Capítulo 51
Athenea Kane.
Desperté sobresaltada en una habitación desconocida al principio. La luz blanca del techo me cegaba momentáneamente, y mi respiración se volvió rápida y descontrolada. Con cuidado, llevé una mano temblorosa a mi cabeza. Sentí una punzada de dolor que recorrió mi cráneo mientras los recuerdos empezaban a llenar mi mente.
Redgar herido a mi lado en el helicóptero. Su rostro pálido, la sangre empapando su ropa mientras intentaban detener la hemorragia.
Me senté en la cama y noté una segunda cama junto a la mía. Redgar estaba allí, inmóvil. Lo llamé en un susurro desesperado, pero no hubo respuesta. Luchando contra mi propio miedo, intenté bajar de la cama, pero una intravenosa estaba conectada a mi brazo. Sin pensarlo dos veces, arrancarla fue la única opción.
Con pasos inseguros y las rodillas temblando, me acerqué a Redgar. Levanté la sábana con delicadeza y pude ver que la herida había sido suturada, su torso estaba vendado. Respiré aliviada, al menos estaba vivo. Mis dedos recorrieron su rostro con suavidad, memorizando cada línea y cada rasgo como si temiera que pudiera desvanecerse.
Incómoda en mi propia cama, me subí junto a él, buscando el calor de su cuerpo que tanto confortaba. Lo rodeé con mis brazos, sintiendo el latido de su corazón contra mi pecho.
Después de todo lo que habíamos pasado, estábamos juntos. Eso era lo único que importaba ahora.
Me quedé allí, abrazada a él, sintiendo su respiración lenta y constante contra la mía. Cada segundo que pasaba, el peso de lo que habíamos enfrentado se hacía más liviano. Cerré los ojos y traté de dejar que el sueño me llevara, pero los ruidos del hospital y el miedo todavía rondaban en mi mente.
De repente, sentí un leve movimiento bajo mis manos. Los ojos de Redgar se abrieron lentamente, parpadeando con esfuerzo mientras trataba de enfocar su visión. Había un brillo de reconocimiento cuando finalmente me miró.
──Athenea… ──su voz era apenas un susurro, cargada de dolor y cansancio.
Una oleada de alivio me inundó mientras apretaba su mano.
──Estoy aquí, Redgar. Estamos bien, estamos a salvo.
Él intentó sonreír, pero cualquier gesto parecía agotarlo. Se quedó en silencio por unos segundos antes de hablar de nuevo.
──Me salvaste.
Palabras simples, pero cargadas de todo el sufrimiento y la lucha que habíamos enfrentado juntos. Asentí, mis ojos se llenaron de lágrimas que no pude reprimir más.
──No vuelvas a asustarme así ──dije, mi voz quebrándose.
──Lo intentaré ──respondió, y esta vez, su sonrisa fue un poco más fuerte──, siempre estaré contigo, nena.
Amaba que me dijera así.
El sonido de pasos se aproximaba fuera de la puerta, recordándome que no estábamos solos. El médico entró seguido de una enfermera, sus expresiones de sorpresa y alivio al vernos conscientes fueron evidentes.
──Es bueno verlos despiertos ──dijo el médico, acercándose──, Han pasado por mucho, y todavía queda camino por recorrer para recuperarse.
Nos dio instrucciones sobre el cuidado necesario, verificando nuestras heridas y asegurándose de que no hubiera complicaciones inmediatas. La enfermera ajustó mi intravenosa, reemplazándola con un movimiento experto, mientras yo apenas podía apartar mis ojos de Redgar.
Finalmente, cuando se marcharon, volví a acomodarme junto a Redgar. El cansancio nos vencía poco a poco, pero ahora la calma era diferente. Era la calma de sabernos juntos, vivos, y con la promesa de días mejores por delante.
──Descansa ──le susurré, besando suavemente su frente.
Me acomodé mejor a su lado, cerrando los ojos y dejando que la calidez de su cuerpo me envolviera. Después de todo, ya estábamos juntos, y eso era lo que más importaba.
*****
El agua caliente cae sobre mi cuerpo, dormí por horas. Paseo con cuidado mis manos por mi cabello, noto la cicatriz y el crecimiento del cabello, que aunque no es mucho ya empieza a hacerlo.
Aún me mareo con facilidad y el dolor de cabeza aunque me abandonado en este instante, se que es una constantes en mi vida en este punto. El silencio es agradable, en medio de los recuerdos auditivos de las balas, y del rostro de Alessandro.
Aún no se tienen noticias de él, y se que es lo que quiere, desea que me torture con ello.
Espero haberlo matado.
