capítulo 63

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Capítulo 63
Athenea Kane.


El avión aterriza suavemente en Dublín después de unas cuantas horas de vuelo. Miro por la ventanilla y veo un grupo de camionetas que se acercan a la pista. Sé que este movimiento está cuidadosamente planeado, pero verlo materializarse delante de mí es un alivio.
Desvío la mirada de la ventanilla para observar a Redgar. Está hablando con Ronin sobre la vigilancia y seguridad que estableceremos aquí. La calma de Redgar es palpable. Siempre ha sabido manejar la presión como si fuera una segunda naturaleza. Su confianza en Ronin me da tranquilidad, sabemos que es capaz y está dedicado a mantenernos seguros en este nuevo entorno.
El avión se detiene por completo. La puerta se abre, marcando el siguiente paso en nuestro plan. El equipo de seguridad es el primero en bajar; deben asegurarse de que el terreno esté despejado y seguro para nosotros.
Me levanto de mi asiento y quito el seguro de los cinturones de los niños. Están emocionados y un poco confundidos, pero confían en que todo esto forma parte de una gran aventura. Bajamos juntos, y siento a Redgar detrás de mí, asegurándose de que cada uno de mis pasos sea firme y seguro.
Al llegar al suelo, veo a más de cincuenta hombres esperándonos. Todos bajan la mirada cuando ven a Redgar, un gesto de respeto hacia el gran jefe de la Mafia Irlandesa que ha regresado a su hogar. Este es su dominio, donde su influencia es tangible. Nuestra llegada aquí no es solo un regreso físico, sino una declaración de poder.
Respirar el aire fresco de Dublín me da una sensación de nuevo comienzo. Sabemos que nuestra decisión de venir fue la correcta. Aquí, Redgar no solo tiene aliados, sino también el control necesario para proteger a nuestra familia. Este es el inicio de una nueva etapa, y juntos enfrentaremos lo que venga.
Mientras caminamos juntos lejos del avión, siento una mezcla de emociones. Por un lado, hay un alivio palpable al saber que finalmente hemos llegado a un lugar donde Redgar tiene poder e influencia; por el otro, la incertidumbre de lo que viene sigue presente en mi mente. Sin embargo, la presencia de Redgar y nuestra capacidad para maniobrar en estas situaciones me da confianza.

Las camionetas se colocan en fila, listas para llevarnos a nuestra nueva residencia. Los niños suben primero, todavía emocionados por los eventos del día. Les sigo de cerca, asegurándome de que estén cómodos y seguros en su asiento.
Redgar y Ronin están inmersos en una conversación seria, probablemente ultimando detalles sobre las próximas acciones. Aunque no puedo escuchar todo lo que dicen, confío en sus decisiones.
Una vez todos estén acomodados, las camionetas comienzan a moverse. Observando el paisaje de Dublín pasar a través de la ventana, me doy cuenta de que este es un lugar lleno de potenciales nuevas oportunidades. La transición puede ser desafiante, pero también puede traer cosas valiosas para nuestra familia.
Al llegar a la casa, el despliegue de seguridad ya está en marcha. Los hombres se dispersan estratégicamente por todo el perímetro, cada uno consciente de su rol. La propiedad es extensa, proporcionándonos un espacio seguro y privado donde podemos comenzar a asentarnos nuevamente.
Mientras exploramos nuestro nuevo hogar, tomamos nota de lo que se necesita para convertir este lugar en algo más que una simple base de operaciones. Queremos que sea un verdadero refugio, un hogar para nuestra familia, donde los niños puedan crecer con un sentido de estabilidad. Redgar coloca una mano en mi hombro, y me volteo para encontrar su mirada segura y serena. Ambos sabemos que, aunque el camino por delante puede estar lleno de desafíos, lo enfrentaremos juntos, tal como siempre lo hemos hecho.
Desde una distancia prudente, observo a Redgar mientras se convierte en la figura que tantos conocen y respetan. Las órdenes que da a su gente resuenan con una templanza imperturbable. Ha asumido su rol de jefe mafioso, y todo en él, desde su postura hasta su tono de voz, irradia poder y confianza. Es como si se hubiera puesto una armadura invisible que lo convierte en una presencia imponente y prácticamente indestructible.
Escucho la conversación que mantiene con Ronin, donde despliegan un plan meticulosamente calculado para despistar a la Interpol y proteger nuestros movimientos en Irlanda. La precisión y confianza con la que hablan me aseguran de que han previsto cada posible complicación.
──Lo que vamos a hacer no es solo una simple distracción. Necesitamos que la Interpol crea que estamos donde quieren que estemos, mientras nosotros operamos en la sombra. Primero, hemos creado varias actividades ficticias en lugares clave, En cada ciudad, habrá movimientos de dinero que parecerán indicar que estamos realizando operaciones significativas allí. Usaremos empresas de fachada para gestionar estas transacciones. Serán lo suficientemente grandes como para atraer la atención, pero no lo suficientemente obvias como para despertar sospechas inmediatas. Mientras tanto, en el fondo, desarrollaremos operaciones reales en otras ubicaciones, fuera del alcance de sus narices. Hemos utilizado a nuestros contactos en el ámbito de la tecnología y la comunicación para crear una red segura que nos permita operar sin ser detectados. Esto incluye servidores encriptados en países aliados donde la Interpol no puede meterse. Cada mensaje será codificado y enviado a través de distintos puntos, complicando más sus esfuerzos de rastreo. ──dice con esa aura oscura que lo rodea. ──. La Interpol debe estar segura de que todo lo que tenemos está sucediendo a la vista de todos. Podemos permitirles rasguñar la superficie, pero la verdadera fortaleza y las decisiones más importantes tomarán lugar en la sombra, donde ellos nunca mirarán. Si seguimos este plan de forma precisa y calculada, mantendremos nuestras operaciones en Irlanda y desviar la atención de cualquier sospecha.
El lugar se volvió más pesado.
──Hazlo entrar. ──dijo Redgar, señalando con un gesto firme.
Sin decir una palabra, Tony se volvió y fue hacia la gran puerta doble, abriendo un lado. En ese momento, el ambiente se tornó tenso. No sabía quién era el “invitado”, pero el brillo en los ojos de Redgar me decía que este no sería un encuentro cualquiera.
Pocos momentos después, vi cómo un hombre de traje era empujado hacia el interior del salón. Lo traían de la parte trasera, y lo que más me inquietó fue la bolsa que le cubría la cabeza. Sin ceremonias, lo sentaron en una silla de madera, y rápidamente le ataron las manos y los pies. Observé toda la escena en silencio, asegurándome de no mostrar ninguna reacción.
Redgar, con una calma inquietante, elevó la mirada hacia mí. Yo me mantuve en mi lugar, expectante pero con una frialdad que no quería ceder. Sabía que él podía sentir mi confusión, pero no la traería a la superficie. En mi mente, estaba agradeciendo que los niños estuvieran en sus habitaciones, ajenos a la tensión que se respiraba en el aire.

