Capítulo 56
Red
Revancha.
Mientras espero que Athenea termine de hablar con los niños en el salón de operaciones, mi mente está inquieta. El boletin del la interpol nos tienen en alerta constante, pero no teníamos idea de lo que estaba por venir. Tony se me acerca con rapidez, su cara refleja urgencia.
──Red, el perímetro fue violado.
En un instante, toda la tensión se apodera del ambiente. Sin perder tiempo, doy la orden de inmediato.
──¡Todos a buscar sus armas!
Nos movemos con rapidez, cada uno tomando su lugar preasignado. Ronin se agacha frente al equipo de monitoreo, examinando las cámaras con ojos de halcón. Al cabo de unos segundos, voltea y me mira con seriedad.
──Interpol.
Eso empeora las cosas. Nos ponemos en marcha, saliendo del salón con determinación. Mientras recargo mi arma, sólo tengo una cosa en mente: tengo que encontrar a Athenea. Nos separan segundos de una explosión que sacude todo el hospital. Las paredes tiemblan y el sonido ensordecedor rompe el aire. Estoy demasiado cerca y la explosión me lanza al suelo violentamente. El dolor recorre mi cuerpo, pero mi mente se centra en una cosa.
Athenea.
Debo ir por ella.
Me levanto como puedo, los oídos zumbando y la visión algo borrosa. Mis piernas tambalean, pero no me detengo. Recargo nuevamente mis armas y empiezo a caminar a través de los escombros, decidido.
De repente, agentes vestidos de negro aparecen entre los escombros. No hay tiempo para pensar, las balas empiezan a volar. Me cubro tras una columna parcialmente destruida y comienza el intercambio de disparos. Las chispas vuelan mientras las balas impactan cerca de mí. Tomo un respiro rápido, apunto y uno de ellos cae al suelo.
Muevo entre los escombros, utilizando cada fragmento de muro y cada esquina como cobertura. La adrenalina me guía más allá del dolor. Un agente aparece a mi derecha, pero soy más rápido, un disparo certero en el pecho y cae, sin vida.
Sin parar, avanzo. El caos es mi escenario, pero mi objetivo es claro. Las balas siguen silbando cerca y puedo escuchar los gritos de mis compañeros luchando. Me encuentro con otro grupo de agentes de Interpol y la situación se vuelve más intensa.
Uno de ellos me lanza una granada, y en un salto desesperado, me cubro tras una mesa volcada. La explosión es cercana, pero no lo suficiente para detenerme. Con precisión letal, acabo con dos más antes de que puedan reagruparse.
Los últimos agentes no lo ponen fácil. Me encuentro en un cuerpo a cuerpo con uno de ellos, donde cada golpe y cada movimiento es crucial. Finalmente, logro derribarlo con un golpe directo en la garganta y sin perder el ritmo, recupero mis armas.
Todo mi cuerpo duele, pero mi mente sigue enfocada. Sigo buscando entre el caos, los escombros y los cuerpos. Nada me va a detener hasta encontrarla.
Athenea, tienes que estar bien.
Con las piernas tambaleantes, pero la determinación inquebrantable, sigo avanzando por entre los escombros. Cada paso me acerca más a Athenea, y no pienso detenerme hasta encontrarla. Los disparos y los gritos resuenan en mis oídos, el eco del combate todavía vivo en los pasillos destrozados del hospital.
Los agentes emergen de la penumbra, bloqueando mi camino. No hay tiempo para la duda. Levanto mi arma y disparo, cada tiro es preciso y letal. Ellos intentan devolver el fuego, pero estoy un paso adelante.
Uno de ellos se lanza hacia mí, pero soy más rápido. Con un movimiento ágil, lo derribo y remato antes de que pueda reaccionar. Me levanto y prosigo, mi mente fija únicamente en llegar a Athenea.
Aparecen más hombres, este hospital parece un laberinto infinito de enemigos. Cada uno que encuentro tiene la misma mirada decidida, la misma intención de detenerme. No pueden hacerlo. Las balas siguen volando, cada una quitando una vida que se interpone entre mí y Athenea.
De pronto, una agente se interpone en mi camino. Sus habilidades son obvias desde el primer movimiento, y el combate cuerpo a cuerpo que sigue es brutal. Cada golpe que damos y recibimos resuena en el corredor. Ella es dura, pero yo soy más duro. Siento el dolor de sus golpes, pero la imagen de Athenea mantiene mi cuerpo en movimiento.
Finalmente, logro una apertura. La agarro con fuerza, usando todo el peso de mi cuerpo para derribarla y, con un movimiento rápido y decidido, la neutralizo. No tengo tiempo para remordimientos ni piedad.
Sigo adelante, y casi de inmediato, escucho los sonidos de un enfrentamiento cercano. Muevo más rápido, mi corazón bombea con fuerza, y mis pulmones arden por el esfuerzo. Finalmente, la veo: Athenea está enfrascada en una feroz batalla con varios agentes de Interpol y, para mi horror, también con Alessandro.
El maldito está aquí.
