capítulo 1

179 29 0
                                    

Capítulo 1
Red
Búsqueda.



Al momento en que mis botas tocaron el suelo adoquinado de esa lujosa mansión en Amalfi, sentí esa mezcla de anticipación y furia que me carcome cada vez que estamos cerca de encontrarla. Mis hombres, tensos y alertas, se dispersaron rápidamente, armas en mano, cada uno siguiendo el protocolo al pie de la letra. Esta no era la primera propiedad de los Gambi que invadíamos esta semana, y mi frustración crecía al no encontrar ni rastro de ella.
Avancé por el gran hall de entrada, la pistola firme en mi mano mientras mis ojos escudriñaban cada rincón. Las habitaciones eran un reflejo del lujo en el que vivían nuestros enemigos, pero para mí, no eran más que un escenario vacío sin ella. Puertas derribadas, cajones vaciados, cuadros torcidos  nuestros métodos podrían parecer brutales, pero eran necesarios. Aún así, nada. Ella no estaba allí.
Al entrar en una de las habitaciones más alejadas, noté que la ventana estaba abierta. La brisa movía ligeramente las cortinas, y el polvo acumulado sobre los muebles formaba una capa gruesa que no había sido molestada en mucho tiempo. Me acerqué a la cama desordenada, cuyas sábanas parecían gritar desesperación y prisa en su abandono. Tomé la tela entre mis manos, buscando algún indicio, alguna señal de su presencia. Pero era imposible saber si habían estado aquí realmente.
Tony entró abruptamente, rompiendo el tenso silencio con el sonido metálico de su arma. Solté la sábana instantáneamente y me giré para enfrentarlo, sus ojos llenos de preguntas.
──¿Qué quieres que hagamos? ──preguntó con la gravedad que la situación merecía.
Miré a través de la ventana, hacia los viñedos que se extendían bajo el sol del Mediterráneo, y luego de nuevo a Tony. Una decisión firme y fría se formó en mi mente.
──Quemen todo. ──dije con voz baja pero resuelta. ──. Hasta los viñedos. En algún momento estuvo aquí. Lo sé.
Cada palabra resonó con el peso de la certeza y el dolor de la pérdida. No íbamos a detenernos. No hasta encontrarla.
Tony asintió con gravedad, su expresión endurecida por la determinación que exige nuestra línea de ser. Sin una palabra más, salió de la habitación para transmitir las órdenes. Podía oír ya los gritos de los hombres al recibir las nuevas instrucciones, el crujir de la madera y el crepitar de las llamas comenzando a devorar lo que una vez fue un hogar opulento.
Me quedé un momento más en la habitación, mirando la sábana caer lentamente de vuelta sobre la cama desarreglada. Había en ese gesto un eco de resignación, un sentimiento que rara vez me permitía sentir. La ventana abierta dejaba entrar el aire del mar, trayendo consigo el olor a sal y a libertad, una burla a nuestra captura perpetua en este juego de gato y ratón con el maldito de  Alessandro.
Salí al pasillo, el humo comenzaba a serpentear en el aire, creando espirales opacas que se mezclaban con el dorado tenue de las luces de la tarde. Los sonidos de la destrucción llenaban la atmósfera; el fuego lamiendo cada rincón de la mansión, la madera ardiendo emitiendo un calor feroz que parecía competir con el mío propio. Los hombres corrían de un lado a otro, asegurándose de que el fuego consumiera todo, borrando cualquier huella, cualquier recuerdo que ella pudiera haber dejado atrás.
Avancé hacia el exterior, donde el cielo empezaba a teñirse con las primeras notas de un atardecer rojo como la sangre. Los viñedos, con sus filas de vides cuidadosamente cultivadas, ardían ahora con una violencia que reflejaba la tormenta interna que me consumía. Era un espectáculo hermoso, ver cómo las llamas devoraban las uvas que nunca llegarían a ser vino.
Con cada segundo que pasaba, una parte de mí se calcinaba en ese mismo fuego, la parte que aún albergaba esperanzas de encontrarla intacta, de rescatar algo de este desastre que habíamos causado. Pero cada incendio, cada propiedad destruida, me decía que estábamos más lejos de ella, que quizás ya era demasiado tarde.
Al fondo, entre el rugir de las llamas, creí escuchar el crujido de un auto sobre el gravilla. Me giré, pensando por un momento que podríamos tener visitantes, quizás enemigos o incluso ella, regresando a mi. Pero no había nada, solo el viento moviendo las llamas, jugando con mis expectativas una vez más.
──Seguiremos buscando.──murmuré para mí, más como una promesa que como una declaración de intenciones.
Volví la mirada hacia la mansión en llamas, sabiendo que cada paso que dábamos era un paso más en nuestra odisea, en nuestra búsqueda obsesiva que no conocería fin hasta que la encontráramos.

Athenea Donde viven las historias. Descúbrelo ahora