capítulo 16

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Capítulo 16
Red.
Persecución.


Llegamos al aeropuerto de Tenerife con el corazón en la boca y el reloj en contra. Mis hombres, fieles y siempre alerta, abrieron paso a través de la multitud y los controles, facilitando nuestra carrera frenética hacia la pista. La urgencia se palpaba en el aire, cada segundo era oro.
El reloj estaba en mi contra.
Al alcanzar la pista, mi respiración se cortó. El jet ya había iniciado su carrera de despegue. Bajé del vehículo en movimiento, mi mirada clavada en esa mole que se alejaba, tragándose cada pedazo de esperanza que había acumulado en el camino hacia aquí. Alessandro, ese maldito zorro, lo había hecho de nuevo. Había llegado un paso por delante, aunque para mí se sintiera como mil.
Con la frustración rugiendo en mis venas y mis puños apretados al punto de doler, giré hacia Ronin. No hizo falta más que una mirada para que captara la profundidad de mi furia y la necesidad urgente de actuar. Él asintió, con esa seriedad que lo caracteriza, y corrió hacia la camioneta que aún tenía el motor encendido.
Subimos al vehículo y de inmediato Ronin sacó sus herramientas y se puso a trabajar en localizar el avión de Alessandro. Los dedos de Ronin se movían ágilmente sobre el teclado, cada tecleo un eco de nuestras aceleradas pulsaciones. Yo me limité a observar por la ventana, viendo cómo el aeropuerto se reducía a un punto detrás de nosotros.
──Vamos a encontrarla, Red. No vamos a dejar que se salga con la suya otra vez. ──dijo Ronin, sin despegar los ojos de la pantalla.
Con un gruñido, mi única respuesta fue un asentimiento. No podíamos permitirnos perder. No esta vez. El maldito de Alessandro me llevaba la delantera nuevamente, pero estaba decidido a cambiar el final de esta persecución. Cueste lo que cueste.
Con el paisaje de Tenerife desdibujándose a nuestra espalda, mis pensamientos se aferraban a cada posibilidad, cada eventualidad en la que podríamos adelantarnos a Alessandro. Mi mente se convirtió en un tablero de ajedrez, moviendo piezas que aún no teníamos, considerando estrategias mientras Ronin tecleaba incansablemente.

──Tenemos una señal. ──anunció por fin, rompiendo el denso silencio que se había instalado entre nosotros.  Frunzo mi ceño.
¿Sería ella?
Sus palabras fueron como un disparo de salida, y sentí cómo mi cuerpo se tensaba, preparado para la acción.
──El avión está en ruta hacia el norte de África. Si aumentamos la velocidad, podríamos interceptarlo en…
Antes de que terminara, yo ya estaba marcando números en mi teléfono, llamando a otros miembros de mi equipo, dispuesto a organizar nuestro propio vuelo. Cada segundo era crucial.
──Prepara el equipo Aéreo. ──ordené con voz cortante. ──Quiero dos jets listos para despegar en media hora. No aceptaré un no por respuesta.
Mientras Ronin coordinaba con el equipo sobre la logística, pude sentir cómo la adrenalina comenzaba a fluir más libremente por mis venas. Estábamos en movimiento, en caza, y cada fibra de mi ser se vibraba con la necesidad de acción.
Iba por ella como sea.  Así no me recordará, vería la manera de acercarme a ella.

***

El cielo comenzaba a pintarse cuando alcanzamos el hangar privado. Los jets ya estaban precalentando, sus turbinas un zumbido prometedor en el crepúsculo. Salté del vehículo antes de que este se detuviera por completo y corrí hacia el avión más cercano, donde una de los pilotos más confiables ya estaba revisando los últimos detalles del vuelo.
──¿Está todo listo? ──pregunté, la impaciencia prendida entre las palabras.
──Listo para volar, Red. ──confirmó ella, un brillo de determinación en sus ojos que reflejaba el mío.

Subimos al jet sin más preámbulos. A medida que la aeronave se elevaba del suelo, mi mente también ascendía, sobreponiéndose a la frustración inicial. Ahora estábamos en una carrera no solo contra Alessandro, sino contra el tiempo mismo.
Desde la ventanilla observé cómo el mundo se reducía a una maqueta perfecta, las luces parpadeantes de Tenerife enviándonos un adiós silencioso. Mi corazón, sin embargo, no tenía espacio para la nostalgia. Solo había espacio para Athenea y para la promesa férrea de que Alessandro pagararía por todo lo que había osado hacer.
──Alessandro va a desear nunca haber nacido. ──murmuré más para mí que para él. Y con el horizonte dibujando una línea tenue frente a nosotros, sentí que, por fin, estábamos adelantando a nuestro enemigo.
Ronin me muestra un punto.
Asiento y me relajo en el asiento, recuerdo sus ojos y su actitud. Ella se había convertido en un perfecto verdugo, ella tenía la capacidad de matarme. Era un arma de Alessandro contra mi, la que más me hacía ruido en mi cabeza era el porque no me recordaba, que había pasado.
¿Qué Le había dicho él de mi?
¿Ella estaba fingiendo? ¿Era real?
¿Qué coño estaba pasando?
Mi cabeza comienza a doler, gruño frustrado. Llevo mi mano a mi abdomen, de no haber tenido el chaleco, me hubiese herido.
──Dispara bien… ──murmura Tony en la distancia, por estúpido que suene sonrío.
Porque si, dispara bien. La mano no le tembló, y tiene buena puntería.
──Aprendió bien… ──respondo. Tony me observa.
──¿Crees que esté fingiendo?
──Su mirada no fue fingida. ──susurro. ──. Él la está manipulando. Ella jamás me haría daño con intención de saber quién soy. Jamás. Lo sabes.
Jamás.


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