Mi visión se vuelve roja. Todo se ralentiza mientras me acerco, cada paso calculado, cada bala dirigida con precisión mortal. Los agentes caen uno a uno mientras avanzo hacia ella. Alessandro se vuelve hacia mí, y por un breve instante, nuestras miradas se cruzan. Su expresión es de pura sorpresa e incredulidad.
Aprovecho ese instante. Me lanzo hacia adelante, desarmando a un agente que se dirige hacia Athenea, y lo elimino con un movimiento rápido. Athenea sigue luchando con la ferocidad que la caracteriza, y juntos, volvemos la marea contra ellos.
──Nena, ¿estás bien? ──asiente.
El verdadero desafío aún está por delante. Me mantengo a su lado, listo para cualquier cosa que venga después.
****
Mantengo su mano con fuerza, como si fuera lo único que evitase que me perdiera en el caos que nos rodea. Los disparos resuenan como estruendos ensordecedores mientras el equipo de la Interpol se enfrenta al nuestro. Athenea y yo tenemos un objetivo claro: eliminar a Alessandro de una vez por todas.
──No te sueltes ──le digo, sintiendo la tensión en cada palabra.
Nos movemos con agilidad por los corredores del hospital casi en ruinas. Las paredes, alguna vez blancas y esterilizadas, ahora están ennegrecidas por el humo y salpicadas de sangre. Veo las luces intermitentes de los vehículos de la Interpol destellando a través de las ventanas rotas. Alessandro tenía que hacer un trato con ellos, su libertad por mi captura. Pero eso no iba a suceder.
Los pasos y gritos de los agentes se acercan. Giro la cabeza y veo a uno de ellos sujetar a Athenea con fuerza, su mano apretando su brazo con brutalidad. Mi visión se vuelve roja de furia.
──¡Athenea! ──grito, soltando su mano a regañadientes mientras me lanzo hacia el agente.
Mi cuerpo arde con una cólera incontrolable mientras me dispongo a luchar. Llego al agente en cuestión de segundos y lo embisto con todo mi peso, derribándolo al suelo. Los dos caemos en un torbellino de golpes y patadas. Sin pensarlo, mi puño se estrella contra su mandíbula, sintiendo el crujido de hueso contra hueso.
Él intenta golpearme, su puño roza mi costado, pero el dolor solo alimenta mi rabia. Le devuelvo el favor con una rodilla hundiéndose en su estómago, robándole el aire. Aprovecho su momento de debilidad para agarrar su cabeza y estrellarla contra el suelo con fuerza, repitiendo el movimiento hasta que la sangre brota de su nariz y su resistencia se desvanece.
──¡Basta! ──ruge con voz ahogada.
No le doy tregua. Mi mente solo tiene un objetivo, proteger a Athenea y llegar hasta Alessandro. Sigo golpeándolo hasta que sus movimientos cesan y su cuerpo queda inerte en el suelo. Mi respiración es pesada, rugiente, pero no me detengo a recuperar el aliento.
Miro a Athenea, su rostro refleja una mezcla de alivio y determinación. Me acerco y le tiendo la mano. Ella la toma sin dudarlo.
──Vamos, el tiempo se acaba ──digo con voz ronca.
Nos movemos rápidamente buscando a Alessandro. El hospital, un laberinto de destrucción y desolación, apenas retiene su antigua función. Pero sé que en algún lugar entre estos muros, Alessandro está esperando. Y nosotros no nos detendremos hasta acabar con él, sin importar los obstáculos que la Interpol intente imponernos.
Avanzamos con determinación, cada uno de nuestros pasos resonando en el desolado vestíbulo del hospital. Cada rincón está plagado de sombras, y en cada sombra acechan nuestros enemigos. Cualquier hombre de la Interpol que se atreva a interponerse será solo una víctima más en nuestra venganza.
Un par de agentes nos ven, sus rostros enrojecidos por la desesperación. Abren fuego, pero con un movimiento rápido, nos lanzamos a un lado. El eco de las balas apenas es un trasfondo a la furia que ardemos, al deseo de acabar con lo que nos ha estado persiguiendo.
Athenea no se detiene. Avanza como una leona, cada uno de sus movimientos calculado y preciso. Con una patada, derriba a un hombre que intentaba acercarse por la izquierda, y yo hago lo mismo a otro a su derecha. Nos cubrimos mutuamente; somos un equipo, un solo ente de furia y propósito. Cada agente que cruzamos se convierte en una bola de carne y hueso, y no hay tiempo para pensar en el horror de lo que hacemos.
Finalmente, nuestros esfuerzos nos llevan a un pasillo largo y desolado. Al final, en un pequeño cuarto de emergencias, lo veo: Alessandro. Su figura está de pie, confiada, como si la amenaza de la Interpol fuera un mero inconveniente. Su mirada se encuentra con la mía, y en sus ojos veo el fuego que arde por la venganza.
──¡Red! —me grita, su voz llena de desdén──. ¡Te juro que voy a matarte!
