Capítulo 61
Athenea Kane.
Los días en la mansión de las Kurek han pasado de manera extraña, como si el tiempo fluyera de manera diferente aquí. Desde mi ventana, veo a los niños correteando por el jardín, sus risas llenando el aire, contrastando con la fría y húmeda atmósfera de Varsovia. El bosque que rodea la propiedad parece salido de un cuento, con sus sombras y susurros que, de noche, cobran vida. Aunque al principio los ruidos nocturnos me inquietaban, decidí ignorarlos y centrarme en lo que realmente importa.
Dentro de la mansión, el constante ir y venir del personal es un recordatorio de lo bien que nos han acogido. Todos se mueven con eficacia, asegurándose de que no nos falte nada. La vigilancia es exhaustiva, pero no me molesta; al contrario, me reconforta saber que estamos bien protegidos. Lo último que deseo es que la Interpol vuelva a irrumpir en nuestras vidas y nos arrebate la tranquilidad que hemos encontrado aquí. He encontrado en esta calma una paz con Redgar que nos ha hecho bien a ambos.
Esta tarde, mientras estaba en el recibidor, escuché el sonido familiar de las camionetas al llegar. Me detuve, anticipando la llegada de alguien importante. Las puertas se abrieron para revelar a Leah Kurek, una figura imponente de la que Redgar me había hablado con admiración. Ella, la mujer que rompió barreras y asumió el control de un negocio que siempre fue territorio de hombres, ahora es la indiscutible líder de la mafia polaca. Leah me sonrió al verme y se acercó con confianza, extendiéndome la mano. Acepté el gesto, sintiendo que este encuentro marcaría el comienzo de una nueva etapa en nuestras vidas.
Leah Kurek emanaba una autoridad natural que era imposible ignorar. Al estrechar su mano, sentí una mezcla de respeto y curiosidad. Había oído tanto sobre ella, pero tenerla frente a mí, tan real y presente, era otra cosa. Sus ojos analizaban todo con una astucia que dejaba claro por qué estaba al mando.
──Lamento venir sin avisar. Pero necesito hablar unas cosas con Red.
──Tranquila. No debe de tardar en bajar.
Leah me invitó a caminar con ella por la casa. Mientras recorríamos los pasillos llenos de historia y secretos.
──¿Te sientes a gusto aquí?
──Se siente paz. ──asiente.
──Debo decirte que me pareció muy valiente lo que hiciste en Balcares. Regresarte por él habla de lo mucho que lo amas.
Sonrío.
──No se de dónde salió esa fuerza y esa valentía en mi, pero no podía dejarlo ir.
──Cuando entras en este mundo, se aprenden cosas. Poco a poco vas cambiando. Descubres en ti fuerza, valentía… Yo fui criada para ser dura, fuerte e invencible pero eso no quita sentimientos, dolores y amores. Tengo una familia; un esposo, una hija, una hermana… dos padres y dos madres. Por ellos he torturado, matado y no me arrepiento de nada. Lo volvería hacer mil veces peor. Cuando los que amas están en peligro, nada te detiene. Y eso fue lo hiciste.
La conversación se desvió hacia los niños, quienes en ese momento estaban afuera, ignorantes de las preocupaciones de los adultos. Leah sonrió al observarlos desde una ventana.
──Ellos son el futuro, ¿sabes? Todo esto es para ellos.
Su sinceridad me tocó. Había visto la misma determinación en los ojos de Redgar; ambos querían proteger lo que amaban a toda costa.
──Estoy de acuerdo. ──dije.
El recorrido nos llevó eventualmente a un salón con una gran chimenea encendida. Nos sentamos frente al fuego, y ella continuó contando historias, no solo de sus logros, sino también de las pérdidas que había enfrentado. Fue una conversación honesta que me permitió entender mejor a la mujer que había transformado un mundo tradicionalmente dominado por hombres.
Esa tarde, mientras las sombras se alargaban y el fuego crepitaba a nuestro lado, sentí una conexión genuina con Leah. Me di cuenta de que, quizás, había encontrado no solo un aliado, sino también una amiga en esta nueva vida que amaba más que la anterior.
