, le hicimos un favor. Tú le hiciste un favor. 
──¿Cuándo nos iremos?
──Mañana… ──paseo mis dedos por su cicatriz en la frente, en pequeña y pronto podrá ocultarla con su cabello, con ese que crece poco a poco. ──. Podríamos descansar un poco antes de movernos. ──sugiero, notando el cansancio en los ojos de Athenea. Ella asiente, pero su expresión me deja claro que aunque reposemos, su mente seguirá trabajando a toda marcha, al igual que la mía.
──Está bien, pero solo un par de horas. ──responde, enderezándose y dándome una mirada que mezcla ternura con esa firmeza que me cautiva. ──. Hay mucho en juego.
Nos acomodamos en la cama, y el silencio envuelve la habitación. Puedo sentir la calidez de su cuerpo junto al mío y por un momento, el mundo exterior desaparece. Hay paz en este instante fugaz, un breve remanso antes de lo que nos espera más allá de estas paredes.
Mientras cierro los ojos, las imágenes de lo que hemos planeado inundan mi mente. La reunión con Ornella, el cambio de identidad, cada paso minuciosamente calculado. Mi voluntad se mantiene firme, pero también acechan las sombras del riesgo. Por un instante, permito que mi mente descanse, aferrándome a la idea de que el amor y la astucia serán nuestros escudos.
El sonido de unos pasos en el pasillo me sobresalta. Rápidamente, Athenea y yo nos incorporamos, la anticipación carga el aire. Pero compruebo que es solo el personal de limpieza, meros engranajes de una vida cotidiana que continúa, ajena a nuestros dilemas.
──Debemos ser cuidadosos. ──murmura Athenea, echándose de nuevo. Yo asiento, enteramente de acuerdo. ──. Por los niños.

──Lo sé, y lo seremos. Cada paso medido, cada opción sopesada. Saldremos de esta. ──aseguro, tomando su mano otra vez.
Finalmente, el cansancio nos vence y el mundo de los sueños nos reclama por un corto refugio. La batalla aún no se ha librado, pero al menos por ahora, estamos listos para enfrentar lo que venga, juntos y fortalecidos por la convicción de que no importa lo que el futuro depare, nosotros lo enfrentaremos unidos.
Hemos preparado todo meticulosamente para dejar Varsovia atrás y dirigirnos a Dublín. La mansión es un hervidero de movimiento. La seguridad está en constante vigilia, moviéndose de un lado a otro, asegurándose de que cada parte del plan se ejecute sin contratiempos. No hay margen para errores.
Los niños, ajenos a la gravedad de la situación, son guiados cuidadosamente hacia una de las camionetas junto con la niñera.  Los veo subir, sus caras llenas de curiosidad y ligera emoción por el viaje, creyendo que es una simple aventura.
Athenea sale de la mansión con una serenidad que no puedo evitar admirar. Mantiene la compostura incluso cuando las cosas se sienten más precarias. Caminamos juntos hacia la camioneta que nos llevará, cada paso una reafirmación silenciosa de nuestra determinación compartida.
Antes de subir, me acerco a Leah, una de las pocas personas en las que confío ciegamente dentro de este mundo. Nos despedimos rápidamente, sin necesidad de palabras elaboradas. Un intercambio de miradas dice todo lo que necesitamos saber: nos cubrimos las espaldas.
Subo a la camioneta y automáticamente tomo la mano de Athenea. Es un simple gesto que dice todo lo que no podemos permitirnos verbalizar ahora mismo: que estamos juntos en esto, sin importar lo que venga. Siento su mano firme en la mía, una conexión que fortalece mi resolución en medio de la tormenta que dejamos detrás.
Las camionetas arrancan con fuerza, dejando atrás la seguridad ostentosa de la mansión de los Kurek. El camino hacia la pista de aterrizaje en el terreno es corto, pero se siente como un mundo aparte. Allí, nuestro avión espera, el próximo paso hacia un lugar que, esperemos, ofrezca la seguridad que necesitamos.
Mientras nos dirigimos ahí, mi mente está en alto grado de alerta, revisando mentalmente cada pequeño detalle que pudiese haberse escapado. Esta operación representa más que una simple mudanza.

El horizonte de Dublín es nuestro próximo destino. Allí mi plan se pondrá en desarrollo.

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