Mis músculos se tensan, la adrenalina recorre mi cuerpo. No necesito más palabras. Me cuadra, listo para la pelea. La única misión en mi mente es acabar con él, acabando con el último vestigio de esta pesadilla que me ha perseguido.
Athenea se coloca a mi lado, firme como una roca. Sus ojos no muestran temor; al contrario, se iluminan con la sed de venganza. Ella lo cubre, manteniendo su propia mirada feroz sobre Alessandro. En un abrir y cerrar de ojos, el enfrentamiento comienza.
Alessandro se lanza hacia mí con una furia incontrolable. Su puño vuela hacia mi rostro, y apenas lo esquivo, sintiendo la brisa del golpe. Respondí con un jab rápido, que lo golpea en la mandíbula, causándole un gemido de furia.
Pero no se detiene. Cambiando de táctica, intenta llevarme al suelo, y cae conmigo, ambos rodando por el sucio suelo del hospital. Nuestros cuerpos chocan con fuerza, el sonido de golpe compitiendo con los ecos lejanos del fuego cruzado. El forcejeo es brutal. Cada uno intenta imponerse al otro, cada movimiento es una batalla entre el deseo de sobrevivir y la voluntad de exterminar al oponente.
Athenea, consciente del peligro, intenta interponerse. Sin embargo, en la confusión, un agente trata de acercarse a mí. Con una agilidad impresionante, ella se lanza hacia él, bloqueando su camino y abriéndose paso con codos y rodillas, dándole un golpe que lo deja noqueado.
Me enfoco en Alessandro, cada golpe que lanzo está cargado de venganza. Una combinación de golpes y patadas se desata entre nosotros, cada uno buscando el momento exacto para tomar la delantera. Me lanza un puñetazo que me roza la mejilla, el ardor del impacto es un recordatorio de lo que está en juego.
──¡Esto se acabará hoy! ──grito, y con ese grito, redoblo mi esfuerzo, acercándome a él con una serie de puñetazos bien dirigidos. Un golpe en el abdomen, luego uno en la cara, y lo veo tambalearse.
En la esquina de mi visión, veo a Athenea batallar con otro agente que intenta acercarse, el ruido de sus gritos se mezcla con el eco del enfrentamiento.
──¡Red, detrás de ti! ──grita Athenea, y un destello de intuición me advierte justo a tiempo. Me agarro y me muevo a un lado, esquivando un tiro que podría haberme hecho volar.
El tiempo se desacelera mientras sigo apoyado en unas balas voladoras, cada golpe contra Alessandro es una liberación.
Con todas mis fuerzas, lanzo un golpe final, un uppercut que lo lanza hacia atrás, y se estrella contra la pared. Antes de que caiga, me acerco, decidido a darle el último golpe, pero el rugido de balas resuena nuevamente en el aire.
No voy a dejar que se escape. Con un respiro y una determinación renovada, me lanzo hacia él, dispuesto a acabar con la existencia que tanto sufrimiento ha causado, mientras Athenea protege mi flanco.
Estamos frente a frente, sonríe lleno de sangre.
──Tuvo muchos orgasmos en mis brazos, la besé, me la cogí como me dio la puta gana. Fue mía. ──espera. ──. Es mía.
Cierro mis puños con fuerza, lanzo un golpe, el lo esquiva. Intento nuevamente golpeándolo en el abdomen, ríe divertido pero su rostro cambia bruscamente, arruga su entrecejo y se aleja pero vuelve nuevamente a quejarse, al caer de rodillo noto a Athenea detrás de él con un cuchillo, sus manos están bañadas de sangre y su rostro tiembla, todo su cuerpo tiembla pero se mantiene firme.
Alessandro observa la sangre que sale de su cuerpo, Athenea vuelve a acercarse y hunde el cuchillo en su cuello.
──Nunca fui tuya. Nunca… ──sisea.
──Preciosa… ──saco el cuchillo del cuello ante la mirada de Athenea, tomo por el cabello a Alessandro quien sonríe, expongo su cuello. ──. Nos vemos…
──en el infierno. ──gruño pasando el cuchillo por su cuello, de un extremo a otro. Su cuerpo cae bañando los pies de sangre. Me acerco a Athenea que tiembla viendo sus manos, acuno su rostro.
──Yo…
──Escúchame, no me importa. Me importas tú, te amo a ti, tu eres mía, no fuiste de él. ¿Ok? No me importa. No pienso en ello, solo pienso en ti.
Busco mi arma sujetando a Athenea de la mano, y le disparo a Alessandro tantas veces como sea necesario, bien muerto. Lo quiero bien muerto.
──¿La interpol? ──inquiere Athenea. Se escuchan helicópteros
Mierda.
Necesito que ella salga de aquí ahora.
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Athenea
RomanceElla había saltado sin miedo a mi mundo, se había sumergido en mi oscuridad sin vacilar, dispuesta a enfrentar todo por mí. Y yo, dispuesto a desafiar al mundo entero por ella. No había piedra bajo la cual no miraría, no había esquina del mundo adon...