Las puertas del salón se cerraron con un golpe sordo detrás de ellos, cerrando el mundo exterior y creando un espacio donde solo importaba lo que estaba sucediendo aquí. La atmósfera se volvió casi opresiva, y sentí un escalofrío recorrerme.
Redgar se volvió hacia el hombre, que aún seguía con la bolsa. Con un movimiento preciso y decidido, la retiraron, revelando el rostro de un señor mayor que parecía tan sorprendido como yo. Sus ojos se abrieron con incredulidad, y el color de su piel reflejaba lo que sin duda estaba sintiendo.
La tensión en la sala era palpable. Redgar tomó una silla que estaba cercana y se sentó frente a él, cruzando los brazos sobre el respaldo.
──Jefe, bienvenido a mi hogar. ──pronunció con un tono que dejaba claro quién tenía el control de esta situación.
Yo permanecía en un rincón, observando. La expresión en el rostro del hombre del traje era un retrato de vulnerabilidad. Me pregunté quién era y qué le había llevado a terminar en este lugar. Silencio. Solo el sonido del aire interrumpía la calma tensa que se había instalado, mientras Redgar llenaba el lugar con su dominio.
La atmósfera en el gran salón se volvió aún más densa cuando Redgar inclinó ligeramente la cabeza, observando con una mezcla de curiosidad y desprecio al hombre sentado frente a él. Consciente de lo que estaba en juego, decidí permanecer en mi rincón, aunque cada segundo se sentía como una eternidad.
Finalmente, Redgar rompió el silencio.
──¿Te gustaría presentarte, Jefe? ──Su tono era cortante, casi burlón, y me di cuenta de que tenía la intención de desmantelar cualquier atisbo de dignidad que el hombre pudiera tener.
El hombre tragó con dificultad y, con una voz temblorosa.
──Soy el Jefe de la Interpol en Dublín…
Las palabras resonaron en mi mente como un eco. “El Jefe de la Interpol”. Mi corazón se detuvo un instante. Me llevó un tiempo procesar lo que eso significaba. Este hombre no era solo un simple funcionario; era una figura de poder con el potencial de arruinar todo lo que habíamos construido. La realidad de la situación comenzó a calar hondo en mí, y aunque intenté mantener mi compostura, un sinfín de preguntas me invadieron.
Él lo dijo…
Tengo un plan para todo.
Redgar sonrió, una sonrisa que no alcanzaba sus ojos, y yo imite su acción.

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