Quería enterrar a la Athenea que le temía a la oscuridad, esa que tenía pesadillas y lloraba por largas noches.
Amaba a este Athenea, a esta versión; la fuerte, la valiente, la dura y la asesina. No me arrepiento nada, lo haría otra vez. Todo.
──Tu hija… ──susurro. ──. ¿Sabe lo que haces?
Asiente.
──Es entrenada para tomar mi lugar siempre y cuando ella en ese momento, lo desee. ──dice.
──¿No temes por ella?
──Si, temo por ella pero prefiero ocuparme de esa situación, dándole las herramientas para que nadie le haga daño, Zarah es dura, me recuerda a mí cuando tenía su edad, me creía dueña del mundo, y mírame soy dueña de mi mundo.
Redgar entra a la sala, nos observa y se acerca a mi para dejar un beso en mi cabeza.
──¿Pasa algo?
──Si. ──dice Leah.
──La interpol ha emitido un comunicado con respecto al ataque en Balcares. Dan como victoriosa la misión, publicando que el objetivo era capturarlos, se adjudican la muerte de Gambi y dicen que la misión aún no ha terminado.
Las palabras de Leah apenas acaban de salir de su boca y ya siento la familiar punzada de rabia y frustración. No puedo creer que se lo atribuyan como si fuera una simple baja calculada.
Respiro hondo, tratando de contener la mezcla venenosa de emociones que crece dentro de mí. Claramente, esto no es solo un comunicado más para los medios. Es un recordatorio de lo calculadores que pueden ser, manipulando la narrativa para aparentar que todo se desarrolla según sus planes.
──Entonces, ¿qué hacemos ahora? ──logro preguntar, con la voz tensa a pesar de mis esfuerzos por sonar calmada.
Leah me mira, y sus ojos reflejan la misma incertidumbre que siento dentro de mí. Está claro que no podemos bajar la guardia. La misión puede haber sido declarada “victoriosa”, pero sé que aún estamos en medio de este juego peligroso.
Observando a mi alrededor mientras sopeso el peso de las decisiones que estamos a punto de tomar. La habitación está llena de sombras, un reflejo de las inquietudes que nos acechan.
──Ronin está corriendo el programa.
Me giro hacia él, confundida.
──¿Qué programa?
──Es uno que los borrará de la faz de la tierra. Si viajan y una cámara los capta, sencillamente borra su imagen, cambia tu rostro por otro. Va a esconderlo en cualquier lugar, es uno que utiliza con nosotros.
Mientras ella habla, el peso de la situación se cierne sobre mí. La idea de desaparecer y ser reemplazada por una sombra sin rostro me asusta, pero entiendo que es necesario para mantenernos a salvo.
Redgar retoma la conversación y plantea su plan de irnos pronto a Irlanda con los niños, convencido de que allí estaremos a salvo. Sin embargo, la duda crece en mi interior. Pienso en voz alta.
──Es tu lugar de nacimiento. Van a buscarte allí.
Él me observa con calma y seguridad.
──No van a entrar a mi país. Allí estaremos bien.
Su confianza es reconfortante, aunque la incertidumbre sigue presente. Él cree firmemente en la protección que Irlanda puede ofrecernos, y parte de mí quiere aferrarse a esa esperanza.
Él sabe lo que está en juego, y por su seguridad y la de los niños, debemos seguir adelante.
Leah se mueve por el salón. Ella no es ajena a los peligros que enfrentamos.
──tenemos que considerar todas las posibilidades. Tal vez deberíamos tener un plan de contingencia por si algo sale mal.
Sé enfoca en mi, debe ver que algo me preocupa.
──Sabemos que el riesgo es alto. ──dice Redgar. ──. Pero no hay otra opción. Irlanda es todo lo que tengo. Allí puedo proteger a los niños y a ti. ¿ok?
Asiento.
──Nadie va a encontrarnos, es más que un promesa, es un juramento.
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Athenea
RomanceElla había saltado sin miedo a mi mundo, se había sumergido en mi oscuridad sin vacilar, dispuesta a enfrentar todo por mí. Y yo, dispuesto a desafiar al mundo entero por ella. No había piedra bajo la cual no miraría, no había esquina del mundo adon...