Salgo de la ducha y me seco con cuidado, mi semblante ha mejorado un poco, me causa un poco de incomodidad que Redgar me vea así pero esto es lo que soy, una sobreviviente.
Sobreviví y nadie se explica el porqué, solo se que debo disfrutar esta vida al máximo.
Miré hacia el lecho donde Redgar dormía profundamente, ajeno al caos que nos rodeaba. Suspiré y salí de la habitación del hospital, cuidadosa de no hacer ruido para no despertarlo. Los Balcanes seguían siendo el único refugio seguro que habíamos encontrado hasta ahora.
En el pasillo, me encontré con Ronin. Sin perder tiempo, me informó que los altos mandos de la mafia italiana se reunirían en Roma mañana. Me senté a escuchar toda la información que había conseguido.
──Y Alessandro… ¿lo maté? ──pregunté, buscándole los ojos.
Ronin negó con la cabeza, su expresión seria.
──Si estuviese muerto, ellos no tendrían una reunión. Ya hubieran atacado en Dublín para destruir la mafia Irlandesa, todo lo que es de Red.
Tony, la mano derecha de Red, se levantó de la silla cojeando ligeramente por una herida en el muslo, producto de la caída del helicóptero.
──En New York, atacamos las casas de cambio de Alessandro y su casino ──dijo──. Le hemos quitado parte de su patrimonio.
Asentí, procesando la información rápidamente.
──¿Tenemos el dron disponible?
Ronin asintió sin decir una palabra. Una sonrisa se formó en mis labios mientras una idea tomaba forma en mi mente.
──¿Qué pasaría si lanzamos un misil y destruimos todas las casas italianas? ──dije, dejando que la osadía de la propuesta se asentara en el aire──. Dejaríamos a Alessandro sin respaldo alguno.
Los ojos de Ronin brillaron con comprensión, y un asentimiento de Tony nos dejó claro que estábamos todos en la misma página.
Era arriesgado y un plan ambicioso pero sentía que podríamos lograrlo. Sólo necesitábamos confirmar el lugar de encuentro, y no fallar.
──Si vamos a hacerlo, necesitamos un plan detallado ──dijo Ronin, su voz baja pero firme.
Tony se tambaleó un poco, apoyándose en la mesa para mantener el equilibrio.
──Tenemos el dron, pero solo tenemos una oportunidad ──espetó──. Necesitamos asegurarnos de que todos los objetivos estén en el mismo lugar y que el momento del ataque sea perfecto.
Pensé en las implicaciones de nuestro próximo movimiento. Alessandro era la cabeza de la serpiente, pero si fallábamos, la represalia sería implacable. No podía permitir que Redgar despertara a un caos aún mayor del que habíamos vivido hasta ahora.
Respiré hondo y miré a Ronin directamente a los ojos.
──Necesitamos confirmación visual de que los altos mandos estarán allí. ¿Alguna manera de infiltrar a alguien?
Ronin frunció el ceño, claramente sopesando las opciones.
──Podemos utilizar a uno de nuestros contactos en Roma. Hay un operario, Luca, que ha trabajado antes con nosotros. Confío en él si le proveemos del equipo adecuado ──respondió, aunque sabía que enviarlo implicaba un riesgo adicional.
Tony intervino a pesar de su dolor evidente.
──¿Qué pasa con la comunicación? ──apuntó──. Necesitamos asegurarnos de que el dron se mantenga bajo nuestro control sin interferencias.
Asintí, consciente de la lógica en sus palabras.
──Prepara todo lo necesario. Quiero una actualización dentro de dos horas. No podemos dejar ninguna brecha en este plan. Ninguna.
Todos en el pequeño salón asintieron, salí de allí para tener un momento de silencio. Un momento de paz.
Mi mente trabajaba a mil por horas, y tenía muchas cosas y ruidos que poco me dejaban descansar.
No podía ser imprudente, ni impulsiva. Pero lo que pensé en el bosque podría ser una gran solución a todo pero alejarme de Redgar y los niños me lastimaría de mil maneras posibles. Camino por los pasillos silenciosos, llego a una sala de espera y me siento en uno de esos muebles.
Detallo mi mano, mis dedos…
Mi anillo, él se lo quedo.
──¿Nena?
Desvío mi mirada, y allí está él, mostrándose fuerte, recto y duro como siempre, con el aura más oscura que nunca pero con una calidez en sus ojos que me hacen sentir en mi hogar.
Mi verdadero hogar.
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Athenea
RomanceElla había saltado sin miedo a mi mundo, se había sumergido en mi oscuridad sin vacilar, dispuesta a enfrentar todo por mí. Y yo, dispuesto a desafiar al mundo entero por ella. No había piedra bajo la cual no miraría, no había esquina del mundo adon...